Bachelet y el nuevo fracaso de los revolucionarios

Columna
fernandothauby.com, 21.10.2017
Fernando Thauby, capitán de navío (r)

La II Guerra Mundial marcó una época de enriquecimiento para Cuba, que concluyó con el comienzo de la dictadura de Fulgencio Batista asociado con la mafia norteamericana. El 2 de Diciembre de 1956 desembarcan en Cuba los revolucionarios de Fidel Castro. Luego de varias mini batallas y encuentros, pequeños pero muy publicitados, derrotan al ejército de opereta de Batista.

El dictador huyó el 1ª se Enero de 1959. Castro se auto nombra Comandante en Jefe del Ejército y designa un gobierno civil para llevar a cabo “elecciones democráticas” en Abril de 1960. El gobierno civil es prontamente eliminado y Castro se apodera del total del poder. Declara su voluntad de hacer una revolución marxista y da comienzo a otra dictadura, esta vez bajo su control y apoyado en la brutalidad de las FFAA revolucionarias que imponen la justicia del “paredón” fusilando a miles de opositores.

Durante 1959, Castro lleva a cabo la completa estatización de la economía cubana mediante expropiaciones y nacionalizaciones hasta eliminar completamente la propiedad privada. Se decreta la reforma agraria que expropia el total de la tierra agrícola y se inicia el éxodo de miles de cubanos hacia Miami.

Esta revolución dejó atónitos a todos los partidos de izquierda de Latinoamérica, particularmente a los Partidos Comunistas pro soviéticos cuyas burocracias fueron arrinconadas por grupos mas jóvenes dispuestos a seguir la vía armada de Fidel y ser revolucionarios de verdad.

En noviembre de 1967, en Chillán, el Partido Socialista acordó que “esta generación debe conseguir apoderarse del poder para instaurar un estado revolucionario”; que “la violencia revolucionaria es inevitable y legítima” y que es imprescindible destruir “el aparato burocrático y militar del estado burgués” y “las formas pacíficas o luchas legales no conducen por si mismas al poder”. En breve, declaró la guerra al Estado de Chile y notificó a las FFAA que la revolución inevitable pasaría por su derrota y destrucción.

Primera inconsecuencia: Durante el gobierno de Frei Montalva comienzan las acciones criminales causando 3 muertos y 22 heridos, sin embargo, el Partido Socialista (PS) no actuó en consecuencia con su propia declaración política; sus preparativos para la guerra civil fueron ineficaces y su directiva mostró evidente impotencia y frivolidad. El Partido Comunista (PC) por su parte, si bien retóricamente siempre validó el uso de la guerra civil para imponer su control político sobre las naciones, se paralizó debido a su incondicionalidad con la Unión Soviética, en el marco de la Guerra Fría.

La izquierda revolucionaria latinoamericana, bajo el liderazgo de Salvador Allende, en ese entonces Presidente del Senado, organizó, en 1967, la Primera Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) para articular los partidos y movimientos de la izquierda continental en torno a la materialización de la guerra revolucionaria que deseaban. Esta organización equivalente al actual Foro de Sao Paulo y a la inter gubernamental “Operación Cóndor” de los años ´70, fue el primer esfuerzo sistemático de ambos contendores –Estados y Revolucionarios- para armar sus respectivos entramados de alianzas estratégicas y coordinar los esfuerzos políticos, militares, financieros, operativos y de inteligencia para enfrentar la guerra declarada por los émulos de Castro.

La Conferencia fue iniciativa de su máximo líder, Salvador Allende, entonces Presidente del Senado de Chile, lo que asombra dado el carácter de OLAS que consideraba que la lucha armada era la única vía para tomar el poder, construir el socialismo y lograr la “segunda independencia” del continente.

Según Allende, la opresión y la miseria en el continente “determinan y exigen que se desate y desarrolle la violencia revolucionaria en respuesta a la violencia reaccionaria”, y “hace de la guerrilla la fundamental expresión de la lucha armada, la escuela más formidable de revolucionarios y su vanguardia indiscutible”, “la lucha revolucionaria armada constituye la línea fundamental de la Revolución en América Latina”, y ” todas las demás formas de lucha deben servir y no retrasar el desarrollo de la línea fundamental que es la lucha armada”.

La derrota de la guerrilla del “Che” Guevara a manos del ejército boliviano, poco después de la reunión de OLAS, hizo necesaria la participación protagónica de Allende para ayudar a escapar a sus últimos sobrevivientes, dando un lamentable espectáculo mundial.

Aquí se hace presente otra inconsecuencia vital de los “revolucionarios” chilenos: declarar que harán la revolución por las armas, sin prepararse adecuadamente y simultáneamente seguir intentando la vía electoral, tanto así que pocos años después Allende sería elegido por una menguada mayoría, pero válida de acuerdo a las pautas constitucionales chilenas.

Allende es el demagogo perfecto: “Una persona que predica una doctrina que sabe que es falsa a personas que no saben que son idiotas”: el cinismo del doble estándar de Allende legitima “todas” las formas de lucha, aprovecha la democracia representativa y simultáneamente condena las dictaduras de derecha pero justifica las dictaduras comunistas.

Allende intentó seguir los pasos de Castro en forma algo menos radical: economía centralmente planificada, reforma agraria “profunda” con expropiaciones y estatización, industria estatal, distribución de los alimentos por parte de organizaciones políticas estatales, educación marxista mediante la Escuela Nacional Unificada y el resto del repertorio castrista completo.

Respecto a las FFAA, es evidente que la notificación del PS en 1967 fue tomada con toda seriedad y su continuidad, los pasos políticos y declaraciones siguientes de la Unidad Popular (UP) confirmaron la dirección, el itinerario y el epílogo previsto de la batalla.

Otra inconsecuencia mas. Allende intentó atraer a las FFAA cooptando a sus Comandantes en Jefe -que el mismo designó- para que se plegaran -muy al estilo chavista- a su revolución, mientras simultáneamente apoyaba su división y subversión interna a través de los “revolucionarios”.

Por su parte, la palabrería ideológica no fue suficiente para cubrir la escases de comida, las bandas de maleantes politizados que pululaban por las ciudades, la parálisis económica y política, la división y el cultivo sistemático del odio.

Llegó la crisis y el gobierno de Allende fue derrocado.

Y vino la “resistencia”. Todos los líderes de la UP huyeron en estampida, la organización militar resultó ser una broma de mal gusto, la responsabilidad y el liderazgo de los cabecillas fue un globo de aire. Solo el Movimiento de Izquierda Revolucionario intentó luchar, pero un grupo de fantasiosos aficionados solo podría vencer a un ejército como el de Batista en Cuba, en Chile fueron barridos. El grupito “revolucionario” asaltó algunas sucursales de bancos, asesinó a Carabineros de punto fijo en alguna esquina y tuvo un par de golpes de suerte que le permitieron asesinar a algunos militares que no afectaron en nada la capacidad de combate de las FFAA de Chile.

La falsedad de la leyenda construida por los “revolucionarios” decepcionó intensamente a Castro, su oferta de enviar unidades regulares de combate se estrelló con una realidad dura: no había tal “resistencia”. Para seguir contando con el apoyo y financiamiento internacional, los tránsfugas que representaban a la ex–UP en Europa tenían la urgente necesidad de mostrar alguna actividad militar en Chile.

Primero el MIR intentó el retorno. La mayoría de los “combatientes” que partieron de Europa nunca llegaron a Chile, desertaron o se escondieron a mitad de camino, otros “se perdieron”. Los que llegaron, sin contactos, sin entrenamiento adecuado y sin apoyo popular, fueron capturados, muertos o volvieron a escapar.

Luego vino al hora del PC, con su levantamiento popular de masas. La internación de armas por Carrizal Bajo, descubierta y capturada por las fuerzas de seguridad de Chile y el fracaso del intento de asesinato del Presidente Pinochet marcaron su inicio y su fin. Sus integrantes, poco motivados, mal entrenados y peor dirigidos fueron también capturados, muertos o escaparon.

Y otra inconsecuencia mas. Para asegurar el flujo de recursos financieros y políticos, los “líderes” asilados en Europa enviaron a sus “combatientes” a una misión suicida sabiendo que no podrían cumplirla. Todo para mantener sus posiciones políticas y económica. La derrota los obligó a aceptar la vía de la negociación ofrecida por el Gobierno Militar, someterse a su cronograma, asociarse con sus enemigos de la Democracia Cristiana y tragarse su prédica violentista.

La virulencia de su ataque propagandístico contra las FFAA y de seguridad tiene una relación directa con sus esfuerzos para “olvidar”, ocultar y no asumir las consecuencias de su fatal y frívola política de lucha armada contra el Gobierno Militar. Nunca reconocerán su culpabilidad por sus propios muertos consecuencia de la miseria moral de sus líderes.
Ser forzados a incorporarse al esquema de transición establecido por el Gobierno Militar implicó tener que tragarse un sapo inmenso: la enemistad histórica existente entre la Democracia Cristiana y la izquierda “revolucionaria”.

Parece evidente que la renuencia de la izquierda a enfrentar el pasado se debió a preocupaciones estratégicas que podrían haber significado la muerte a la Concertación. Patricio Aylwin, primer presidente de la Concertación estuvo a favor del golpe de estado; Frei Montalva promovió el golpe de estado; Frei Ruiz Tagle fue a entregar sus joyas, hizo una donación en los primeros días del golpe de estado, junto con su mujer. A todos solo les quedó vivir en la mentira, la calumnia y la fantasía, transfiriendo su culpa a los militares.
Y otra mas. Llegaron al poder aliados con los partidos e individuos que lucharon y conspiraron para derrocarlos durante la UP y lo hicieron para administrar el modelo político y económica instalado por el Gobierno Militar. Después de un largo período de gobierno de la Concertación bajo la hegemonía de los socialdemócratas y de la economía capitalista, pudieron mostrar cifras y resultados económicos y sociales espectaculares que marcaron un hito en Sudamérica. Gobernaron bien, pero con las políticas que detestaban y en compañía de sus enemigos.

El PC no se cansó de insistir en esta inconsecuencia hasta que logró avivar las brasas revolucionaros que aun existían bajo las cenizas del éxito económico y llegó la hora de Bachelet y sus amigos y con ellos el fracaso económico, el estancamiento y el rechazo popular.

Ahora viene el epílogo. Los socialdemócratas con Lagos a la cabeza han sido descalificados pese a su éxito y los “revolucionarios” siguen sosteniendo la antorcha de Castro pese al estrepitoso fracaso, de Castro y de ellos mismos.

En efecto, la crisis económica que Bachelet deja detrás suyo: endeudamiento; corrupción; una seguidilla de leyes mal hechas, fallidas y objeto de infinitas enmiendas; la división política del país y el enojo de los chilenos que ya no puede ser disimulada.

El abuso de poder para magnificar y explotar la crisis de 1973 para mantener el lucro permanente de decenas de abogados, familiares de las victimas, jueces y fiscales, organismos públicos y ONGs de fachada ya cansó a los chilenos.

El fin se aproxima y el “sin perdón ni olvido” amenaza volverse en contra de los abusadores de la liviandad mental de los chilenos, en medio de su pánico y sálvese quien pueda.

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