El parto de los montes

Columna
El Confidencial, 15.12.2019
Jorge Dezcállar de Mazarredo, Embajador de España
Ahora podremos por fin dedicarnos a poner la casa en orden y dejar de lado la política británica que nos impelía a una constante ampliación del mercado único

Boris Johnson ha obtenido un resonante triunfo en las elecciones que han tenido lugar en Gran Bretaña y ese éxito, que cabe interpretar como un segundo referéndum sobre el Brexit, pone punto final a las dudas y discusiones de los últimos años y despeja el camino para que los británicos abandonen el Club Europeo el próximo 31 de enero, fecha en la que termina la última prórroga concedida por Bruselas. Creo que a ambos lados del Canal de la Mancha todos  agradecemos esta clarificación que pone fin a una incertidumbre que se había vuelto insoportable. Los británicos se quieren ir y nosotros lo sentimos mucho pero estábamos ya hartos.

La victoria de Johnson se ha producido en unas elecciones que la propia dinámica de las cosas había centrado en el Brexit por encima de toda otra consideración, y en las que el sistema electoral por circunscripciones favorece el bipartidismo porque el ganador, aunque sea por un voto, se lleva el escaño. Eso ha hecho mayor el desastre Laborista al infligirle una derrota mayúscula como no se veía desde hace mucho tiempo. Los laboristas han perdido en zonas industriales de Inglaterra que eran bastiones socialistas y donde imagino que muchos han tenido que taparse la nariz con fuerza para votar a los Tories porque, a diferencia de los Whighs, les prometían el deseado Brexit sin dudas ni monsergas.

Jeremy Corbyn, muy confuso sobre el Brexit hasta el final y consecuente con la amarga suerte del vencido, ya ha anunciado que renuncia a dirigir al partido en próximos comicios, porque allí no es como aquí que los políticos nunca dimiten con la reciente excepción de Albert Rivera. Ese bipartidismo ha lastrado también a los liberales de Jo Swinsom, que incluso ha perdido su escaño.

En cambio, en Escocía han salido muy reforzados losnacionalistas de Sturgeon que no me extrañaría nada que ahora volvieran a insistir en un referéndum de autodeterminación porque ya se conoce su renuencia a abandonar la Unión Europea. Lo que ahora puede abrirse es el melón de la unidad futura entre las cuatro naciones (Inglaterra, Gales, Escocía e Irlanda del Norte) que integran el Reino Unido y están simbolizadas en la bandera de la Union Jack. Otros que lo van a pasar mal son los gibraltareños, que tampoco se quieren ir de Europa pero que se verán arrastrados por la salida de supotencia colonizadora y que necesitarán el visto bueno de España para cualquier acuerdo futuro entre Londres y Bruselas que se refiera a ellos.

Pero si alguien es tan ingenuo que piensa que por fin nos hemos librado de los británicos y podremos dedicarnos a nuestros otros problemas, se equivoca y mucho. A muy corto plazo, hasta el 31 de enero, hay que dilucidar si el Reino Unido nos deja con o sin acuerdo y la diferencia en términos de coste para nosotros y para ellos es enorme, así que confiemos en que una vez que Boris ha logrado su objetivo, será sensible a las ventajas de un divorcio amistoso que reduzca los destrozos y dé paso a lo que se augura una negociación larga y complicada sobre nuestra relación futura. Son casos muy diferentes pero el acuerdo con Mercosur llevó catorce años de discusiones y el de Canadá otros seis. Confiemos en ser capaces de llegar a un entendimiento en menos tiempo aunque son muchos los asuntos a abordar y no solo económicos y comerciales, sino también políticos y de seguridad en sentido muy amplio, porque muy intensas son todavía nuestras relaciones y muy intensas deseamos que sigan en el futuro. Por el bien de todos.

El mensaje claro, potente, reduccionista, simple y no exento de falsedades sobre el Brexit de Boris Johnson se ha impuesto con claridad en una nueva muestra del reduccionismo tan en boga en estos tiempos y que también llevó al poder a Donald Trump en los Estados Unidos. Ante un electorado asustado por unos cambios demasiado grandes y rápidos que sienten que ponen en peligro su modo de vida, el de su comunidad o el de su país, el que gana es el que llega con un mensaje claro y simple que dice "os he comprendido y estoy de vuestra parte". Es la simplicidad del populismo. Otra cuestión es luego bajar al ruedo y torear al morlaco. Porque en contra de todas las promesas hechas con pólvora del rey y algunas falsedades manifiestas, la realidad es tozuda y con el Brexit perderemos todos pero los británicos serán los que más pierdan y por eso hay que procurar una salida ordenada y negociar luego con espíritu constructivo, porque en esta patera estamos todavía los dos y ambos queremos llegar a buen puerto lo antes posible.

Si alguien piensa que por fin nos hemos librado de los británicos y podremos dedicarnos a nuestros otros problemas, se equivoca y mucho.

Quizás los únicos aspectos positivos de cuanto ha acontecido sea que, por una parte y tras ver lo complicado que ha sido la salida del Reino Unido, a ningún otro país le quedarán ganas de abandonar la UE y que, por otra parte, ahora podremos por fin dedicarnos a poner la casa en orden y dejar de lado la política británica que nos impelía a una constante ampliación del mercado único a costa de la necesaria creciente integración entre nosotros en materias como la política exterior, la de defensa, la de inmigración o la energética. Y es que, a fin de cuentas, hay que buscar el aspecto positivo de cuanto acontece y no hay mal que por bien no venga.

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