Dictaduras en blanco y negro: prima la verdad o la mentira

Columna
OpinionGlobal, 16.05.2018
Enrique Subercaseaux M., ex diplomático de carrera y actual consultor cultural

En las últimas semanas  el debate continental sobre las dictaduras ha desplegado velas.  Posiblemente sea por el impacto regional del caso Venezuela y, en menor medida, el de Nicaragua.

El peruano Vargas Llosa, en una reciente conferencia en Santiago de Chile desestimó la bondad de cualquier dictadura.

Para un no-historiador y un no-politólogo esta aseveración puede parecer un tantin exagerada.  Evidentemente que cuando se trata de vender más libros, o jugar a quien es el más políticamente correcto todo vale.

En los últimos 60 años fueron muchas las dictaduras en Latinoamérica.  Y la manera en que juzgamos las cosas hoy en día dista mucho de los juicios que se aventuraran en 1950.  Es por ello que la perspectiva histórica es importante antes de emitir una opinión, o aún mejor, un análisis razonado.

Lo primero es ver porque se caía entonces, con frecuencia, en dictaduras que se resolvían, finalmente, con mayor o menor felicidad.  La respuesta recurrente es por la mala calidad de la democracia y el deterioro del sistema político que desembocaba en un callejón sin salida.

Estos elementos de análisis históricos son importantes de considerar.  Luego, el resultado mismo de los regímenes dictatoriales son disimiles.  El cómo recibieron las dictaduras los gobiernos, y como los entregaron luego, al retornar a la democracia, son preguntas no solo validas, sino que necesarias y honestas.

Es muy distinto el caso de Chile (con una transición exitosa) al de Venezuela hoy o el de Cuba (que aún no se resuelve al cabo de 60 años).

Para algunos existe la corrección política y para otros el oportunismo imperante.

Sin embargo, la izquierda regional ha ido variando sus tácticas. Ya se accede al poder mediante procesos populistas. Una vez entronizados se empieza a legislar buscando limitar y entorpecer el libre proceso democrático. Y el limite de las libertades individuales.

Venezuela hoy es un caso paradigmático.  El actual gobierno de Maduro defiende su régimen de elecciones, pero la realidad es que avanzaron muy rápido en lograr el control de todas las instituciones que garantizaban un contrapeso democrático.

La violencia extrema está ausente, pero la coerción mediante el recorte de libertades civiles a la orden del día.

Sea lo uno o lo otro, el resultado práctico del ejercicio de la democracia en Venezuela, Nicaragua y algún otro país es lamentable.

Con los enormes problemas y crisis humanitarias que bien conocemos.

Sin un análisis más pormenorizado es fácil hacer declaraciones que capturen los titulares en los diarios, en un vano esfuerzo por vender más libros o ser invitado con mayor frecuencia para dictar charlas excelentemente remuneradas.

Pero para los pueblos que sufren estas democracias imperfectas el problema es real y acuciante. Provocando, por ejemplo, olas migratorias inéditas en América Latina.

Más en detalle, cierta derecha en la región ha querido construir una  hilatura argumental de “nuevo liberalismo”, con autores, en general algo ingenuos, que buscar la corrección política y el delicado equilibrio que necesita encontrar hoy la formulación ideologica “low-cost”. Que es aquella que se basa en lecturas no plenamente maduradas de los clásicos de la literatura liberal: Adam Smith y Tocqueville, para comenzar, y que excluye las formulaciones actuales por ser acomodaticias antes que reflexivas.

La disyuntiva de la América Latina contemporánea es, más bien, de buenos versus malos gobiernos.  El arte de la política se ha vuelto cada vez más complejo, con una ciudadanía más empoderada, más opinante, más interviniente y con un ámbito del quehacer socio-político cada vez más transparente, gracias, entre otras cosas a los avances tecnológicos.

Curiosamente los temas básicos siguen siendo los mismos de siempre, y textos como El Príncipe de Maquiavelo, o el Arte de la Guerra de Sun Tzu siguen siendo de vigorosa actualidad.

¿No sería más provechoso volver a estudiar el corpus intelectual existente antes que fabricar constructos endebles que no resisten siquiera un ciclo eleccionario?   Para ejemplo baste  mencionar “Choque de Civilizaciones” de Samuel Huntington y la “Obra” del economista Piketty, ambos muy revolucionarios al momento de publicarse y ahora ni siquiera existen en los anaqueles de descuento.

Las sociedades se nutren de sus habitantes. Y de la manera en que ellos ejerzan, con mayor o menor provecho, la libertad.  Una clave fundamental en el éxito o fracaso de las naciones.  Ella, mucho más pertinente que el grado de perfección de una democracia, o del examen del pasado reciente de la calidad moral de las dictaduras.

Dejémosle esta tarea a los historiadores, que saben la importancia de la perspectiva temporal en el análisis de sociedades del pasado.

Así y todo el avance económico, a creatividad misma de los países, es algo más simple de aquilatar.

En este ámbito hay mucho que se puede decir y más aún que se puede perfeccionar.  Para lo cual un trabajo reposado, más allá de declaraciones puntuales con fines personales, es no solo más fecundo sino también más productivo y apunta a la dinámica de un mundo cambiante.

¿Vamos a desdeñar, por ejemplo, el proceso de crecimiento de la República Popular China en los últimos 40 años, el que ha estado acompañado de un visible aumento en las libertades individuales de sus habitantes  solo porque no se ajusta a nuestros cánones imperfectos de definición democrática?

Y si fuera así, ¿qué sugeriríamos nosotros  como vía política para lograr resultados similares ¿

Es fácil pontificar en abstracto. Es más difícil ser un actor político y obtener, responsable y verazmente, resultados tangibles que beneficien a los pueblos.

Al final, el proceso político tiende a incluir a la sociedad toda. Algunos de manera más intensa que otros. Pero lo esencial es el papel que juegan la tradición, la educación y la cultura. Y como estas variables interactúan con los grados de libertad que los habitantes logran para ellos mismos.

Al repartir de esta manera la vocación libertaria de un pueblo, es la práctica y lo concreto lo que prima…no la observación teórica o el academicismo “cut and paste” imperante hoy en día.

En síntesis,  la persona como dueña y forjadora de su propio destino.

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