El mes de la patria (Oh My Dog!)

Jaime Undurraga M.[1]

Sí, es un tema particular que nos afecta a todos los chilenos, en mayor o menor medida, y no tiene que ver -necesariamente- con nuestro amor a la Patria, a las tradiciones, a las batallas victoriosas de nuestros gloriosos ejércitos, a los bronces relucientes que llaman a la victoria, al Arauco Indómito, ni al Copihue o demás cosas por el estilo. No, tiene que ver con una especie de transformación comercial de los recuerdos patrios para convertirlos en la “mejor afluencia a los puntos de venta”; en “generación de percepciones emocionales ligadas a la bandera”; o en cualquiera frase de ejecutivo “creativo” de agencia de publicidad para subir las ventas de la tienda X o Z. Lo importante es encontrar una buena razón para interesar al consumidor.

Y ahí viene la cosa.

Se trata de interesar al consumidor. No de celebrar a la Patria. Se trata de que gastemos como enfermos con la excusa de la Patria; que nos endeudemos más que la Patria misma con el FMI. Se trata que confundamos la arremetida de O´Higgins para salir del sitio de Rancagua con la arremetida de la tarjeta de RedCompra en cualquier Mall. Se trata de ver la Parada Militar en pantalla líquida de 72 pulgadas, pagaderas en 127 cuotas de $6.450. En fin, se trata de crear emociones alrededor de esta fecha –que ocurrió en un solo día– pero ahora la celebramos todo el mes (un poco aburrido). Porque lo que se busca es que consumamos durante todo el mes.

¿Se imaginan celebrar el mes completo de Roberto, o de Enrique porque su cumpleaños es el 27 de Julio? ¿Se imaginan estar todos los días diciéndole que es fantástico que exista? ¿Que es impresionante la figura ”señera” que es para toda su familia? Yo creo que hasta la señora lo querría matar antes de llegar al día efectivo de su cumpleaños y, si lo hace, seguro que cuando le explique al Juez, la absuelve “por arrebato u obcecación”, de acuerdo a las eximentes del Código Penal.

Por tanto, parece ser el mes de la Patria, pero en realidad es otra excusa del mes del Mall. El día de la Patria sí es efectivo. Artificial pero efectivo. ¡Pero no el mes de la Patria! Eso si que es artificial y poco efectivo. De ése quiero hablar sin poner para nada la Patria en serio riesgo.

Vamos por parte.

Salvo ciertas autoridades que tienen necesariamente contacto obligado con “la ciudadanía” (llámese alcaldes, candidatos o gobernadores, por ejemplo), nadie se da cuenta que “se viene el mes de la Patria”. Los personajes anteriores lo saben porque saben que tienen que bailar cueca en más de una ocasión durante el mes, y muchas veces seguidas durante los días mismos de las Fiestas Patrias. Toman clase todos los años (a principios de Agosto, porque después la profesora va a estar muy ocupada; y claro, el grueso de los que tienen que tomar clases, lo harán los mismos días anteriores al 17 de Septiembre, como de costumbre en Chile; todo para el último día), pero siempre hay que repasar “la materia”, porque el conocimiento al respecto se olvida regularmente al día siguiente de terminadas dichas fiestas. ¿Ustedes creen que alguien en su sano juicio se va a acordar que la cueca tiene tres movimientos iniciales, dos movimientos secundarios, siete pasos de revés, y todo eso en Febrero, cuando están de vacaciones? ¡Por favor! Ni Manuel Rodríguez lo sabía. Ni le interesaba. ¡Para qué decir Doña Javiera!

Pero uno que no tiene compromisos públicos de ninguna manera originados en estas fiestas, nunca se da cuenta que la cosa  “se viene”. Es como la Pascua (hoy Navidad), que siempre hay un tipo repelente (suele ser alemán de ancestro, para demostrar que son ordenados y metódicos) que manda la tarjeta de Pascua como en Octubre, para recordarle a uno  que– como decía mi mamá – “ya se nos viene la Pascua”.

Pero el mes de la Patria se viene, y suele ser de una forma absolutamente invasiva de nuestras vidas. Durante un mes completo estaremos sometidos a una serie de torturas en “aras de la Patria”. Ahora bien. Se viene de varias maneras y formas.

Pero creo necesario dejar en claro que este mes se relaciona, por lo general, con tres tipos básicos de personas: aquellas que realmente les gusta; aquellas que les da lo mismo; y aquellas que deciden “ponerse bien chilenos para este mes”. En lo fundamental, mis comentarios se refieren a éstos últimos. Y sus manifestaciones son variadas, pero las sufrimos todos.

Para ordenar el tema, prefiero centrar mis comentarios en tres aspectos fundamentales al respecto: la música, la vestimenta y las circunstancias.

En primer lugar, la música “alusiva”.

Está bien. No me gusta la música chilena, salvo contadas excepciones. Pero es cuestión de gustos. Por eso me atrevo a opinar. Pero lo más horrible no es la música, sino lo que hacen con ella.

Para empezar, tomamos contacto con esta realidad, normalmente en el auto, oyendo la radio en la mañana. De repente, aparece un tipo con voz de programa mañanero; super entusiasta; buena onda ¿Cachai?; que nos invita a que saltemos de la cama para enfrentar el nuevo día con ánimo; etc. Y, continuación te la tira de frente: “¡Y aquí va la primera cuequita del mes, porque es el Mes de la Patria! (y recién es 2 de Septiembre). Si hay alguna experiencia dolorosa es escuchar una cueca chilena a todo trapo, a las 7:30 am, a comienzos de Septiembre.  Y ahí uno sabe que le queda todo un mes completo para seguir escuchando las mismas estupideces y lugares comunes que dicen los locutores. Además, seamos francos, hay más de uno que - en el auto - piensa, al escuchar la “música vernácula”, “¿Y por qué no hacer algo choro este 18”? Y ahí se empieza a armar otro drama en cámara lenta que puede terminar, incluso, en divorcio a fin de mes. O antes. Los gringos le llaman el “Butterfly Effect” (el aleteo de una mariposa en el Amazonas puede generar un huracán en el Caribe). Pero, al fin y al cabo, la radio es la menos peligrosa, porque uno la apaga y listo.

Sigamos con la música.

Para entender por qué este mes puede ser una tortura, desde mi modesto punto de vista, hay que revisar las manifestaciones diversas de nuestra música. Lo normal es que le den a la cueca. Es como sinónimo de alegría; de picardía criolla; de permiso abierto para meter bulla a todo trapo. Claro, es cuestión de gustos pero, objetivamente hablando, no es posible que alguien lo pase bien con un grupo de tipos gritando como condenados frases como del tipo:” Guija, rendija, la madre y la hija…” o “juera, juera ,juera ,juera , juera, juera ,juera guey…” (porque son siete “juera”). Y esto acompañado por guitarras, batería, acordeón piano (el instrumento más repelente de la música universal), pandereta tocada pícaramente con el dedo grueso en contra del “parche” y con ojos entornados para demostrar que la china “dicen que le hace, pero no le hace…”, y cuanta otra cosa pueda meter ruido bien fuerte. Si Ustedes oyen la cueca mendocina es una lindura. Suave, buenas guitarras, lindas letras. Acá es a todo chancho.

¡Por qué es así?

Me lo he preguntado muchas veces. Viví varios años en Argentina, país de lindo floklore. Grandes músicos tradicionales y grandes composiciones propias. ¿Por qué hay países que tienen lindo folklore y otros que no?  ¿En qué se nota? En que los países que tiene pobre folklore cantan y tocan las canciones de los países que tienen buena música. Es el caso de Chile. ¿Qué aprendía uno lo primero en guitarra? Los Chalchaleros o las canciones de la Yacaré Pagua, argentina o brasilera. Salvo mis hermanas que, como son mayores que yo, aprendían una cosa espantosa como, por ejemplo: “Yo me enamoré del aire, ¡hay! ¡Del aire me enamoré!....” o “¿Cuándo séra (acento en la é)  aquel día, aquella feliz mañana, que nos lleven a los dos, el chocolate a la cama?” (y mientras tocaban, la profesora de guitarra les gritaba “mano-dedo-mano-dedo”). Esas canciones dicen que son de la Colonia. Da lo mismo, pero no me cabe duda que están grabadas en el Museo Precolombino, en esos nudos de los Incas.

Si uno va a Paraguay, todos bailan su música y, lo que es notable, les gusta y lo pasan bien. Nadie toma clase de zamba en Brasil, salvo un noruego que vino para el Carnaval. En Chile tiene que tomar clase de cueca hasta el Presidente de la República. Hay varias hipótesis que he trabajado en estos años sobre el por qué de lo pobre de nuestra música.

Por supuesto hay que distinguir períodos.

La música popular tradicional antigua es de las cosas más aburridas y monocordes que me ha tocado escuchar. Y después de todo era lógico. Chile nunca fue un país fácil. Y menos al principio. Yo mantengo que los primeros habitantes españoles cantaban para enterrar los muertos, para espantar los indios y para olvidarse de la Madre Patria, ya que no había cómo volverse si a uno no le gustaba la cosa. Y cuando estaban en la mitad de la canción, venía el terremoto y había que salir corriendo. No era fácil. Por tanto, tampoco sus habitantes eran sutiles y no gozaban – digo yo – de una motricidad fina destacada. Eran tiempo duros. ¿De dónde iba a salir entonces una música melodiosa? A lo más un acorde y había que salir “apretando cachete”. Acuérdense que peleamos 400 años contra los araucanos, que tampoco eran “chicos fáciles”. Ya hablaremos de éso.

Luego viene, lo que en ese tiempo se podría haber llamado “neofolklore”. Década de los 40 en adelante, con Los 4 Huasos y Los Quincheros. Pero es toda  música creada desde ésa época en adelante. No necesito un Notario para declarar enfáticamente que Doña Javiera Carrera jamás bailó la resbalosa. Ni tampoco que el costillar era de ellos y se lo querían quitar. Esas son todas letras y música  de los 40 en adelante, cuando la música normalmente escuchada eran los boleros o las canciones mejicanas. Igual que hoy, sumándole la cumbia. Pero hay que reconocer, ambos grupos mencionados deben haber sido un gran cambio en la música popular. Canciones a 4 voces, bien aflatadas, con guitarras bien tocadas y, sobre todo, bien afinadas (no como esas guitarras de coro de parroquia). Era un gran cambio comparado con las canciones en un solo tono y monótonas, ya fueran cantadas por una o varias personas ¡pero en un mismo tono!

Creo que la música chilena cantada por grupos y en un solo tono es de las cosas más horribles musicalmente. Observen los Grillitos de Graneros (¡se lo enseñan desde chicos!); o las viejas que cantan en esa carretela  4x4 del Club Gil Letelier al comienzo de la Parada Militar. Con la chicha en cacho (sinónimo de diarrea imperial).

El folklore chileno es esencialmente descriptivo. “El álamo huacho”, “el esterito que baja por la quebrada” (¿por dónde quieren que baje?); “bajando pa´ Puerto Aysén”; “como aguita de un manatial”; etc. No hay mucho “penseque”, porque no había tiempo. Ésa es mi hipótesis central.

Cuando uno parte una inspiración musical para componer una canción con letra y todo, puede ser normal que parta tratando de mostrar el lugar en que uno está (la descripción) y, luego, viene lo que uno piensa, dicho el contexto. Creo que nuestros antepasados nunca pudieron –al menos musicalmente – pasar a la segunda parte de la inspiración. Siempre estaban urgidos por los desastres, por los ataques de los indios, o por la llegada de un nuevo Gobernador que venía a enmendar la plana del anterior (como hoy día). Acá, como dijimos, cuando recién entraban a describir el lugar, aparecían los indios, el terremoto o cualquier otro “distractor”. Y hasta ahí quedaba la letra. Seguramente alguien pensó que las letras eran así, sin pensar en el contexto en que fueron hechas.

Con el neo folklore de los años 40, surge otro tipo de letras, que son con las que más nos martirizan en el Mes de la Patria. En algunos casos son aceptables, pero nos matan con la repetición “ad eternum” (la utilidad marginal decreciente de los economistas). En otros casos son más aburridas que chupar un clavo (“chiu chiu chiu chiu, chiu chiu chiu CHA” “Cura de mi pueblo, que me hacía cariño y me daba santitos”, hoy día el SENAME se haría parte en la querella de pedofilia inmediatamente, etc).

Si uno observa las letras del folklore argentino, el Gaucho describía la inmensidad de la pampa en la primera estrofa. Luego venía el “penseque”.  Algo así como El Martín Fierro Musical. Por éso hay canciones que se llaman, por ejemplo, “Zamba de mi Esperanza”. (¿Se imaginan una “Cueca de la Bondad”? Imposible).

Todo lo anterior puede estar bien. Por último, a uno puede gustarle o no todo el cuento. Está en su derecho. El problema se agrava cuando aparecen los profesores investigadores del folklore nacional.

Ejemplo más típico al respecto: Festival de la Canción en Viña del Mar; competencia folklórica (primera parte del festival y siempre la más aburrida ¡lejos!), salvo cuando pelean los jurados entre ellos (lo más divertido del festival). Y viene la presentación de las canciones folklóricas. Siempre son presentadas como si fueran comentaristas de fútbol. Explicaciones largas; contextos confusos; ignorancia total histórica del presentador pero, igual, “apechuga”. Y viene la presentación de la canción. Espantoso. Algo así:

“Título de la canción: “ Titirihueica de mi corazón”

Autor: José Huilcapán Mendoza

Música: Pericona tradicional arrastrada

Y viene la explicación (porque nuestra música si no se explica no se entiende) “Titirihueica es la expresión habitual del chilote en su lancha, al referirse a su prienda en tierra que lo espera, mientras  hace chapalele con milcao”.  “Su autor, destacado investigador folklórico, ha sido premiado por su línea investigativa sobre los amores chilotes en su relación lancha-tierra, habiendo recibido el premio municipal de la Ilustre Municipalidad de Pemuco, al folklorista destacado del año 1998” Y sigue el anunciador con la pelotudez: “la Pericona Arrastrada era el típico baile tradicional de la época colonial chilota, que imitaba la caminata de los pescadores cuando llegaban al muelle y traían un saco de marisco de mucho peso al hombro. De ahí viene lo de arrastrada, porque les costaba caminar con el saco”. Mientras tanto, la Quinta entera chifla y pide que los saquen con saco de marisco y todo a patadas. A día siguiente, fijo que uno de los jurados alega que no le dan la importancia debida a nuestra música vernácula, y pide una ley que obligue a tocar 5 hrs. de música chilena a todas las radios todos los días. ¿Se imaginan? Ni a la CNI se le habría ocurrido tamaña tortura.

Después, en los 60 y 70,  ya aparece una nueva música folklórica mucho más creativa, con más sentimiento y más “penseque”. Aparece una Violeta Parra, Patricio Mann, Los Jaiba, Quilapayún, etc. Era otra cosa. Pero igual, cuando viene el Mes de la Patria, insisten en tocar la “música tradicional”; o sea la otra. La que hablábamos antes. Con un agregado relativamente nuevo. Las músicas étnicas. Ésa si que es prueba.

La música étnica puede ser interesante para investigarla, en mi modesto entender. Pero no para escucharla. Del Sur o del Norte. Da lo mismo.  Musicalmente, es muy pobre, por las mismas razones básicas que la de los españoles que llegaron a Chile. No era un territorio muy fácil ni siquiera antes que llegaran los españoles, como lo es el Caribe, donde uno saca una guitarra, el otro un bongó y se arma la fiesta por una semana, fácil. No. Acá era más jodido.

Escuchen la música araucana, por ejemplo. Yo mantengo que Pedro de Valdivia venía realmente en son de paz a ocupar el territorio. Pero se le apareció un grupo araucano a tocarle su música en señal de bienvenida y se desbocó; sacó su espada y los liquidó a todos. O a casi todos. Si a mí me tocan la trutruca y el cultrún en forma ininterrumpida, en dos tonos básicos, y hablándome en una lengua absolutamente desconocida, el asesinato lo consideraría defensa propia.

Después nos podemos ir al Norte. Tampoco era, ni es fácil. Como las distancia son eternamente más largas, las fiestas eran más espaciadas. Pero las tomatinas más intensas. Y en esas circunstancias, se “componía la música”. Además usaban la excusa de hacerla para “la Virgen” (la Tirana, Andacollo, etc.), que fue un gran aporte de los españoles. Otra hipótesis que mantengo hasta ahora es que, esto de cantarle a estas vírgenes, era más bien un seguro contra la mala música. Nadie podía criticar. Menos la Iglesia que las terminaba avalando con tal que siguieran el rito  y le obedecieran al párroco. Pero la música es bestial de mala. De nuevo, dos o tres tonos; monótonos; y sin parar como tres días. Con el agravante del bombo, la trompeta y el trombón. (En realidad, si uno piensa, los instrumentos de viento son perfectos para los pueblos del Altiplano, por lo de sus gruesos labios y potentes pulmones, dada la falta de aire).

Podríamos seguir en esta línea de argumentación, pero no vale la pena. Lo importante es que la música puede tener múltiples caminos, orígenes, razones, contextos, etc. Puede que musicalmente no sea muy melodiosa, pero sí muy interesante para un antropólogo; o para un musicólogo. Lo jodido es cuando nos inundan de música fea y latosa, condensadamente por el “Mes de la Patria” (porque el resto del año a nadie se le ocurre tocarla, ni menos bailarla). Ése es el punto.  E, incluso, si a uno no le gusta, lo pueden acusar de vendido al imperialismo yanki o de poco patriota

La vestimenta

Esto ya es más fácil de observar y quizás menos subjetivo. Como un homenaje a la Patria hay una serie de instituciones, incluidas las empresas, que visten a algunos de sus representantes con “trajes típicos”.  De huaso o de china; de diablo del norte, o de chilote o de campesino (que es distinto del huaso).  Vamos por parte.

Lo de huaso, por último pase. Si aún se encuentran tipos vestidos así en el campo y, para qué decir, en los rodeos, lo cual me parece muy bien. Corresponde a algo natural, salvo el porte de las espuelas que suelen utilizar para bailar cueca. Si se “las ponen al animal”, lo parten en dos, de lo enormes que son. Pero todo vaya a favor del famoso “chin chin de las rodajas” como dice la canción. Con las otras vestimentas comienzan los problemas, al menos para mí. Yo veraneaba toda mi vida de chico en el campo y jamás vi una china, con trenzas, vestido floreado, “enaguita picarona” y zapatos de charol de punta redonda, con tirita por el empeine y medio taco (más fomes que la monja que hace dulces en TV). Las que conocía eran viejas choras, sí, pero se vestían con lo que podían. Luego los campesinos (el peón de campo) sí usaba hojotas hechas con pedazos de neumático, pero no me acuerdo de haberlos visto con chaleco de traje. El sombrero sí, pero ahora no me explico por qué les gusta tanto andar con casco en pleno campo. ¿Será exigencia de la Mutual de Seguridad? En todo caso sería bastante rasca bailar una cueca con casco de seguridad. Ahora bien, se imaginarán lo frustrante que puede ser zapatear con hojota de goma en el suelo. Es como ver TV sin audio.

Con los chilotes lo mismo: gorros de lana a tono con los calcetines gruesos de lana sin cardar (me pica de sólo mirarla); chaleco de traje (nuevamente) y bototos Bata para poder bailar la Pericona con harto zapateo en el piso de madera (dicen que los investigadores folklóricos le asignan a este zapateo de la Pericona una labor de “soltar” la tierra del piso de la casa después de efectuada la Minga. ¡Puros inventos!).

Otro abuso de la vestimenta del Mes de la Patria es cuando aparecen unas promotoras con unos vestidos de “huasa”, que nadie los ha visto nunca (un investigador folkórico diría, por supuesto, que es la herencia andaluza),  repartiendo un nuevo tipo de shampoo para cabellos resecos o volantes de una tienda de homeopatía. ¡Un poco mucho!  Está bien la analogía del BAFONA respecto de los trajes “típicos”, pero es un cuerpo de ballet. Por ejemplo no tiene mucho que ver el cuadro de una de sus integrantes vestida de mapuche elevando una fuente de piñones en ofrecimiento a Pillán (que se vé un minón igual, ponga lo que se ponga) a una mapuche de verdad,  ofreciendo la misma fuente con piñones a Pillán, pero en la comunidad Trongol- Huayquipán, cerca de Lumaco.

Finalmente, y como guinda del postre, aparecen los pascuenses. Que también los meten en este baile del mes de la Patria. Por lo menos, me resulta una música un poco más llevadera. Uno cierra los ojos y podría sentir la brisa del Pacífico Sur. Con las otras músicas vernáculas, además de los ojos cerrados uno suele tener que taparse los oídos.

Las Circunstancias

Finalmente, a todo lo anterior en el Mes de la Patria, hay que sumarle la agravante de que uno se puede topar (y se topa a cada rato) con la música y las vestimentas en los lugares más insólitos y a cualquier hora. A esas circunstancias me refiero. Lo cual agrava el problema.

Por ejemplo ¿Cómo va a ser posible que mientras uno circula por los pasillos del supermercado X lo aborden huasitas o chinas promocionando productos varios y, de repente aparezca tres con guitarras y le den un esquinazo? Me he preguntado muchas veces de dónde vendrá el nombre “esquinazo”, y tiene que ser de ahí: de esquina; de arrinconamiento; de atrapados sin salida. Porque al final, el esquinazo se traduce en eso: a uno lo arrinconan y lo obligan a escuchar en vivo y en directo la cueca y observar el baile. Y no puede moverse hasta que terminen, porque es poco patriota hacerlo. Hay muchas variedades de esquinazos: para las autoridades; para los clientes; como simples instrumentos marketeros; los que dan los cabros chicos con la Tía en el Jardín; etc. Pero la línea central es el arrinconamiento. Con todo lo que aprecio personalmente a dos de Los Quincheros, tipo 19 de Septiembre estoy bastante proclive a asesinar a Benjamín Mackenna, ya que se escuchan hasta en la sala de espera del urólogo.

Una circunstancia extremadamente peligrosa, al respecto, puede ser la llegada de vuelos internacionales en el Aeropuerto en los días cercanos al 18 de Septiembre. Además de aprenderse el extraño nombre de nuestro Aeropuerto para un extranjero, puede toparse con un esquinazo a las 6:50am para recibir “al amigo cuando es forastero”. Se pueden imaginar lo que es escuchar a esa hora, después de 10 horas de viaje, cansado y con poca durma, alguien que canta “¡Puchas que es linda mi tierra!”. Además, nadie puede tener tanto ánimo a esa hora de la mañana. Ni menos pueden esperar que uno aplauda o se sorprenda gratamente.

Otra circunstancia que suele ser horripilante es la celebración de las Fiestas Patrias en la oficina. Suele ser una lata, salvo para los muñecos de ventas al detalle o de bodega, que cualquier excusa para comer empanadas y chupar lo que sea, bienvenida. Está bien y me alegro por ellos. Pero que a uno lo hagan bajar al casino a las 11:30 de la mañana del 17 de Septiembre, para comerse unos anticuchos tibios, con un vaso de vino tinto de $1.000 la botella, con “concierto folklórico” incluido, dado por grupo desconocido, normalmente formado por dos varones y una china  “tipo cincuentona”, pero pícara. Es too much. Para agravar más el momento, los mozos que uno ve todos los días ahora están disfrazados de semi -huasos y el casino está “embanderado”. Patético. Ahora si la empresa es gringa, como me tocó una vez, y el Gerente General es absolutamente imbécil, como también me tocó una vez, y baja con un sombrero de huaso puesto ¡Ahí si que pueden dar ganas de cambiarse de nacionalidad!

En fin, está lleno de estas circunstancias absurdas que acompañan el Mes de la Patria. No puede ser que uno va a buscar el bono a la Isapre, porque tiene que  hacerse exámenes de cualquier tipo, y la funcionaria esté disfrazada de china. Eso no es serio.

A mí no me molestan las circunstancias correctas como por ejemplo, una cueca a todo chancho en las ramadas del Parque. Eso está muy bien. Son estas otras circunstancias anormales en la materia las que me llaman la atención.

En definitiva, no es un tema de enorme importancia ni tampoco está en juego la Patria, insisto. Por tanto más vale tomarlo en su justa dimensión.  Pero sin duda que van las tres cosas mezcladas (la música, la vestimenta y las circunstancias) y es lo que hace el Mes de la Patria algo levemente repelente. Pero no hay que preocuparse. Ya inventarán más cosas los marketeros de siempre y nos someterán a tormentos mucho más creativos. No desanimar.

[1]  Abogado, consultor de empresas y colaborador de OpinionGlobal.-

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