Bolivia, basta ya de insultos, difamaciones y provocaciones

Editorial
OpinionGlobal, 19.08.2016

La opinión generalizada en Chile es que el gobierno boliviano se ha extralimitado en su campaña de difamaciones y provocaciones, lo que ha tensionado las relaciones bilaterales a un nivel histórico. El supuesto indigenista de Evo, su taciturno acólito Choquehuanca y otros personeros "plurinacionales" altiplánicos se han dedicado en el último tiempo a repartir insultos, algo que es muy propio de los Fidel, Chávez, Maduro, y la izquierda marxista en general con los gobernantes de signo diferente. De paso, la propaganda del régimen populista de La Paz ha profundizado su campaña orientada a envenenar crecientemente a su opinión pública, difundiendo la imagen de Chile como un país explotador, usurpador, belicista e imperialista. Hay columnistas bolivianos que, incluso, llegan al absurdo de plantear los peligros de una eventual invasión chilena apoyada por los EE.UU., a lo que se opondría Rusia. En fin, ciencia ficción para demostrar que somos un mal vecino.

En forma paralela a los referidos ataques, Bolivia llama -cada cierto tiempo- a Chile al diálogo (no obstante su demanda en La Haya) y promueve su victimización ante la comunidad internacional (el clásico "lamento boliviano").

Lo que está detrás de todo esto es, por un lado, la reivindicación marítima boliviana, un irredentismo artificial que los altiplánicos desarrollaron algunos años después de la firma del Tratado de Paz y Amistad con Chile (1904) para revisar sus disposiciones fundamentales y recuperar la llamada provincia del Litoral, y por el otro, el manejo particularmente hostil de Evo Morales para usar esos sentimientos nacionalistas en su provecho político.

La estrategia de Evo ha sido, como se dice vulgarmente, "tirar toda la carne a la parilla"; es decir, montar la mayor la presión internacional e interna chilena (solidaridad marxista) posible, a la espera de que el gobierno chileno de turno se avenga a negociar una salida soberana boliviana al mar.

Conforme a la experiencia, el mayor problema para Chile a futuro es que Bolivia ha demostrado ser un vecino no confiable por las siguientes razones:

  1. Su objetivo es maximalista e inflexible: la revisión del Tratado de 1904 y la recuperación del Litoral;
  2. Cualquier otra solución intermedia (concesiones parciales chilenas: corredor territorial, enclave y/o libre comercio total) sólo abrirán nuevas pretensiones bolivianas y creara mayores problemas tanto bilaterales como con los terceros involucrados (Perú);
  3. Bolivia no persigue la integración regional (venta de gas, cooperación en el uso de los recursos hídricos compartidos, corredores bioceánicos, libre flujo de bienes y personas, etc.), porque no es capaz de visualizar nada más allá de lo que su obsesión por la causa marítima, como factor de unidad nacional en un país -históricamente- fracturado; y
  4. Para el interés nacional chileno es mucho más importante la integración física y económica con Perú que una frontera conflictiva e inestable con Bolivia.

En consecuencia  y sin perjuicio de cumplir con nuestros compromisos en materia del libre tránsito más irrestricto, Chile no debiera abrir diálogos ni negociaciones con Bolivia, no debe aceptar la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia en materias que pongan en riesgo la soberanía nacional o la integridad territorial, ni tampoco interponer demandas que contradigan lo anterior sobre cuestiones esencialmente bilaterales.

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