De Bosnia a Ucrania: la necesidad de fortalecer la presencia militar europea

Matías Salazar H.*

Europa no puede continuar dándose el lujo de no considerar, dentro de sus prioridades, la restauración de un sistema de defensa común, a raíz de los cambios estructurales de poder en el sistema mundial, en particular el Powerpolitics (geopolítica neo-imperialista) que muestra la Rusia de Putin en Ucrania.

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Desde sus inicios, la Unión Europea se ha consolidado como un actor con bases fundacionales democráticas y jurídicas envidiadas a nivel internacional. Ello, en lo regional, con las sucesivas adhesiones a la Unión de los países que no formaban parte de ella, así como extra regional, al ser uno de los mayores exportadores de servicios, líder mundial en ayuda humanitaria, y por velar por el derecho internacional y el respeto hacia instituciones multilaterales.

Sin embargo, a pesar de todo este soft-power (poder blando), la UE dejó de lado los asuntos en materia de defensa (razones presupuestarias?). Por ende, en la actualidad carece de un hard power de significación mundial, uno que le permita contrapesar al cambiante equilibrio de poder propio de hoy. Es “un gigante económico, un enano político y un gusano militar”[1].

Las negociaciones entre los miembros de la Unión para el mejoramiento del Agencia de Defensa Europea (EDA) han sido poco eficaces y, más bien, contraproducentes, por la incapacidad de arribar a resoluciones consensuadas. Tal situación ha derivado en que el desarrollo de la defensa continental se haya estancado durante la Guerra Fría, dejando a la UE como un actor con capacidades militares deficientes e, incluso, obsoletas.

 

OTAN y la inestabilidad de los Balcanes

Francia, entre otros, abogaba una visión europeísta, consistente en la construcción de una defensa paralela a la OTAN; es decir, unas fuerzas armadas de reacción rápida y autónomas, a fin de nivelar el status asimétrico de poder que gozaba EEUU en el escenario internacional. Tal postura pretendía poder resolver los intereses del continente, sin la necesidad de recurrir a la OTAN (aunque sí buscando a otros aliados extra-regionales). En otras palabras, ella aspiraba a no tener que depender tanto de EEUU para la resolución de conflictos, tal como ocurriría más tarde en los Balcanes.

Por otro lado, la posición del Reino Unido privilegiaba una visión atlanticista, apoyando irrestrictamente a su aliado natural, EEUU, y de esa forma, exacerbando el rol de la OTAN.

Frente a la bipolaridad al interior de la UE recién descrita, habría que agregar la postura independiente de aquellos miembros que se adhieren a la neutralidad (Irlanda o Escandinavia). Por ende, la resolución de un acuerdo en materia de defensa entre posiciones antagónicas era claramente un asunto complejo.

Durante la primera mitad de la década de los noventa, la tensión mundial se manifestó preferentemente en los Balcanes, donde una ola de movimientos independistas emergió entre las repúblicas que habían conformado Yugoslavia. En primer lugar, Eslovenia, luego Croacia y Bosnia. “La Unión Europea demostró su inmadurez y su ineptitud para aprovechar aquella ocasión de afirmarse, en su propio continente, como una potencia capaz de imponer, por la fuerza en caso necesario, una solución justa y equitativa para todos”[2]. Inaceptable fue que el tan galardonado ‘poder civil’ de la UE, defensor incondicional de los DDHH, titubeara en reaccionar y simplemente permaneciera inactivo mientras se desencadenaba una crisis en un territorio vecino. De hecho, EEUU tuvo que poner orden frágilmente mediante la firma de los Acuerdos Dayton.

El conflicto en Bosnia, y la posterior guerra desatada en Kosovo, a raíz de las represalias de Milósevic, ilustraron de forma evidente las falencias defensivas que tenía la UE. Se presenció una extensa asimetría entre la superioridad militar y el know-how norteamericano con la inefectividad táctica y tecnología arcaica de las tropas europeas:

Los europeos solo fueron capaces de llevar a cabo un tercio de las expediciones aéreas, tan solo un 20% de los bombardeos, y encontraron enormes problemas para desplegar una decena de miles de soldados […] Sus lagunas en inteligencia, transporte aéreo, comando, control, comunicaciones y 'Smart Weapons' fueron notorias” [3].

Y, por si todo ello no fuera poco, las asimetrías en la OTAN hoy continúan. Si bien hace una década, EEUU era cubría el 50% del presupuesto militar de la organización, hoy en día la dependencia financiera europea es aún mayor, ya que los norteamericanos cubren más del 75% del presupuesto militar de la OTAN. Entre el 2010 al 2012, el presupuesto militar de los países europeos miembros se ha reducido en 45 billones de dólares. De hecho, solo cinco de los 28 miembros–EEUU, Polonia, Grecia, Reino Unido y Estonia– cumplen la norma de la OTAN que estipula gastar el 2% del PIB en defensa.[4]

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Por otra parte, el proceso decisorio de la OTAN, también ha demostrado falencias al momento de llegar a consensos. Durante las operaciones conjuntas en Libia, el año 2011, Francia y Gran Bretaña, por un lado, abogaron por aplicar la filosofía del R2P –utilizar la fuerza para proteger a los civiles sirios– mientras que Alemania decidió abstenerse. Por su parte, EEUU nuevamente –al igual que en los Balcanes– tuvo que liderar las operaciones y rellenar aquellos vacíos expuestos por insolvencias militares del continente europeo.

 

Crisis de la deuda y los recortes presupuestarios

Cabe hacer mención que, la recesión económica de la crisis de la deuda fue un intenso remezón para el viejo continente. Tanto así, que hasta la fecha, el bloque económico no a logrado repuntar gatillando severas crisis y fragilizando al Euro, la cohesión entre los miembros y la estructura macroeconómica europea. El profundo déficit fiscal en Grecia es un ejemplo evidente de la flaqueza económica, la que, también ha deteriorado el ambiente político.

Todo esto afecta directa o indirectamente las capacidades militares de la unión. La recesión trajo consigo desaceleración económica que condujo, entre otras cosas, a medidas austeras y considerables recortes en los presupuestos de defensa. Desde el 2011, el Reino Unido ha permitido recortes del 8 al 11%, mientras que Francia del 4%. Para situarlo en contexto, Estados Unidos gastaba en el 2010, alrededor de 520billones de euros al año, mientras que, los países de la EDA gastaron en conjunto 194 billones ese mismo año. EEUU destina alrededor del 4.8% de su PIB en defensa, mientras que, en Europa se promedia solo el 1.6%[5]. Por otro lado, el cuestionamiento británico de su adhesión a la Unión Europea, el denominado ‘Brexit’, debilitaría el ya débil hard power del continente, al ser el Reino Unido considerado la mayor potencia militar de la UE. Por lo tanto, a grandes rasgos, se podría dar una desmilitarización europea tal como lo anunciara Margaret Thatcher en 1996:

Debido que, el riesgo de aniquilación nuclear total se ha ido, nosotros en el Occidente hemos caído en una autocomplacencia alarmante sobre los riesgos que permanecen. Hemos agotado nuestra defensa y relajado la guardia. Y para consolarnos de que estamos haciendo lo correcto, hemos puesto cada vez más nuestra confianza en las instituciones internacionales en salvaguardar nuestro futuro.[6]

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Si bien los presupuestos militares son -en general- un factor determinante en la correlaciones de poder, el factor primordial es el compromiso a la cooperación, o sea, la realización de trabajos conjuntos en la UE para actuar como un bloque en el área de defensa. Al observar los números por si solos, los estados miembros son intrascendentes (ejércitos pequeños con reducido capital militar– al compararlos con otras potencias, tales como China, Rusia o, incluso, Corea del Sur. La UE en su conjunto sólo cuenta en promedio con 66.000 tropas desplegadas, mientras que los EEUU disponen más de tres veces esa cifra, alcanzando los 200.000 hombres.

El (re)balance de poder

Además, cabe destacar que EEUU viene arrastrando hace más de dos décadas costos insuperables por su permanente presencia militar en el Oriente Medio. Esto ha generado un cambio retroactivo de su política exterior –en términos militares– por parte del ‘ya no tan’ hegemón norteamericano. Al abrirse un ‘vacío de poder’ en el sistema internacional, factible de rellenarse con la expansión de Rusia en Ucrania y su reciente intervención en Siria. Dicha situación afecta directamente los intereses europeos.

La reestructuración del balance de poder a nivel mundial –del unipolarismo al multipolarismo–, no solo se observa en la decreciente influencia norteamericana y la mencionada proactividad rusa, sino también en la gran carrera armamentista que se observa a lo largo de Asia (China, Corea del Norte, Japón). En el caso chino, se aprecia una emergente fuerza militar, como consecuencia de que -ya en el 2010- había incrementado su presupuesto a 81 billones dólares aproximadamente, un 358% más que la década anterior.

Hoy en día, el gasto chino en defensa ya supera los 131billones de dólares y sigue creciendo. Con ello, ya cuenta con la segunda flota más extensa del mundo tras EEUU y practica una activa geopolítica en el Asia Pacífico, donde pretende solidificar su presencia y lograr una omnipresencia marítima con la construcción de islas en el Mar de la China Meridional. Se estima que para el 2020, las capacidades navales chinas –tanto tecnológicamente como en la cantidad de barcos– alcanzarían las norteamericanas. En cuanto a tropas, China cuenta con alrededor de 2.3 millones de soldados activos. Equiparándose a los 2.5 millones de tropas estadounidenses.

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Por su parte, Corea del Sur, Japón e India, entre otros, han respondido al armamentismo chino de la misma manera. Actualizando su capital militar, incrementando el presupuesto destinado a la defensa y mejorando sus capacidades navales en la zona.

Finalmente, cabe hacer mención de la segunda potencia militar a nivel global: Rusia y su agenda en política exterior. Desde el término de la guerra fría, que no surgían tensiones entre Rusia y el Occidente, de tal envergadura como las que enfrentamos hoy. Vladimir Putin, por distintas razones, pretende devolverle a Moscú un rol importante en el escenario global. Esto lo ha conseguido con la anexión de Crimea, la posterior intervención en Ucrania oriental y, más recientemente, con su campaña militar en Siria.

Putin, quien cuenta con una aprobación doméstica sin precedentes, ha logrado todo esto a sabiendas que la reacción de EEUU y Europa sería endeble. Si bien Estados Unidos comparte la responsabilidad, es realmente inconcebible que la UE sea incapaz de reaccionar, más allá de meras sanciones económicas, en contra del avance ruso hacia el Oeste en territorio europeo. Los miembros de la Unión tienen claro que por ahora sólo pueden adoptar una política de "apaciguamiento", dado que no cuentan con las capacidades militares para evitar que Rusia ‘juegue sus cartas’. En un ambiente de nueva guerra fría, Putin apuesta a la fragilidad de Occidente, sobre todo en su aspecto militar y la consiguiente falta de voluntad para responder. Con ello, no se pretende desatar un conflicto armado contra Rusia, pero sí que los europeos puedan contar con una disuasión militar suficiente.

Es sabido que en el sistema internacional el power politics es un recurso frecuentemente utilizado. Los estados, principalmente los más fuertes y capaces, finalmente persiguen sus intereses a costa de los demás si es necesario. Por ende, si Europa aspira a mantener por lo menos el status quo, debe concentrarse más en mejorar su poder duro. La multipolaridad del escenario global ya no le permite escudarse bajo la sombra dominante de los EEUU de antaño. Para la primacía de Occidente, en general, y los intereses europeos, en particular, será necesario que la UE le ‘eche una mano’.

 

*Cientista político (Universidad Diego Portales) y co-editor de OpinionGlobal

 

 

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[1] Barbé, Ester “Evolución, Presente y Perspectivas Futuras de la Unión Europea y de la Política de Seguridad y Defensa.” pp. 24-39.

[2] Ramonet, Ignacio (2002) “ Guerras del Siglo XXI: Nuevos miedos, nuevas amenazas” pp. 125-140.

[3] Blesa, Pablo S. (2006) “De la Defensa de Europa a la Europa de la Defensa: La transformación de la Unión Europea en actor militar global del siglo XXI” pp. 351-411.

[4] Christy, P. (2012) “Europe’s Looming Defense Crisis is a Threat to NATO” en The Commentator [En línea], disponible en: <http://bit.ly/1KzIC8S>

[5]European Defense Agency (2015) “EU and US Government Defense Spending” [En línea], disponible en: <http://bit.ly/1GWTjlJ>

[6]Christy, P. (2012) “Europe’s Looming Defense Crisis is a Threat to NATO” en The Commentator [En línea], disponible en: <http://bit.ly/1KzIC8S>

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