Cuando el dinero nos convierte en traidores

Columna
OpinionGlobal, 07.04.2017
Jaime Undurraga M., abogado y consultor de empresa

Hemos asistido últimamente en Chile a dos actos de traición realmente impresionantes. Y, al parecer, la opinión pública y los medios no se han sentido para nada remecidas ni escandalizadas al mismo nivel de las llamadas  "platas políticas”, con toda su corte de personajes conocidos, como empresarios de nombre, fiscales, jueces, comentaristas, opinantes de TV, etc.

Los actos de traición a los que me refiero se relacionan con las dos instituciones mejor evaluadas en el último tiempo por toda la ciudadanía: Carabineros y Bomberos.

En un momento en que la mayor parte de las instituciones públicas sufren una impresionante baja en la confianza que le tienen los ciudadanos (Cámara de Diputados 17%; Partidos Políticos 10%, empresas 12%), el Cuerpo de Carabineros de Chile obtiene un 56% de confianza de la población, sólo superado por las radios. Y, en el caso del Cuerpo de Bomberos de Chile, junto con la Fundación Teletón, son las dos instituciones sociales mejor evaluadas por la gente.

Sin embargo, asistimos con incredulidad al desfalco de más de 13.000 millones de pesos en el caso de Carabineros y de un Cuerpo de Bomberos que cobra 56 millones de pesos por asistir a un incendio de una industria.

Fui bombero voluntario por 6 años, durante toda mi etapa universitaria y me tocó tener una estrecha relación con Carabineros de Chile en mi vida profesional, por el tipo de empresa en que estaba y por la ubicación geográfica de la misma. Por tanto, puedo dar fe del orgullo que uno puede encontrar en ambas instituciones con respecto al valor del servicio que prestan, y sin esperar mayores retribuciones y, en el caso de bomberos, ninguna. Me consta el esfuerzo cotidiano de los integrantes de ambas instituciones para prestar los servicios que la ciudadanía les pide y les exige. Y, lo anterior, a pesar de los estructurales déficits de recursos con que operan.

Ese era y ha sido siempre su sello profundo: servir. A eso se comprometieron cada uno de sus miembros al ingresar a dichas instituciones. Por ello, juraron dar la vida si fuere necesario. Y, ahora, observamos con indignación cómo un grupito de codiciosos ha traicionado su palabra empeñada frente a sus compañeros, y ante la institución, solamente por la codicia del dinero.

En el caso de Carabineros, el daño no es sólo los más de 13.000 millones de pesos defraudados. No. Es mucho mayor. Es el daño que le producen a los miles de funcionarios policiales que hacen su mayor esfuerzo cada día por prestarnos el servicio que la ley les ha encomendado, a sus familias y a toda la ciudadanía que confía en ellos.

En el caso de Bomberos, el daño no es el sólo monto “chantajeado” a una empresa, sino la traición a la tradición más honrosa y excepcional de dicho Cuerpo: el prestar un servicio en forma impecable y absolutamente voluntaria, lo que es una excepción a nivel mundial.

Hace un poco más de un mes asistimos a un reconocimiento masivo de los medios de comunicación a Bomberos por su labor en los incendios forestales que azotaron la Zona Central de Chile. ¡Con alfombra roja en la gala del festival de Viña y todo!  Hoy sólo vemos a los inculpados en los medios, pero ninguna palabra para el resto que siguen cumpliendo con su labor, teniendo que cargar ahora con el peso de estas traiciones sin merecerlo. En realidad el servicio que prestan ambas instituciones cada día no produce rating en TV. Por tanto no interesa.

Pero cabe preguntarse hasta dónde estamos llegando como sociedad, que ya no queda casi ninguna institución que no quede afecta a esta tendencia de aceptar la traición por razones de codicia, sin escandalizarnos casi nada. ¿Es que ya nos estamos adormeciendo al respecto? ¿Será que ya no nos está importando demasiado incluso traicionar con tal de ganar unos pesos más en forma fácil? ¿No se estará transformándose casi en un ejemplo de viveza criolla?

A veces pienso que sólo nos falta ver un día en los medios que se ha descubierto un desfalco de proporciones en el Hogar de Cristo.

¡Y seguro, que vamos a una pausa y volvemos!

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