Cambio de perspectivas para la desnuclearización de Corea del Norte

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Por el ojo de la Cerradura, 02.04.2018
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino

La cumbre del presidente de Estados Unidos con el líder norcoreano, después de serias amenazas de enfrentamiento y de descalificarse mutuamente, puede ser la clave para abrir una inesperada ventana de negociación para la desnuclearización de la península de Corea. El hecho en sí mismo, por el simple anuncio, ya ha producido un cambio de clima e incluso de perspectivas que incluye encuentros fundamentales, en abril, entre los líderes de las dos Coreas como el reciente viaje de Kim Jong-un a Beijing, aliado estratégico y principal socio comercial. La circunstancia de que haya viajado a China constituye un paso en la intención que abandone el arsenal nuclear. También evitar el fastidio de Xi Jinping de ser desplazado del centro de la escena diplomática.

Las circunstancias que rodean del caso del armamentismo nuclear norcoreano guardan reminiscencias con el acceso de China al arma nuclear. Los primeros ensayos en 1964 de dispositivos nucleares y la prueba de una bomba de hidrógeno, en 1967, generaron fuertes reacciones contrarias de la amplia mayoría de la comunidad internacional e incluso de Moscú, en esa época aliado principal de Beijing, que llegó hasta a poner en duda la aplicación del acuerdo bilateral de asistencia militar recíproca en caso de ataque de un tercer Estado. Esos años estuvieron dominados con sanciones diversas a China y un clima de fuerte tensión militar hasta que en febrero de 1972 se produce la histórica reunión entre el presidente Richard Nixon y Mao Zedong.

Aunque está claro que el encuentro de Donald Trump con Kim Jong-un no es comparable a la cumbre de 1972, tanto por la dimensión política de los personajes como de los países involucrados, sigue siendo la misma metáfora para una acción diplomática no característica o inesperada. En el caso particular de la península coreana, la posesión de armas nucleares y la capacidad misilística desarrollada por Pyongyang le da una relevancia política y una proyección militar que no puede ser menospreciada ni desvalorada. El riesgo potencial de guerra con el uso de armas nucleares también pone en evidencia la necesidad de soluciones diplomáticas no convencionales para controlar o poner fin a la amenaza que supone el armamento norcoreano para Corea del Sur, Japón y el propio territorio continental de Estados Unidos.

Desde esa perspectiva, la disposición de Donald Trump para reunirse con el líder norcoreano es ponderable aun cuando de esa primera cumbre no surjan definiciones nítidas o definitivas. Tras 27 años de fracasos diplomáticos, incluso de alcance multilateral como fue el Grupo de los Seis (Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Corea del Sur y Corea del Norte), era necesario explorar fórmulas de impacto para intentar encarar la desnuclearización de la península y, como compensación, el otorgamiento de incentivos a Corea del Norte que incluya el gradual levantamiento de las sanciones declaradas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. También probablemente la firma de un tratado de paz que reemplace al armisticio de 1953 como garantías mutuas de no intervención y no agresión.

El desafío de alto calibre que supone el futuro proceso de negociación en la península coreana encuentra a la diplomacia norteamericana en transición y con algunos nombramientos polémicos en el Departamento de Estado como en el Consejo Nacional de Seguridad. Washington tampoco tiene embajador en Corea del Sur, artífice del giro diplomático con el norte. Estas circunstancias ya ponen de relieve diferencias sustantivas con el ejemplo chino norteamericano de la década de los sesenta. El presidente Richard Nixon, a diferencia de Donald Trump, contaba con la extraordinaria habilidad diplomática de un académico de prestigio como era Henry Kissinger.

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