Cristina, Dilma y Michelle: por qué las mujeres del ABC están fracasando?

Editorial
OpinionGlobal, 01.07.2015

Las presidentas del ABC (Argentina, Brasil y Chile) destacan como grandes figuras de la izquierda regional. Sus elecciones (y reelecciones) constituyeron victorias tanto para el género como para el progresismo en la política sudamericana. Y, por cierto, todas contaban con sus méritos personales: Cristina Fernández en Argentina, no sólo consiguió constituirse en la sucesora tanto de su marido como de su variante neoperonista, sino que de cara a las elecciones presidenciales de fin de año pretende dejar al kirchnerismo (dupla Scioli-Zannini) anclado en el poder. Por su parte, Dilma Rousseff en Brasil y Michelle Bachelet  en Chile, son las primeras dos mujeres en ejercer la más alta magistratura en sus respectivos países, la primera manteniendo la preeminencia nacional del Partido de los Trabajadores (PT) y la segunda creando la coalición de la Nueva Mayoría (NM) para el retorno de la izquierda al poder.

Ahora bien, el común denominador de ellas es el populismo, en sus distintas facetas nacionales. La ex senadora, ex primera dama y actual presidenta argentina, ha construido un régimen personalista y clientelista, que fundado en el corporativismo antiliberal del viejo peronismo argentino se ha ido estructurando como un movimiento amorfo pero nepotista en torno a la dinastía kirchnerista (Néstor, Cristina, Máximo y la Cámpora). De las tres gobernantes del ABC, Cristina es la más ávida de poder y la que hoy concita el mayor apoyo popular (40% de aprobación).

La ex guerrillera, economista, tecnócrata del PT, fiel seguidora de Lula, y presidenta brasileña, se empecinó en su primer mandato por transitar una teórica ruta posneoliberal, descuidando las reformas que se necesitaban para la modernización del país y la fuerte corrupción que afectaba a su partido. Dilma es hoy muy impopular (10% de aprobación), tanto que su maestro político (Lula) parecería estar abandonándola.

La también ex militante y exiliada de izquierda, ex ministra de salud y de defensa que fuera convertida en gran "producto mediático-electoralista", y reelecta presidenta chilena, quiso aprovechar su inmensa popularidad para emprender en su segundo mandato un régimen socialista "refundacional" en el país, poniendo fin a la economía social de mercado por excelencia de América Latina. Bachelet ha emprendido una serie de reformas, sin estudiarlas o prepararlas técnicamente, ni previendo sus costos y consecuencias. Por ello, el país está hoy estancado económicamente, la situación política se ha encrespado, los chilenos sufren una crisis de confianza generalizada, y la popularidad de la presidenta ha caído fuertemente (25% de aprobación).

A manera de conclusión, no se puede gobernar un país moderno falseando las estadísticas, interviniendo el poder judicial, neutralizando los gremios, comprándose la gente y quebrando sus instituciones fundamentales, como lo pretende Cristina Fernández en Argentina. Tampoco se puede dirigir una potencia económica sin las reformas estructurales del caso, promoviendo con las grandes empresas nacionales un colonialismo en el región ("populismo bandeirante"), ni desoyendo el clamor de la gente frente a la rampante corrupción gubernamental, como lo ha estado haciendo Dilma Rousseff en Brasil. Y, finalmente, no se pueden confundir las simpatías personales con la gestión del Estado, como ocurrió con Michelle Bachelet, ni la necesidad de mayores regulaciones con el cambio de un sistema económico probadamente exitoso, como el que pretende la NM en Chile.

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