Brasil, Argentina y los intereses sobre el Atlántico Sur

Columna
Clarín, 02.02.2020
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino
Los océanos siguen siendo un componente central en las visiones geoestratégicas del siglo XXI

Los océanos siguen siendo un componente central en las visiones geoestratégicas del siglo XXI. En el actual cuadro de competencia global, las potencias predominantes continúan reforzando esa presencia al tiempo que desarrollan estrategias de proyección política y económica desde el mar tanto en lo que hace a la explotación de los recursos naturales, las comunicaciones como en términos de ocupación de espacios marítimos circundantes.

En el Atlántico, Brasil ya es visto como un protagonista naval relevante. El proyecto Amazonia Azul, expresión planteada en el 2004 por el almirante Roberto Guimaraes Carvalho, es ilustrativo de un enfoque con objetivos que trascienden la protección de los 4,5 millones de kilómetros cuadrados de área marítima y que alberga una de las cuencas petrolíferas más significativas del planeta.

En ese marco la frontera marítima del Brasil aspira a una presencia efectiva en las aguas adyacentes al este y sur de la jurisdicción nacional. Publicaciones de Carlos de Meira Mattos, ya delineaba esos propósitos geopolíticos. El almirante Paulo Moreira y otros importantes estrategas, con regularidad y constancia, conformaron una visión que está convirtiendo a Brasil en una notable potencia marítima. Es hoy la más importante marina de guerra de América Latina y con el mayor número de buques y aeronaves en actividad. Recientemente botó el primer submarino convencional de una serie de cinco, que prevé uno a propulsión nuclear. El programa nuclear, a cargo de la armada en los componentes más sensibles (PNM), tiene la capacidad de elaborar los combustibles autónomos y posee una planta industrial para producir el uranio enriquecido necesario al respecto. El PNM incluye además el fortalecimiento sustantivo del Centro Tecnológico de la Armada en San Pablo (CTMSP).

La dimensión estratégica que persigue Brasil es visible en el manejo concordante de las variables de defensa y de política exterior como de ciertos programas tecnológicos como es el caso del nuclear, satelital y misilístico. Si bien existen claros matices de énfasis diferenciados entre las distintas administraciones, sea la de Lula da Silva y Dilma Rouseff, Michel Temer o Jair Bolsonaro, persiste una lógica elemental de compromiso compartido en las premisas de proyección geopolítica regional e internacional. También en la idea de que un Brasil con alcance global requiere de una estatura militar consolidada de última generación. Ese aspecto es considerado central para lograr, entre otros, la aspiración de ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

El Libro Blanco de la Defensa deja en claro los objetivos que persigue, tanto cooperativos como disuasorios. En la página 39 señala que las áreas de mayor prioridad incluyen el Paralelo 16 norte, la costa oeste de África, la Antártida y el este de América del Sur. Las referencias al Atlántico Sur como respecto de la Antártida, ponen de manifiesto la intención de conjugar en toda la región marítima su estatura económica y estratégica. Llama la atención que el Libro Blanco no haga mención a la presencia colonial del Reino Unido ni al agravio que representa la presencia militar británica en Malvinas ya que es un factor desestabilizante del Atlántico Meridional.

Es evidente que todas estas cuestiones requieren de un abordaje actualizado por parte de Buenos Aires y Brasilia. Es oportuno que la diplomacia, además de los importantes temas de proyección económica y comercial, preste debida atención a la dimensión estratégica de la relación bilateral. La incertidumbre del mundo actual no debería dejar a la deriva cuestiones centrales que hacen a la estabilidad del Cono Sur.

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