El perfil de Iván Duque, el joven y metódico presidente electo

Perfil
El Tiempo, 17.06.2018
Armando Neira, editor cultural

Bogotano, lector disciplinado, amante del rock, católico, de buen humor y padre de tres hijos.

El discurso de Iván Duque al ganar la Presidencia de Colombia 
El presidente electo Iván Duque les habló a sus seguidores al ganar las elecciones presidenciales con más de 10 millones de votos.

Es posible que sea una casualidad. El poder acompaña a quienes vinieron al mundo en agosto. En este mes nacieron Ernesto Samper, Andrés Pastrana, Juan Manuel Santos e Iván Duque Márquez, y Barack Obama, en Estados Unidos. El signo Leo los cobija a todos.

Duque cumplirá 42 años el primero de agosto. A los seis días se posesionará como el presidente número 117 en la historia de Colombia. Es la cúspide de un ascenso vertiginoso jalonado por su dedicación, preparación y buena estrella.

Antes de cumplir 25 años de edad dejó el cargo de asistente de Santos en el Ministerio de Hacienda y le aceptó el nombramiento de asesor en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en Washington. “Cuando llegó a Estados Unidos me llamó muy entusiasmado”, recuerda Juan Fernando Londoño, quien entonces trabajaba en la sede de la OEA.

Londoño cuenta que lo había conocido años atrás, en el tradicional barrio Teusaquillo de la capital, cuando dirigía las juventudes del Partido Liberal. “Aún estaba en el colegio, en el Rochester, pero se diferenciaba de los demás por su interés por la política, los problemas nacionales y su evidente pilera”.

Temas que abordó en profundidad en Washington, un escenario ideal para especializarse en política pública. Además de la Casa Blanca allí están, entre otras, las sedes del FMI y el Banco Mundial. “Muchos llegan allí, trabajan y se devuelven –comenta Londoño–. Él se quedó más de una década, se preparó académicamente y le sacó el máximo provecho intelectual a una ciudad que respira política en cada esquina”.

Precisamente, en los albores de un otoño, caminaba por Georgetown University con su amiga Gloria Isabel Ramírez cuando vio en una vitrina un libro de Obama, entonces novato aspirante a hablar en la convención del partido demócrata. Entró al local, compró un ejemplar y se lo regaló.

—¿Por qué? –le preguntó su hoy asesora de comunicaciones.

—Hay que saber todo de él. Va a ser el próximo presidente de Estados Unidos.

A ella no le pareció una premonición sino un juicio de un hombre que devora todo lo relacionado con ‘marketing’ político, estrategias electorales y discursos de los presidentes.

Esa preparación intelectual fue un valor añadido para el aprecio que le tenía Álvaro Uribe Vélez. “Uribe lo fichó muy precoz”, dice una fuente que los conoce a ambos. En 2011 trabajaron hombro a hombro cuando el ex mandatario viajó a Nueva York para ser parte de un panel de investigación de las Naciones Unidas que buscaba establecer lo sucedido en una acción que involucró a comandos israelíes contra la llamada Flotilla de la Libertad, cuyo saldo fueron varios muertos y que provocó una crisis diplomática con Turquía.

A pesar de las fiestas, Duque era metódico y siempre sacaba tiempo para leer.

En su primera intervención tras ganar las elecciones, el nuevo mandatario llamó a la unidad.

Uribe en el camino
A Uribe le encantó el juicio del joven a quien conocía desde pequeño, pues era amigo personal de su padre, el ex gobernador de Antioquia y exministro de Estado Iván Duque Escobar. A finales de 2013 le ofreció un puesto en la lista del Centro Democrático (CD) que debutaría en las elecciones de marzo del año siguiente.

Dejó atrás la plácida vida en Washington, renunció al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), donde estuvo doce años (2001-2013), primero como consejero principal de la Dirección Ejecutiva para Colombia, Perú y Ecuador y, luego, como jefe de la división de Cultura, Creatividad y Solidaridad, y volvió a Colombia.

Para Duque, hasta ese instante un desconocido en el país, resultaba difícil salir electo en solitario. Uribe, sin embargo, hizo una lista cerrada y lo ubicó en una posición de privilegio, por lo que en la práctica retornaba en condición de senador.

La fortuna volvió a sonreírle cuando al rifar los puestos de la bancada del CD se ganó el pupitre al lado de Uribe. Cualquier cámara que enfocara al líder natural de esta colectividad inevitablemente captaba el rostro de Duque.

Él es muy buena persona, y la gente que es así atrae siempre buenas cosas”, dice su amiga María Paula Correa, quien ha compartido con él una amistad de 10 años y estuvo a su lado durante la campaña que acaba de concluir como su secretaria privada. Cuando sortearon el sitio en el tarjetón de la consulta interpartidista de la derecha entre Martha Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez, él sacó el número 1 con la balota naranja, lo que facilitó la publicidad en otra etapa en la que salió victorioso.

Londoño, quien fue uno de los asesores del equipo de Santos que negoció la paz en La Habana con las Farc y, luego, uno de los impulsores de la campaña del Sí, también habla de las virtudes de Duque. “Es como si desde niño se hubiera dedicado a cultivarlas: buena gente, aplomado, respetuoso, trabajador,divertido, simpático”.

“Y muy preparado”, añade Francisco Barbosa, uno de los mejores amigos de Duque. Se conocieron en las aulas de la Universidad Sergio Arboleda, donde estudiaron derecho. Eran compañeros asiduos de rumba en Café y Libro, Maderos y Los Versos del Capitán, los locales que marcaban la bohemia nocturna de la ciudad por la época.

Siempre le ha gustado la música. Por eso, Duque sonríe al recordar los conciertos de verano, en Estados Unidos, que tanto disfrutaba con la música de Led Zeppelin, DireStraits, Metallica, Iron Maiden y Megadeth, bandas que tienen canciones que son verdaderos himnos contra el establecimiento.

Leer es la clave
No es un rasgo nuevo. De hecho, antes de zambullirse en la política, su sueño era ser cantante de rock, tal como lo había hecho en su adolescencia, cuando en el colegio fue vocalista de un grupo que conformó con sus amigos, al que bautizaron PigNose.

A pesar de las fiestas, Duque era metódico y siempre sacaba tiempo para leer. Ejemplares que compraba en compañía de su padre”, relata Barbosa. El plan sabatino con él era irse a las librerías Merlín y Temel, en el centro de Bogotá, para perderse entre los laberintos de clásicos, novedades y usados.

Sin duda, su padre ha sido la persona más influyente en su vida. No solo por haberle inculcado el amor por el trabajo sino que le heredó una biblioteca de 17.000 volúmenes que él cuida como un tesoro. Por eso leyó la obra completa de su autor favorito, Mario Vargas Llosa. De ahí, la emoción cuando el premio nobel peruano no solo vino a conocerlo sino a manifestarle su apoyo. “Fue un placer intelectual verlos conversar sobre los personajes de ficción del novelista”, añade Correa.

Una imagen diametralmente opuesta fue la que vivió Duque el jueves 2 de noviembre de 1995 junto a Barbosa. Los dos se habían encontrado con su profesor Álvaro Gómez Hurtado, el eterno aspirante a la presidencia, a la entrada de la Sergio Arboleda. El dirigente conservador se despidió de ellos, caminó 60 metros. A las 10:30 de la mañana sonaron los disparos que segaron su vida. “Lloramos como niños”, dice Barbosa. Tiempo después, Duque reemplazó a Gómez Hurtado en la cátedra que dictaba.

Eran tiempos en los que los dos jóvenes se iban al Congreso de la República para tomar nota de las sesiones sacudidas por el llamado proceso 8.000 que investigaba el ingreso de dinero del cartel de Cali a la campaña de Samper Pizano. “Ese capítulo marcó a Iván porque vio cómo el narcotráfico destruye nuestra sociedad”.

A este recinto volvería en esta época como senador en donde brilló. Sus propios colegas durante dos ocasiones consecutivas lo votaron como el mejor congresista. Los periodistas que cubren cotidianamente la actividad legislativa le valoran también su don de gentes y su disciplina. “Es una hormiguita trabajando”, testimonia uno de ellos.

La mitad de los proyectos que sacó adelante el Centro Democrático son de su autoría. Cuando anunció el retiro de su curul para irse en búsqueda de la presidencia, una mayoría, entre aliados y opositores, se levantó a aplaudirlo en señal de agradecimiento por su entrega, respeto y buena gestión. “Si una lección dejó aquí es su capacidad para tender puentes”, cuentan en el Congreso.

La familia, primero
A su actividad política se consagra tanto como a su familia. Su esposa es la abogada de la Universidad Javeriana María Juliana Ruiz, Maju para sus amigos, quien lo conoció cuando ella tenía 15 años. Un día, ella esperaba el bus en el paradero. Él aprovechó la circunstancia y se le presentó. Hablaron por primera vez sobre libros y música. Luego empezó a invitarla a sus conciertos cuando él cantaba con chaqueta de cuero, cremallera y el pelo un tanto alborotado.

Forman una pareja feliz que se escapa con frecuencia a rumbear. “A mí me fascina bailar”, dice ella. “Y a él, la música”. Se complementan. Hoy tienen tres hijos: Luciana (11), Matías (7) y Eloísa (6). Precisamente durante esta campaña, él interrumpió su agenda en dos ocasiones para ir a la entrega de notas de sus niños. Ella es reservada, cautelosa. Al describirlo dice: “La gente puede estar tranquila porque Iván es lo que ven: un hombre transparente”.

¿Cómo será un gobierno de Duque? Él responde: “Mi intención es nombrar un gabinete de gente joven, ojalá todos menores de 45 años, y en el que estén más mujeres que hombres”. ¿Será un experimento? “Para nada. Quiero gente preparada, muy técnica, a mi lado. Yo no quiero ministros chispita mariposas, que enciendan mucho un instante y luego no duran nada. Yo los quiero para todo mi mandato”.

El nuevo presidente electo promete actuar como lo ha hecho hasta ahora: “De manera honesta, trabajando duro y buscando siempre lo mejor para mi país”.

En el ambiente, sin embargo, gravita el nombre de Uribe, el dirigente político más influyente de las dos últimas décadas en el país. ¿Cuál será su papel? “Yo voy a ser el presidente de Colombia”, responde con tono vehemente pero respetuoso.

También sale al quite de la sombra de personas que lo rodean y tienen posturas polémicas. Por ejemplo, la visión sobre las parejas del mismo sexo de Vivian Morales o de la religión de Alejandro Ordóñez. “Nada de los derechos ganados hasta ahora por la comunidad LGTBI se echarán para atrás. Nada”, insiste.

Y, aunque ama los libros –ha escrito seis– y conoce el valor de la Biblia al afirmar ser católico, sentencia: “Yo voy a gobernar con la Constitución”.

La campaña quedó atrás. Ahora es el presidente electo. Un hombre que pertenece a un grupo político de derecha en el que él es la cara de la renovación. Tiene un máster en Derecho Económico en American University, otro en Gerencia de Políticas Públicas en Georgetown University, además de encantarle el cine, la literatura, las innovaciones de la tecnología y exhibir siempre un muy buen humor. “Yo miro es al futuro”, asegura.

La nueva familia que llega a la Casa de Nariño
Vuelven la risa y la alegría infantil a la Casa de Nariño. Los pequeños Luciana (11 años de edad), Matías (7) y Eloísa (6) serán los primeros niños en vivir en el palacio presidencial en este siglo. Ellos, más allá de la política, son la razón de la existencia de sus padres, Iván Duque Márquez y María Juliana Ruiz.

La nueva primera dama tiene una alta formación intelectual. Estudió Derecho en la Universidad Javeriana e hizo una maestría en leyes con énfasis en negocios internacionales en American University. También adelantó estudios en Johns Hopkins University y el InstitutCatholique de París.

Estuvo laborando en la OEA, en Washington, y ahora trabaja como secretaria general de una clínica de Bogotá.

Cada mañana se levanta a las 4:30 a.m. a meditar. Una hora después empieza la carrera de la pareja para levantar a sus niños y prepararlos para enviarlos al colegio.Durante la campaña, era un tiempo que valía su peso en oro. Luego ambos salían para sus respectivos quehaceres. Pero siempre estaban conectados. Duque, por ejemplo, aplazó varias reuniones de la carrera a la presidencia para ir a conversar con los profesores sobre la marcha de los pequeños.

Somos bastante hogareños, nos gustan los planes de casa y de finca: chimenea, música, películas y libros. Cocinar en familia es una terapia y nos entretiene cantidades. El mejor plan en familia es un viaje, ya sea planeado, como le gusta a Iván, o improvisado, como me gusta a mí”, ha dicho ella.

Ahora en su nuevo rol, ellos son conscientes de los cambios tan bruscos que les esperan, pero prometen que harán un esfuerzo por darles el mejor ejemplo a los demás colombianos.

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