El miedo

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Semanario El País Digital, 13.03.2020
Enrique Subercaseaux M., ex diplomático y director Fundación Voz Nacional
Todo proceso de cambio acarrea incertidumbre. Toda incertidumbre despierta la bestia del miedo entre nosotros.

El hombre necesita la luz, que lo nutre de seguridades. Ilumina lo conocido y hace mas llevadero lo desconocido, hasta que se aprende a conocerlo y aceptarlo.

En el ámbito político, así como el religioso, se juega y se evoca el miedo, para controlar o para persuadir.  A veces, la cosa es por las buenas o por las malas.

Toda persona es, en su fuero mas íntimo, conservadora, porque se aferra al conocimiento que domina, a las situaciones que conoce y porque intuye que no es “controlable” entrar en las áreas grises del alma. Allí mismo es donde los lideres de masas se encargan de hurguetear para exacerbar emociones y movilizar voluntades, que, de otra manera, están contentas con un statu-quo placentero que no los saca de la molicie de lo cotidiano, de lo conocido y lo hogareño.

Las revoluciones, en cambio, consisten en dos bandos que poco a poco buscan un antagonismo, muchas veces artificial, y digitado por una minoría. El comunismo, a lo largo de su historia, ha sido maestro en esto. Antes era la lucha de clases, hoy se ha segmentado la sociedad de tal manera que es todos contra todos.

Evidentemente, esto crea incertidumbre ya que se quita el piso a la seguridad cotidiana.  Y luego, al añadir la violencia, se crea un conflicto que puede estallar y manifestarse de mil maneras.

Lo que vivimos en Chile hoy, y que los técnicos de la política llaman “Revolución molecular disipada” es una técnica que se ha ido perfeccionando en los últimos 70 a 80 años.  Es la exegesis de la división social. Un proceso de deconstrucción social que tarda años en cuajar, pero que precisa de un trabajo minuciosamente planificado y cuya condición principal es que pueda crecer y cimentarse sin un contra discurso claro.

Existió el proceso en la Rusia-Unión Soviética, en la Republica Popular China y en Cambodia (en la época de los Jmeres Rojos), como casos paradigmáticos. En este ultimo ejemplo, alrededor de un 30% de la población fue exterminada con el objeto de instaurar una visión política hegemónica (que por suerte no duro demasiado).

En cada caso, se procedió a diseccionar la sociedad y a manipular a sus distintos componentes hasta que estallara la lucha fratricida. De allí a la violencia, al terror y al miedo silenciante y anulante, había pasos lógicos y sincrónicos.

En Chile se empezó con las minorías: Sexuales, pueblos originarios, y se siguió con el feminismo radical, que, en ultimo termino, busca enfrentar una mitad de la población con la otra.  Se ha conseguido pervertir la educación, para convertirla, selectivamente, en un instrumento de ideologización y concientización de las masas infantiles y juveniles.  No todas, pero un porcentaje relevante.

Quienes han sufrido un baño ideológico de este tipo, usemos ejemplos mas potentes y claros, como Corea del Norte, la misma Cambodia en la época que se comenta, o la China de la revolución cultural, sufren también de un miedo especial: sus mentes están formateadas para un cierto tipo de vida y un cierto desempeño, donde se ha buscado anular raíces culturales, aspectos espirituales, lazos familiares y afectivos y otros, todo en búsqueda de la subordinación del individuo a la ideología predominante.  Pero hoy ello es mas difícil: las comunicaciones instantáneas son un cable a tierra con el mundo real y plausible, y las utopías ideológicas tocan fondo rápidamente. O el fondo de la inconsistencia o el fondo del rendimiento socio-económico.  Y, por último, está el concepto de libertad individual, que es la esencia misma de cada individuo.  Libertad para creer, para vivir, para emprender, para amar.

Esto es muy difícil de destruir.  La libertad puede ser asediada, como hoy en Chile, donde una minoría quiere imponer su voluntad política sobre una mayoría, mediante la mentira y el engaño.

El individuo o bien sabe, o bien intuye.  Su mente conecta múltiples filamentos del conocimiento que le proporcionan un mundo de seguridad y certezas.  Agitarle la jaula al pájaro no hace mas que intranquilizarlo y que comience a añorar su libertad y su vida fuera de ella.

El individuo tiene memoria, y en ella se anidan sus conocimientos y sus redes cognitivas que le permiten replicar lo que se aprende y transformarlo en herramienta provechosa para su vida cotidiana.  Cualquier trastorno a la cadena del conocimiento, o la cadena creativa, le resta grados a su libertad como persona.  Tarde o temprano lo presiente y luego la sensación se transforma en incertidumbre.

La ideología, justamente, busca subvertir este proceso. Manipulando no solo el presente sino también el pasado.  De una manera subrepticia y sibilina.  En forma lenta, paulatina y envolvente.

Cae así la oscuridad sobre las mentes colectivas.  Es por ello que los mayores desmanes se producen después del ocaso del día. Donde la negrura unifica las voluntades, esconde los miedos y las voluntades, así anuladas, actúan como masa, y no como individualidades.

Es el propósito del slogan. De los afiches de propaganda. De la literatura y arte ideológico. Sustituir la memoria cotidiana y cultural por la matraquilla verborreica que debe memorizarse y repetirse en forma mecánica. Sin la interfaz de nuestra voluntad y nuestra memoria.

¿Como salir del atolladero?

Volviendo a confiar en la memoria atávica, en la cultura, en lo que nos es común y nos une.  Hay que volver a repetir lo conocido, que ha sido olvidado hoy porque hay quienes se han empeñado en deslavar el tejido social y transformar este en una loa quemada por el sol abrasador:  una tela que se raja a la menor presión que se ejerza sobre ella.

La voluntad individual, que cabalga sobre nuestra libertad personal, debe ser capaz de expresarse con entera flexibilidad. No hay voluntad única, ni comportamiento uniforme: estas características pertenecen a la sociedad ideologizada, que vive aterrada de salir de sus estrechos márgenes cognitivos.

El conocimiento nos hace libres. Sus raíces están en una cultura compartida, que puede ser tan amplia o tan estrecha como queramos. Dependerán los limites de las capacidades e intereses individuales. Serán estos límites líneas sismográficas que unan las mentes en una voluntad y direccionamiento colectivo, pero teniendo como núcleo central la memoria y la libertad.

Nos relata George Steiner, que acaba de fallecer, que, en las horas mas oscuras de la persecución a los judíos, durante el s.XX, pero en realidad antes y después también, se pretendió destruir todo vestigio escrito de su cultura mas profunda: pero esta fue salvada por la memorización que cada individuo hacia de ella. Acto individual, de voluntad suprema.  Pozo o abrevadero, donde nutrieron su alma en las horas mas oscuras de la desesperación.

Es en la mente propia donde el individuo guarda todo lo que le es mas importante y esencial.  Algunos confundieron mente con bóvedas de bancos, y aquí estamos.

Retomemos lo realmente importante. Respetemos la memoria y la libertad individual. Solo con ello saldremos victoriosos de cualquier trance que se nos presente en el futuro.

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