El fin de la globalización y las sorpresas políticas

Columna
OpinionGlobal, 12.12.2016
Jaime Undurraga M., abogado y consultor de empresas

Con lo ocurrido en EEUU con la elección de Trump, con el Brexit en Inglaterra, con lo de Renzzi en Italia y casi lo de Austria; con el resurgimiento de un populismo más bien transversal en diferentes países (incluido el nuestro), sus promotores le echan básicamente la culpa a la 'Globalización' y a sus efectos negativos en las diversas economías: la caída de los empleos, el aumento de la desigualdad económica, la desaparición de empresas locales, etc. De ahí, en parte, la reacción que ha generado estos hechos.

Los seguidores de la globalización, por otra parte, alertan sobre los peligros de ponerle trabas a la misma y vaticinan grandes desastres económicos y políticos si se lograrse un retroceso en dicho proceso.

Pero ¿De qué estamos hablando cuando decimos Globalización? ¿En qué consiste este concepto? ¿De dónde surge y cómo se manifiesta? Si lo analizamos más en detalle en su contexto histórico, económico y político, nos toparemos con sorpresas de variados tipos, y no todas catastróficas.

La Globalización, como concepto  y, sobre todo, como doctrina, surge en la década de los 70 del siglo pasado. Sus primeros partidarios argumentaban con audacia que con esta nueva mirada económica – con la libre circulación de capitales, bienes y servicios además de las personas - las sociedades en todo el mundo serían llevadas a estados superiores de bienestar. Esta verdadera “misión sagrada” se convirtió en diversas políticas, leyes y tratados comerciales que empezaron a regular por más de 30 años la Globalización. En fin, intentando una definición general, podríamos considerar la globalización  “…como una forma inevitable de internacionalismo, en el cual la civilización es reformada fundamentalmente desde la perspectiva de un liderazgo económico. Y dicho liderazgo no sería provisto por la gente sino por las fuerzas económicas en juego, esto es, por el Mercado” (John Ralston Saul)

La percepción central de esta teoría económica era que la civilización debiera ser vista a través de la economía y sólo de la economía. De ahí se desprendían efectos sobre la política, la cultura y en todos los demás ámbitos de la sociedad. Pero una parte fundamental de su “verdad” era lo inevitable del proceso y de sus efectos en todo el mundo; era prácticamente un paso más de la evolución humana.

Esta doctrina económica, fue llevada casi a los altares de la adoración por tecnócratas del sector privado (especialmente CEO, CFO, etc. de empresas multinacionales y de empresarios locales), de una  masa de economistas y operadores de los mercados financieros, de las escuelas universitarias dominantes en economía (Chicago) y de los comentaristas públicos y medios de comunicación que hacían de verdaderos cortesanos de esta nueva teoría.

La manifestación máxima de esta verdadera corte imperial ha sido por años la reunión anual del World Economic Forum en Davos, que se celebra cada mes de enero en dicha localidad suiza. El rey es el Mercado, los señores feudales los CEO de las empresas multinacionales y los príncipes humillados los líderes políticos elegidos en el mundo. ¡Qué status daba para cualquier empresario que se respetara asistir a Davos!

Si pudiéramos resumir básicamente las promesas que presentaba la llamada globalización, a través de varios de sus principales voceros y seguidores, éstas eran:

-El Poder de la Nación-Estado se iba a desvanecer

-En el futuro, el Poder estaría en los Mercados Globales

Por tanto, la economía y no la política o las armas le darían forma a los eventos de la humanidad.

Los mercados globales, libres de intereses nacionalistas y de regulaciones inhibitorias, gradualmente traerían los equilibrios económicos y sería el fin de los ciclos económicos que afectan al mundo. Asimismo, estos mercados liberarían oleadas de comercio y estas oleadas generarían una gran marea de crecimiento económico, que serviría para que la riqueza  producida llegara a todas las personas, incluyendo a los más pobres (el “chorreo” como se conoce en Chile).

En otras palabras, gracias a esta nueva “doctrina” el mundo iba a estar mucho mejor en todos los aspectos.

Si miramos a Chile, los profetas de esta nueva “doctrina” sin duda que fueron los llamados Chicago Boys que redefinieron toda la economía del país durante el Gobierno de facto de Pinochet. Y que sus efectos duran hasta hoy día. El 'Dios Mercado' lo iba a arreglar todo. Y, efectivamente, logró arreglar muchas cosas. Claro que la implantación rápida y total de esta doctrina fue posible sin duda gracias a la anulación de los derechos individuales por el gobierno militar chileno. Sin ello, habría sido muy difícil cambiar en forma tan drástica y rápida el paradigma económico imperante en Chile.

Pero la gran falla de este nuevo pensamiento económico; mejor dicho de sus promotores a ultranza, era considerar lo inevitable de su ocurrencia. No había opciones. Y que todo iba a ser solucionado por el mercado y por la libre circulación de personas, bienes y servicios entre todos los países del mundo. Y el grito de batalla era “privatizar, privatizar”.

Como todas las teorías económicas que nos ha tocado vivir u observar, siempre tienen sus lados positivos y sus lados negativos. Nunca las teorías son “inevitables” y jamás el mercado ha bastado para solucionar todos los problemas, como piensan aún muchos economistas. Siempre existen opciones. Ya hemos visto en numerosas ocasiones que la economía no es precisamente una ciencia exacta.

En todo caso, la globalización -como la hemos entendido- ha tenido aspectos positivos y negativos. Para Chile, sin duda muchos efectos han sido positivos, dada la estrechez del mercado nacional. Pero, ¿Cómo entender los movimientos políticos que han surgido hacia un mayor nacionalismo y proteccionismo en varias partes del mundo? ¿De dónde viene la queja contra la globalización como factor determinante de la insatisfacción de grandes masas de votantes?

Precisamente, se origina – a mi juicio – en algunas de las manifestaciones negativas y positivas del  proceso de globalización durante las últimas décadas.

Entre las positivas, está el hecho de que la apertura de los mercados ha puesto en evidencia la producción ineficiente que vivía bajo el alero proteccionista de altos aranceles. Y ello, por supuesto, ha generado desempleo. Pero también en algunos casos, la búsqueda de costos más eficiente de producción ha llevado a sacrificar actividades económicas enteras en algunas zonas, para las cuales dichas actividades eran vitales y parte de su cultura. El sector agrícola tiene varios ejemplos al respecto.

Entre los efectos negativos de la globalización, destacaría especialmente dos, que han sido la base de mucho descontento popular: las acciones y prácticas de muchas empresas multinacionales y la liberalización de los mercados financieros.

En cuanto a las grandes multinacionales, muchas de sus prácticas pasaron a ser viables al fomentar mercados abiertos y no regulados, y sólo en función de acrecentar sus utilidades para los accionistas y sus ejecutivos. Prácticas que no siempre favorecían al país donde realizaban las inversiones. A vía de ejemplo, tomemos el caso de la Exxon en Chile. Compra la Compañía Minera Disputada de las Condes el año 1978 en 105 millones de US$ (que tiene uno de los más grandes depósitos de Cobre del Mundo: Los Bronces) y desarrolla un plan de expansión sustancial, invirtiendo más de 1.000 millones de dólares. Aumenta la producción en forma sustancial y la vende el año 2002 a Anglo American en 1.300 millones de US$. Hasta ahí todo bien. Pero durante los casi 30 años que estuvo operando la empresa minera ¡nunca pagó impuestos! ¿Cómo logró dicha práctica? Financiando todas las inversiones con préstamos de una filial financiera de Exxon, localizada en las Islas Cayman y registrada en el Banco Central. Por tanto, siempre tenía pérdidas ya que debía servir la deuda a la Exxon Overseas Investment Corporation. En Chile era deuda, pero en las islas Cayman eran puras utilidades para la empresa. Negocio brillante. Pero no para Chile. Incluso Exxon trató de realizar la venta en Nueva York para evitar el impuesto a la compraventa, hecho que el Presidente Lagos impidió en forma drástica.

En cuanto a los mercados financieros, los famosos hedge funds y otros productos financieros han permitido acumular fortunas a ciertos especuladores en grandes “pasadas”, producto de mercados abiertos, rápidos y de la libre circulación de capitales en forma electrónica. Grandes sumas de dinero que entran y salen de un mercado sin ningún control y en cosa de segundos. La mayoría de los precios de los commodities están fijados más por la especulación que por los actores productivos. En la Bolsa de Metales de Londres, por ejemplo, la fijación del precio del cobre se supone que más del 60% se basa en las decisiones de especuladores sobre el precio futuro y no en las necesidades de precio de empresas productivas. ¿Se acuerdan del “Davilazo" el año 1994?

“La fiebre del oro” en Wall Street durante las últimas décadas pasó a ser básicamente el negocio especulativo que ha hecho multimillonarios a pocos y ha dañado a muchos. Ya los bancos dejaron de prestar a los verdaderos productores y empezaron a caer en estos juegos especulativos también. Ahí estaban las utilidades rápidas y relevantes. El corto plazo pasó a dominar la práctica de casi todas las empresas hasta el día de hoy, y lo importante es obtener utilidades rápido.

¿Es normal que Apple tenga más de US$200 billones en caja para especular en Irlanda casi libres de impuestos y pida un préstamo por la misma cantidad a bancos comerciales para financiar sus operaciones?

Hay que acordarse de la gran crisis financiera del 2008 en EEUU, que resultó de la explosión de la burbuja habitacional y de los préstamos hipotecarios sin respaldo. ¿Cuántos de esos heridos votaron por Trump? Me atrevo a decir que muchos.

En definitiva, la globalización como “doctrina” ha tenido aspectos muy positivos pero también ha dejado muchos heridos en el camino, por la forma en que se han  concretado varias prácticas que eran consideradas como parte de lo inevitable, y que fueron sólo prácticas abusiva. Y dichos heridos se están manifestando políticamente sin entender mucho a veces el origen de su situación, pero atribuyéndoselo a la globalización, atizados además por la prédica de líderes populistas.

¿Qué prácticas del proceso habrá que corregir, cuáles mantener y cuales otras eliminar? Difícil decirlo a priori. Pero ya vemos numerosas acciones de los gobiernos regulando los mercados para que, precisamente, funcionen mejor y fomenten la competencia de verdad. O regulando la entrada y salida de capitales para evitar los movimientos meramente especulativos.

Volver atrás tampoco es viable. Retroceder a un nacionalismo decimonónico y a un proteccionismo a ultranza sería desastroso.

Como todas las cosas habrá que ir recobrando un necesario equilibrio en la vida de las personas que, sabemos, incluye varios otros componentes además de la economía. Pero a estas alturas la globalización no es el mismo animal que nos vendieron los economistas en los años 70 del siglo pasado. A eso me refiero como el fin de la misma.

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