Bolivia y la independencia argentina

Columna
La Razón, 29.06.2016
Ramiro Prudencio Lizón, historiador y ex diplomático boliviano

Dentro de pocos días se conmemorará el bicentenario del Congreso de Tucumán, que el 9 de julio de 1816 puso en mesa la discusión de la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y el 21 del mismo mes, la juraba con la garantía de la vida y hacienda de todos los congresales. En ese célebre congreso participaron representantes de Buenos Aires, Cuyo, Córdoba, Tucumán y del Alto Perú. Pero los representantes altoperuanos no fueron elegidos por sus circunscripciones debido a la feroz contienda contra el poder real que se mantenía en esas zonas, sino que fueron designados entre los recientes emigrados en el norte argentino. Pese a ello, les cupo efectuar muy destacado papel.

Cabe recordar que en aquel congreso se presentaron dos corrientes que apoyaban la constitución de un gobierno monárquico. Una de ellas, formada por los elementos conservadores, particularmente de Buenos Aires, aspiraba a consolidar la independencia entregando el Gobierno a un príncipe español o portugués. La otra, propiciada por diputados del norte argentino y del Alto Perú, llegó a pretender el restablecimiento de la monarquía incásica o simplemente implantar el sistema republicano. Al final, primó la cordura, con base en la concepción del doctor Mariano Serrano, elegido secretario por la Asamblea, quien rompiendo con sus opiniones republicanas defendió la forma de una monarquía “temperada”, por considerar que este modelo de gobierno daría fin con la anarquía latente dentro del mismo congreso.

No obstante, recién en 1819 se consagró la idea de una constitución republicana, gracias sobre todo al influjo de la prensa de Buenos Aires, en la que destacaban los escritos de don Vicente Pazos Kanki, indígena aimara oriundo del Alto Perú, quien se oponía tenazmente a la concepción monárquica y defendía un sistema republicano parecido al que regía con éxito en América del Norte.

Pese al esfuerzo del gobierno de Buenos Aires por recuperar el Alto Perú, pues envió tres ejércitos auxiliares a las provincias altas, y luego del Congreso de Tucumán se atrevió a mandar un nuevo cuerpo expedicionario al mando del coronel La Madrid, nunca pudo lograr ese anhelo. Esos ejércitos se encontraron en el Alto Perú con las mejores tropas realistas, que los derrotaron y expulsaron más allá de Salta. Era evidente que la posesión de Potosí era fundamental para financiar la guerra, y ello obligó a los realistas a concentrar en esta región sus mejores fuerzas militares.

Tampoco resultó positivo el proyecto del general San Martín de atacar primeramente por la zona de la costa, liberando a Chile y Perú, con el fin de que las tropas realistas abandonaran el Alto Perú, pues ellas se mantuvieron en las alturas. Por el contrario, este cambio en la concepción estratégica tuvo graves consecuencias para el destino de las provincias de Charcas. Se podría decir que se fueron quebrantando las tentativas de reunificación de las dos grandes secciones del antiguo virreinato del Río de la Plata. Estas tierras altas seguirían siendo, por espacio de otros ocho años, el teatro de una guerra interminable. Esta nueva lucha ya no se daba entre ejércitos organizados, sino por guerrilleros que impedían la concentración de las fuerzas realistas, lo que salvó al norte argentino de una nueva invasión.

Lamentablemente el curso de la historia fue variando en esos años. Como pasó mucho tiempo en que no hubo contactos entre el gobierno bonaerense y los guerrilleros altoperuanos, los vínculos de éstos con las tierras bajas del Río de la Plata se suprimieron, y con ello, todo interés en integrarse a ellas. El Alto Perú dejó de pertenecer por sentimiento a la nueva República Argentina y se constituyó en una nación independiente. Solo quedó como vínculo el apelativo de la nueva nación del Plata, proveniente del argentum, es decir, de la plata de Potosí. De este modo, mientras las provincias bajas tomaban el nombre de República Argentina, término correspondiente a las tierras altas, éstas adoptaron también un nombre prestado: República de Bolívar.

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