Definición del nuevo balance en el continente

Columna
El Montonero, 21.03.2019
J. Eduardo Ponde Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano
  • Con Bolsonaro en Brasil y la crisis venezolana

El Presidente Bolsonaro acaba de sellar una alianza privilegiada de Brasil con EE.UU. Sus amplias coincidencias con Donald Trump —que incluyen una peligrosa adicción al Twitter— han destacado en esta visita a Washington, posterior a las antes realizadas por los presidentes de Chile, Argentina y Colombia. Independientemente del resultado de las elecciones norteamericanas de 2020 y de la permanencia de Trump en el poder, la confluencia de los gigantes de América del Norte y del Sur será gravitante en la política continental, y ciertamente en la peruana.

La reunión presidencial en Santiago, en la que participará nuestro Jefe de Estado es el “Diálogo para la Coordinación y Colaboración en América del Sur”. En ella se lanzará PROSUR, un mecanismo inspirado en la exitosa experiencia de la Alianza del Pacífico (sin burocracia ni cargas presupuestales), del que han sido impulsores los presidentes de Chile y Colombia. A ellos se ha sumado con entusiasmo el presidente ecuatoriano Lenin Moreno, además de los mandatarios de Argentina y Paraguay.  Venezuela y Bolivia dejarán al socialismo del siglo XXI ausente de la cita, a la que Uruguay solo concurrirá como observador.

La proliferación de los organismos latinoamericanos de integración culminó con el aparatoso fiasco de UNASUR, hechura del trío Chávez-Lula-Kirchner.  La estatua de este último será simbólicamente retirada de la entrada del hermoso edificio que donó el gobierno ecuatoriano (la devolución del inmueble ya ha sido solicitada por el Presidente Moreno).  La defunción del baluarte subregional prochavista ilustra el fin del experimento político responsable del desastre de Venezuela y de la inminente caída de Maduro, que no cuenta sino con el solitario apoyo de Bolivia y de la tambaleante Nicaragua sandinista.

Es positivo alejarse del cementerio de organizaciones integracionistas que sobreviven en la región sin logros que justifiquen su precaria existencia.  Y es razonable que los mecanismos nuevos sean formaciones ligeras que surjan de la asociación entre gobiernos que tengan políticas afines, en una etapa histórica caracterizada por cambios inesperados y profundos.  Esto permitió que la Alianza del Pacífico fuera un valioso factor de contrapeso y contención en el contexto sudamericano, amenazado por ALBA Y UNASUR, como escudos de los líderes socialistas que las impulsaron.

La reunión de presidentes sudamericanos en Santiago estará precedida de visitas bilaterales de Duque y Bolsonaro para firmar importantes acuerdos con Chile. La del nuevo Jefe de Estado brasileño ha interrumpido la tradición de visitar primero Argentina, su principal socio comercial y aliado  en MERCOSUR.  Felizmente, el comprensible resentimiento de Buenos Aires no impedirá la presencia de Mauricio Macri para avalar el nacimiento de PROSUR en la reunión sudamericana del próximo sábado, de la mano con los líderes más importantes de América del Sur. El ambiente que la rodea es intenso. Una reciente crónica de La Nación refiere las numerosas desventuras que Bolsonaro ha sufrido en menos de cuatro meses de gobierno, a las que se añade el ostentoso desaire que recibirá de los presidentes de las cámaras de senadores y diputados de Chile, que no asistirán al agasajo oficial del Presidente Piñera como muestra de rechazo a las posiciones extremistas de su invitado.

Así se ha definido el balance regional posterior al distanciamiento de México y Uruguay del Grupo de Lima, y a la creciente convergencia de la Alianza del Pacífico con un MERCOSUR que cambiará radicalmente, y que necesitará del Perú y Chile para aproximarse a la APEC y al Asia-Pacífico.  Con independencia de las circunstancias de cada país, es innegable que el conjunto sudamericano será positivamente alentado por el resurgimiento de una Venezuela democrática y sana, así como por el encapsulamiento del castrocomunismo cubano, privado del petróleo gratuito de Caracas. El cambio de rumbo político en Ecuador significa que el único país del subcontinente que apoya al binomio chavista/castrista es Bolivia, cuyo Presidente abriga la ambición de dominar el Sur del Perú, sembrado de gobernadores que admiran el modelo aymara de Evo Morales. 

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