2.400 muertos y dos billones de dólares gastados en 18 años

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republica, 04.03.2020
Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista español

Los Estados Unidos y y sus enemigos los talibanes de Afganistán han firmado un acuerdo en el que se establece que el ejército estadounidense (13.000 soldados) y los pequeños contingentes de aliados americanos abandonan progresivamente Afganistán, mientras que los talibanes se comprometen a no albergar terroristas de ningún tipo.

Trump se ha atrevido a hacer lo que no logró Obama quien en un primer momento prometió retirar las tropas estadounidenses, objetivo propuesto por su vicepresidente Biden, y más tarde, se vio obligado a aumentar la presencia militar hasta 100.000 soldados con objeto de pacificar Afganistán. Los resultados de la ofensiva de Obama fueron ambiguos.

El hecho es que la intervención que inició el presidente Bush después del criminal atentado contra las Torres Gemelas -el gobierno islamista afgano albergaba a los terroristas de Al Queda y no quería entregarlos- ha acabado al cabo de 18 años con un enorme costo para Estados Unidos, 2.400 muertos, 20.000 heridos y un gasto económico que marea: dos billones, billones de verdad, de dólares. Trump ha debido de percatarse, también lo han hecho bastantes de sus numerosos enemigos internos, que la aventura yanqui ha traído una democracia (imperfecta) a Afganistán, ha mejorado espectacularmente la suerte de las mujeres, ha adelantado la educación de los niños y jóvenes, pero que el gobierno afgano sólo controla un tercio del territorio del país y un 46% de la población. Hay motivos para preguntarse si valía la pena, habiendo dado, después del atentado, una rotunda lección a los talibanes que perdieron el poder, quedarse en Afganistán y descubrir que, transcurridos casi 20 años con el gasto y sufrimiento que se indica, merecía la pena haberse quedado en el país. La opinión pública americana aún piensa que se hizo lo adecuado atacando a los talibanes (45% frente a 39 que lo cuestiona, en el momento de la invasión las cifras eran abrumadoramente partidarias), pero va a sentirse aliviada con la retirada que tendrá lugar a lo largo de catorce meses. Los medios de información, incluso los adversos a Trump, no se manifiestan en contra. También están cansados del precio y de que la mayor parte del mismo corra a cuenta de Estados Unidos.

El acuerdo está lleno de lagunas e incógnitas. A cambio de la retirada estadounidense los talibanes se comprometen a no dar cobijo ni colaborar con ninguna clase de terroristas. Si incumplen Washington podría intervenir de nuevo.

Lo que los talibanes no han prometido es reconocer la legitimidad del gobierno de Kabul. Por otra parte, los americanos no han contado con ese gobierno a la hora de negociar con el enemigo talibán. Lo que trae ciertas reminiscencias de la paz vietnamita que firmó Nixon. A los dos años de llegar a un acuerdo el Vietcong conquistó Saigón y se engulló a Vietnam del Sur.

No se sabe si el pacto de anteayer traerá la paz a Afganistán y sería terrible que los derechos ganados por las mujeres, ir al colegio, a la Universidad y por los ciudadanos en general, oír música, ver la televisión, etc… se vieran perturbados. No es descartable.

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