Don Patricio Alwyn: muestras de coraje

Editorial
OpinionGlobal, 14.01.2017
(J.U.M.)

Alwyn tuvo muchas fortalezas y debilidades, como todo ser humano, pero la suma personal e histórica dio más que positiva, a mi juicio. Conducir una transición a la democracia con el dictador vivo y en funciones no era tarea simple. Una de sus fortalezas más notables que le conocí era el coraje que tenía para enfrentar situaciones poco gratas, pero que atentaban contra sus principios más claros. Y, ahí, su sonrisa se transformaba en un rayo.

Durante el primer año de la transición sí había que tener mucho coraje para enfrentar la permanente odiosidad y peligrosidad de un Pinochet (y sus seguidores) que no se resignaban a perder el poder total que habían tenido; y las ansias de venganza del otro lado, que había sufrido la dictadura en sus peores manifestaciones.

Por ejemplo, una muestra de coraje de Alwyn fue su discurso en el Estadio Nacional. Cuando fue capaz de enfrentar las pifias e imponer su visión sobre "un solo país, sin divisiones". ¡Frente a un estadio con 70.000 personas pifiándolo! Los hizo callar y se mantuvo incólume en su planteamiento. Esos son cojones.

Pero le conocí otra muestra notable y como espectador privilegiado.

En los primeros meses de su gobierno, el Presidente decide ir a Chuquicamata a reunirse con los mineros. Pinochet jamás se atrevió a ir y Allende seguramente no alcanzó. Por tanto era el primer presidente de la República que los visitaba. Hablamos del año 1990.

La reunión se lleva a cabo en el teatro de Chuqui, repleto de trabajadores, dirigentes sindicales de la Gran Minería, y toda la corte de políticos locales. Un teatro con unas 2.500 personas, abarrotado y con gente en la plaza para escuchar sus palabras por parlantes. Era Presidente Ejecutivo de Codelco Alejandro Noemi y Máximo Pacheco era el Vicepresidente de Operaciones (presentes en el acto por supuesto).

En una parte de su discurso, les dice que son los trabajadores mejor pagados del país y que deben tener una actitud más solidaria con el resto de los trabajadores.  Ahí se produce una pifia fenomenal de todo el teatro. Le gritaban de todo y en forma bastante violenta.

Don Patricio impertérrito arriba del escenario los escucha con su sonrisa “bonachona”. Yo pensé que hasta ahí llegaba la reunión y que los obreros se iban a retirar del teatro dejando plantado al Presidente.

Entre la platea, se para un minero joven y le muestra una papeleta de sueldo y le grita que él gana $86.000 al mes (nunca más se me olvidó dicha cifra). Nuevamente Don Patricio lo invita a subir al escenario y que le muestre su boleta de sueldo. El Muchacho sube decidido y arrogante y se la entrega. La pifiadera sigue en forma estruendosa. Alwyn comienza a leer la liquidación de sueldo sin inmutarse y le empieza a mostrar que tiene descuentos por planilla de varias tiendas locales y que los $86.000 de su sueldo es el remanente después de realizados todos los descuentos; le demuestra que su sueldo era superior a los $500.000 y se lo menciona en forma clara y dura.

Se produce un silencio sepulcral de toda la audiencia y Don Patricio arremete como un tanque. Igual que en el Estadio Nacional.

Retoma su discurso, pero esta vez en forma dura, clara y con manifiesta molestia. Les enrostra a todos y con voz forme que son unos ¡privilegiados! con los sueldos que ganan y que debieran tener más solidaridad con el resto de los trabajadores; los compara con los obreros del Carbón y les enrostra que debiera darles vergüenza las diferencias de sueldo. Se cansó de remarcarles estos puntos en los próximos 15 minutos que duró su discurso.

No más pifias; silencio total y, finalmente, tímidos aplausos que terminaron siendo de casi toda la audiencia. Tampoco ninguna manifestación en contra a la salida del teatro y aplausos de la genta instalada en la plaza.

Había que haber estado ahí para darse cuenta de los riesgos que asumía el Presidente con esa audiencia. Pero lo hizo en forma magistral. Y con coraje.

A la semana, Don Patricio fue a saludar a los mineros del carbón. Notable.

Qué nostalgia de estas actitudes frente a las que observamos hoy en casi todo el mundo político respecto a satisfacer las creencias “de la calle”, con tal de no perder apoyo electoral o con tal de subir en las encuestas.

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