Discriminaciones en la Cancillería

Columna
La Tercera, 22.9.2017
Juan Salazar Sparks, embajador (r) y director ejecutivo de CEPERI

 El cónsul de Chile en Melbourne ha sido removido por opinar en las redes sociales respecto al monumento de un ex presidente. Sin embargo, el embajador de Chile en Washington aparece en la prensa tratando la contingencia nacional, sin que sea amonestado. Si la regla de oro es que los diplomáticos, de capitán a paje, no hagan declaraciones sobre política interna, porque ellos debieran representar los intereses de todo el país en el exterior, no corresponde que un cónsul hable sobre cuáles son los estadistas que merecen estatuas ni que un embajador nos venga a regalar un análisis de la situación de la centro-izquierda. Ambos están errados, pero -desde hace un tiempo a esta parte- se estila en la Cancillería hacer diferencias entre el 'chipe libre' de un embajador 'político' y las responsabilidades de un diplomático (cónsul) profesional. ¿A qué se debe esta discriminación?

En primer lugar, la política chilena sufre un nivel agudo de polarización. Algunos dirán que el clima crispado se da por la proximidad de las elecciones presidenciales, pero aquello no es algo nuevo ni especial para nosotros. Lo que hay es un sector político temeroso de perder el gobierno y que no cree en la alternancia del poder. Al decir de un analista, se está 'pinochetizando' la campaña para que la elección de noviembre sea equivalente al plebiscito de 1988. Incluso, la presidenta de la CUT (supuestamente una dirigente gremial) se ha dado la maña para decir que “nuestro trabajo es evitar que la derecha vuelva a gobernar”.

¿Y qué tiene que ver ese clima político con los embajadores y cónsules? La verdad es que a todo el mundo le ha dado ahora por hacer declaraciones. Y no digamos que los representantes oficiales están muy preocupados del país, sino más bien de cómo posicionarse en la coyuntura poselectoral.

En segundo lugar, la Cancillería arrastra un proceso de politización (intromisión de partidos) y de desprofesionalización (militancia de funcionarios), que se ha agudizado bajo el gobierno de la NM y que está arruinando el Servicio Exterior, base y factor de continuidad de la política exterior. El servicio diplomático está socavado por el clientelismo político, en razón de: la discrecionalidad y abuso de la facultad presidencial respecto de los nombramientos (la carrera diplomática no termina en el grado de embajador), la presión de los partidos políticos por colocar a sus 'operadores' en embajadas y la Cancillería, y en el hecho de que los embajadores 'políticos' (por representar a partidos) se sienten inmunes respecto de los códigos y prácticas de la diplomacia. Este proceso ha tenido sobre los funcionarios de carrera efectos nefastos: sus miembros más activos asumen la militancia partidista, en tanto que los más pasivos mantienen un perfil bajo y no hacen aportes mayores. El resultado es que hoy falta una masa crítica entre los diplomáticos.

Se requiere una reforma urgente de la Cancillería, pero no el proyecto del gobierno que acentúa los vicios. De no ser así, la política exterior chilena seguirá dependiendo de la improvisación de los gobiernos de turno.

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