Aung San Suu Kyi: la ‘dama’ ciega

Perfil
El Periódico, 02.12.2017
Rosa Massagué
La expulsión de los rohinyá ha minado la autoridad moral de la política y activista birmana

El comité del Premio Nobel de la Paz otorgó dicho galardón a Aung San Suu Kyi por su lucha no violenta a favor de la democracia y los derechos humanos y por ser un símbolo contra la opresión. Así el comité quería mostrar su apoyo a las muchas personas en todo el mundo que se esfuerzan por alcanzar la democracia, los derechos humanos y «la conciliación étnica» por medios pacíficos.

Esto era en 1991, cuando Birmania vivía bajo la férula militar y la galardonada, que era la voz de la oposición, se encontraba bajo arresto domiciliario. Hoy, 16 años después, hay peticiones para retirarle aquel y otros premios. Algunos, como el Ayuntamiento de Oxford, donde estudió y vivió, ya lo han hecho. La autoridad moral que desprendía aquella luchadora por la democracia, equiparable para muchos al Dalai Lama, está por los suelos.

Convertida en la máxima responsable civil de Birmania tras las elecciones del 2015, ha cerrado los ojos ante la brutal persecución de la minoría musulmana rohinyá. 600.000 personas han sido expulsadas a Bangladés desde agosto y sus casas, incendiadas. Tras muchas presiones Suu Kyi condenó la violencia, pero no responsabilizó a sus autores, al Ejército.

En la reciente visita del papa Francisco al país asiático, la que ya es una de las mayores crisis de refugiados desde la segunda guerra mundial, equivalente a la de los boat people vietnamitas de los años 80 del pasado siglo, con el añadido en este caso de una vergonzosa limpieza étnica, nadie citó la palabra rohinyá. A lo sumo, el papa reclamó un «compromiso con los derechos humanos».

El mayor error
No es solo la crisis de la minoría musulmana, aunque sea lo más grave, lo que ha minado el currículo de esta mujer de 73 años. Bajo la dictadura militar, Myanmar era un estado paria. Con la democracia tutelada y con Suu Kyi como líder de facto no hay muestras de que el país se disponga a despegar. Su mayor error es el de encargar los asuntos económicos a personas inexpertas, alguno con falsos títulos universitarios, lo que mantiene alejados de Birmania a los inversores extranjeros.

Quienes conocen bien el país coinciden en decir que Suu Kyi vive fuera de la realidad, en una realidad paralela, entretenida con pequeños detalles pero carente de la visión amplia que debe tener todo gobernante. Y ha entregado las cuestiones de seguridad en un país con diversos conflictos étnicos además del de los royinhá a un grupo de asesores duros.

Su experiencia vital permitía pensar en una mejor gestión de la gobernación del país y en una política de defensa de los derechos humanos aunque estuviera matizada por la omnipresencia del Ejército. Como ocurre en tantos países asiáticos como India, Pakistán o Bangladés, la política en Birmania es cosa de dinastías. Aung San Suu Kyi (Rangún 1945) es hija del padre de la nación, de Aung San, el hombre que llevó Birmania a la independencia aunque fue asesinado seis meses antes de su declaración.

Nació en la élite lo que le permitió viajar y conocer sociedades muy distintas. Su primera educación fue en una escuela metodista de su país. En India (su madre fue embajadora) también estudió en una escuela cristiana y en la universidad de Delhi. Saltó a Oxford, donde estudió Filosofía, Economía y también Política. Tras graduarse, vivió en Nueva York y trabajó en la ONU.

En 1972 se casó con Michael Aris, un historiador británico experto en las culturas de los pueblos del Himalaya que fue tutor de los hijos del rey de Bután. La pareja se instaló en Oxford y tuvo dos hijos. Permaneció en el Reino Unido hasta que en 1988 Suu Kyi regresó a Birmania para ocuparse de su madre enferma, pero ya no regresó. Se quedó para liderar el movimiento en favor de la democracia. Entonces empezó un calvario de 15 años bajo arresto domiciliario durante un periodo de 21 años.

Arresto domiciliario
También empezó un enorme apoyo internacional a su causa en el que se implicaron numerosas personalidades de todo el mundo. Kofi Annan y Juan Pablo II, por ejemplo, pidieron infructuosamente a las autoridades la concesión de un visado al marido enfermo para viajar a Birmania ya que Suu Kyi temía que si ella se desplazaba al Reino Unido no podría regresar.

Como la mayoría de birmanos, la líder de facto del país, es budista de la escuela theravada, la más difundida allí, que es la más antigua y la más conservadora. Durante los periodos de detención profundizó en aspectos de dicha religión como el amor y la compasión.

Pocos dirigentes políticos en situación de opresión han tenido tanto apoyo internacional como esta mujer a quien popularmente se la conoce como 'Daw' que literalmente significa 'tía', pero que también se traduce por 'dama'. «¿Se ha equivocado el mundo con Myanmar?», se preguntaba el semanario 'The Economist' en plena crisis humanitaria de los royinhá. Parece ser que sí.

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