De Melgarejo a Evo

Columna
La Tercera, 03.10.2015
Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

Cuenta una leyenda de larga vida que el dictador Mariano Melgarejo humilló al embajador británico haciéndolo pasear desnudo en un burro por la plaza de la capital y luego lo expulsó del país. Melgarejo, más curado que una cuba, habría pretendido que el agente diplomático le presentara sus credenciales al burro.

A modo de represalia, la reina Victoria nada menos, al enterarse de tamaña afrenta, mandó enviar una armada contra Bolivia, pero al hacérsele ver que no serviría de mucho porque el país insolente era altiplánico, de tierra adentro y a tres mil metros sobre el nivel del mar, Her Imperial Highness tomó una pluma de cisne y tachó su existencia decretándolo “unknown land” en un mapa.

A Bolivia la han redibujado varias veces antes y después, por tanto, eso al menos suena plausible. Con todo, no hay dudas de que la anécdota es apócrifa. Existen varias versiones, en más de un detalle, anacrónicas (no coinciden época y personajes). Si bien Melgarejo solía hacerse acompañar por un burro (eso no está en cuestión aunque suena demasiado a Calígula y su caballo Incitatus), a veces la exposición de trasero y otras desnudeces remite no al plenipotenciario sino a la concubina del dictador, a quien Melgarejo solía ofrecer en orgías a sus invitados (no sólo el burro). Hay discusión sobre la naturaleza de la pluma (no hay acuerdo si de cisne, búho o halcón, o un simple lápiz o vulgar tiza, confundiendo a H.I.H. Victoria con una “Miss” de escuela de párvulos). Lo extraordinario es que los archivos diplomáticos nada ayuden y eso que, según Mike Dash (del Smithsonian Magazine), al cuento éste se le ha tenido en cuenta. Nada menos que por nuestro historiador Ramón Sotomayor Valdés, quien pudo haber originado esta leyenda negra (pérfidos los chilenos y más aún si se llaman Sotomayor, gente clave en la Guerra del 79). Más insólito todavía es que bolivianos se la creyeran.

Evo Morales, al parecer. La semana pasada atribuyó que Bolivia no tenga mar a un complot (ojo) de oligarcas chilenos coludidos con ingleses. Claro, somos los “ingleses de Sudamérica”. Una acusación gravísima que, como me lo ha hecho ver la historiadora Sofía Correa, cuestiona la continuidad histórica de nuestra república toda vez que plantea que el problema no sería el “pueblo chileno” sino esta casta extranjerizante, esta elite pseudo-chilena. Bueno, sí, más de alguno de esa oligarquía chilena descendemos de bolivianos, de ingleses y también de princesas coyas, sobrinas del Inca, con tocados maravillosos con plumas, muy ave del paraíso. El asunto es mezcladito: estamos en una América mestiza sin fronteras claras.

Obviamente, el Presidente (¿vitalicio?) de Bolivia apela a nuestro público local traga-leyendas y cobra cuentas, que no es poco. Lo que es su indigenismo impresiona por la carga ideológica, típica de izquierda de siempre, más afanada en provocar luchas de clase y ahora nacionalistas que en querer reivindicar a su pueblo ancestral, esto último una chiva, una “invención de tradición” diría Hobsbawm.

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