11 de septiembre de 1973

Carta
OpinionGlobal, 12.09.2019
Carlos Klammer Borgoño, embajador (r) del Servicio Exterior de Chile
Al igual que la inmensa mayoría de los chilenos, justifiqué y apoyé el golpe militar del 73. Encontrándome destinado en Bruselas, el primer semestre de 1974, acompañé incluso a Don Patricio Alwyn, como último Presidente del Senado, a explicar en Europa el apoyo de la DC al golpe militar.                          
Sin embargo, a sólo dos años del gobierno militar, me enteré como muchos otros chilenos que hoy lo niegan, de los atroces atropellos a los DD.HH., con lo que el régimen militar se convirtió en una de las peores dictaduras de América Latina.
Corría el año 1983 cuando la dictadura de Pinochet festejaba en gloria y majestad los 10 años en el poder. Al negarme a asistir a un "Acto Patriótico" en plena Alameda, trataron de exonerarme del servicio. Con muy escasas esperanzas, recurrí a la Contraloria, la que en forma insólita falló a mi favor, en un período en que la Dina entraba a las casas a plena luz del día, haciendo desaparecer compatriotas.
En 1979, y hasta 1982, fui trasladado de Zaire, en el corazón del Africa Subsahariana, al Consulado  General en París, uno de los períodos más duros del exilio, donde siempre me negué a otorgar pasaportes con letra "L" y mantuve una cordial y estrecha relación con los exiliados y sus familiares, a quienes incluso les cambiaba la "Carte de Sejour" otorgada por la OCNUR para trabajar, por pasaportes chilenos normales, con los que podían ingresar a Chile y visitar a sus familiares, restituyéndoselas de regreso en Francia. En una ocasión la propia OBNUR trató de reprenderme, lo que lógicamente rechace de plano, manteniendo hasta el último día de mi período el mismo trato, sabiendo que me estaba jugando el pellejo.
Por esta valiosa experiencia que me tocó vivir como diplomático de carrera del Servicio Exterior de Chile en plena dictadura, cuando ya han pasado casi 50 años de aquel 11 de septiembre de 1973, estoy plenamente de acuerdo en la forma como el Presidente Piñera encaró el último once, con un muy apropiado y sentido discurso desde el Palacio de la Moneda. No hay duda que el Once no es un día cualquiera en la historia de Chile, pero eso no da derecho a los comunistas, principales genocidas de la historia universal, a vestirse con piel de oveja, ni tampoco a la izquierda chilena a no asumir parte  importante de responsabilidad en los acontecimientos de 1973.  

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