De Allende a Maduro, la fatal arrogancia y el mito del bloqueo

Reportaje
PanAm Post, 20.05.2018
Guillermo Rodríguez G., investigador (Centro de Economía Política Juan de Mariana) y profesor de
Economía Política (IUPG-Caracas)

Interpretar la realidad objetiva requiere teorías. Incluso realidad significa diferente cosa para diferentes personas, según la teoría con que le den significado. Considerando el error intelectual común al variopinto socialismo identificado por Friedrich Hayek en La Fatal Arrogancia, entendemos mejor los mitos socialistas. La mentira en su propaganda es intencional. Hacerla creíble es condición sine qua non de su efectividad. Y los mitos en la propaganda socialista son creíbles exclusivamente para quienes comparten ese error intelectual.

La teoría económica explica porque las economías de las revoluciones socialistas fracasan miserablemente a corto y largo plazo –y como en ciertos sectores obtienen aislados éxitos temporales– El mito se creó para negar las causas reales del fracaso. Veámoslo con el Chile de Allende en referencia a la Venezuela actual. La propaganda socialista sostiene que la CIA planificó y ejecutó un gigantesco bloqueo al que Allende denominó “invisible”. Hoy citan un memorándum de Kissinger solicitando medidas financieras contra Chile.

Quien entiende de economía sabe que es materialmente imposible para un gobierno, incluso el de la primera potencia del planeta, planificar centralmente una economía nacional. Propia o ajena. Pueden aplicar medidas financieras o comerciales que afecten a otra economía –con costos a la propia– Contra una economía de mercado sería poco. Contra una economía mercantilista o socialista, más. Pero no pueden “hacer a una economía gritar” sin una guerra. Atribuir el desastre económico de Chile entre 1970 y 1973 a la CIA es un mito. Lo más que podía lograr era empeorar un poco lo que socialismo por sí mismo ocasionaba.

La CIA no formuló presupuestos de gasto deficitarios. Fue el gobierno de Allende. Y fue el Banco Central chileno el que los financió con inflación. El déficit chileno pasó del 6,69 % del PIB en 1970, a 15,28 % en 1971, 24,53 % en 1972 y 30,48 % en 1973. El gasto público en salarios subió del 15.89 % del PIB en 1970 a 19,54 % en 1971. En seguridad social subió de 8,60 % del PIB en 1970 a 11,87 % 1971. Sin incrementos de productividad e ingreso fiscal –y no había– es populismo.

La “financiación interna neta” subió del 6,60 % del PIB en 1970, al 13,61 % en 1971, 22,71 % en 1972 y 30,40 % en 1973. Eso es emisión monetaria inflacionaria. Y el precio del cobre cayó en 1971 y 1972. Suficiente para que cayera el ingreso fiscal. Más con la contracción de la economía interna que ocasionaba la UP. Y la reducción de ingreso fiscal real usual en altas inflaciones. La CIA no hizo caer el precio del cobre en el mundo. Ni subió los salarios nominales chilenos por encima de la productividad real. Ni creó el déficit fiscal. Ni emitió dinero inflacionario para financiarlo.

En 1973, los subsidios a las empresas del Estado –fuera del cobre– representaban el 9,49 % del producto. El año en que se agudiza la caída de producción por nacionalizaciones de empresas y controles de precios. La escasez –desinversión– y el mercado negro –contrabando y arbitraje– son lo que la teoría económica esperaría de atacar al capital, emitir dinero inflacionario y aplicar un control de precios. Y es lo que ocasionaron en el Chile de Allende. En eso la CIA no tuvo ni “arte ni parte”.

Se suele citar como “prueba” del “bloqueo invisible” la caída del crédito comercial. Y afectó la producción al dificultar adquirir insumos y repuestos. El precio del cobre no permitió incrementar las importaciones con ingresos externos del gobierno. De hecho, una diferencia coyuntural vital entre Allende en Chile y Chávez en Venezuela fue la prolongada bonanza de las materias primas de la que careció el primero. Los efectos de políticas económicas que aplican el gasto populista como vía al socialismo pueden diferirse mucho tiempo con una bonanza de materias primas en economías mineras. La falta de crédito comercial llegó a la Venezuela chavista tan tarde y tan temprano al Chile allendista como los signos de insolvencia que la causaron.

Casi toda la oferta chilena estaba sujeta a controles de precios, racionamiento y nacionalización de la distribución bajo Allende en 1973 –el chavismo en Venezuela tardó más de una década en atreverse a tanto–  Y al alcanzar esos niveles de intervención –no de la CIA sino del gobierno local en la economía– se agrava la escasez y amplia el mercado negro. Me explicó hace años el Profesor Carlos Sabino, –quien entonces vivía en Chile y comenzaba a dudar del socialismo en que había militado– que tenía que dedicar más tiempo a hacer fila que a trabajar. Decidió dejar Chile con su familia.  Como decidió dejar la Venezuela a la que emigró entonces –tras hacer todo lo que como intelectual pudo para oponerse a la barbarie– al concluir que aquí la locura socialista se mantendría en el poder hasta las últimas consecuencias.

¿La CIA financió paros de transporte en Chile? Tal vez. Es el tipo de intervención puntual factible que agravaría lo que ya estaba pasando. En 1973, Chile sufrió 2.050 paros en que hacían huelga 700 mil trabajadores. En 1972 fueron 3.325 paros con más de 390 mil trabajadores en huelga. Y en 1971 2.696 paros con casi 300 mil trabajadores en huelga. En Chile, con control de cambios y precios, el diferencial cambiario entre el racionamiento de divisas y el mercado negro llegó a ser de 40 veces a finales del gobierno de Allende. Diferencial “normal” en la Venezuela de la hiperinflación socialista del siglo XXI. Equivalentes políticas, resultados y mitos.

Pero lo que aprendieron de la pérdida del poder en el Chile de Allende lo aplicaron a mantenerlo en la Venezuela de Chávez y Maduro. Lograr que sus fuerzas militares fueran una garantía y no una amenaza para una revolución socialista que alcanzó el poder por medios democráticos y de ahí avanzó hacia el totalitarismo. Es la gran diferencia.

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