El interés privado en la Guerra del Pacífico

Columna
La Razón, 13.10.2015
Víctor L. Sánchez Sea
Pese a las evidencias, no dejan de surgir opiniones opuestas; sobre la usurpación de nuestras costas

Pese a las evidencias históricas sobre la usurpación de nuestras costas, no dejan de surgir opiniones opuestas en Chile; no obstante, la respuesta del expresidente Carlos Mesa al respecto durante la entrevista que le hicieron en TVN fue categórica: “El 14 de febrero de 1879 la Armada chilena invade Antofagasta y entre el 5 y 6 de abril de 1879 Chile declara formalmente la guerra a Bolivia y a Perú”.

Asimismo parte de la prensa chilena también testimonia esa verdad, razón que me motiva a compartir parte de la biografía desclasificada de la  familia Edwards, publicada por El Mostrador, en la que se narra cómo Agustín Edwards Ossandón, bisabuelo del actual dueño de El Mercurio, jugó un rol preponderante para que se desatara la Guerra del Pacífico.

“(…) fue su hijo Agustín quien catapultó a la rica familia (Edwards) a los más altos círculos del poder político y social… y comprendió a cabalidad el juego unificado entre el dinero, la política y los medios de comunicación. (…) Un año después de la muerte de su padre, en 1873, (Agustín) tuvo un papel esencial en la Guerra del Pacífico. Ese año asumió la presidencia de la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta, su familia tenía el 42% de las acciones (...) envió a un emisario a La Paz a gestionar al Gobierno de Bolivia el reconocimiento de los derechos y concesiones de esa compañía para explorar y exportar salitre en Antofagasta, lo que le fue concedido, pero nunca ratificado por el Congreso de Bolivia. En 1878, la Asamblea Constituyente boliviana aprobó el establecimiento de un impuesto de 10 centavos al quintal de salitre exportado, lo que desencadenó la ira de los empresarios chilenos. La compañía se negó a pagar el impuesto. Nueve meses después, el prefecto de Antofagasta ordenó la aprehensión del gerente de la empresa, quien estuvo dos meses detenido. En enero de 1879, La Paz aprobó un decreto para confiscar los bienes de la empresa y anunció su remate, con lo que sus faenas se detuvieron. En paralelo, el Gobierno chileno desplegó sus cartas. Los empresarios lo presionaban para que interviniera. La posibilidad del remate de una empresa chilena levantó las alarmas y el Presidente envió al buque que días después ancló en Antofagasta. La sucursal en Chile de la firma Gibbs & Sons (dueña de la compañía citada) sugirió a sus jefes en Londres ‘gastar algún dinero para estimular a periodistas que publiquen artículos de naturaleza patriótica’. La prensa El Ferrocarril y Los Tiempos propagaron esos textos”.

“Finalmente, la jugada política y militar de Chile llegó, y justo cuando la compañía iba a ser rematada (14 de febrero de 1879) las tropas desembarcaron en Antofagasta. De esta forma, Agustín salvó a su empresa del remate y fortaleció su poder económico y de manipulación política. El accionar de Edwards y las conexiones del mundo político con el sector económico eran evidentes; llamó la atención que tres de los cinco ministros que formaron el primer gabinete de guerra chileno eran de la compañía de Edwards. Sacó lecciones valiosas del conflicto de 1879: que las guerras victoriosas son un negocio muy rentable, que la prensa fue un factor clave en formar una opinión pública favorable a sus intereses y que para generar un real dominio había que mezclar los intereses políticos y económicos… En 1882, Edwards Ross compró los diarios La Época y El Mercurio. Concluida la Guerra del Pacífico emergía una de las figuras más poderosas de Chile. No solo había logrado expandir la vasta fortuna familiar, sino que ejercía también una enorme influencia empresarial y política; cumplió un rol fundamental en esa guerra, la que dio origen a la pérdida de la salida al mar de Bolivia”.

Ahondar en detalles como los anteriores y otros sobre las causas de la invasión y la posterior Guerra del Pacífico resaltados en las obras Guano, Salitre y Sangre y Guano Maldito, de Roberto Querejazu Calvo y de Joaquín Aguirre, respectivamente, fortalecen los argumentos para continuar reivindicando en el mundo nuestro derecho a una salida soberana en el Pacífico.

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