El populismo latinoamericano (1): Una radiografía

Juan Salazar Sparks°

Nuestro continente está viviendo hoy un período de clara desaceleración y, en algunos casos, de franca crisis económica, acompañada de una generalizada corrupción, crispación social, y -a veces- de creciente violencia política. Ello se traduce en baja popularidad de la mayoría de sus gobernantes, en una gobernabilidad mucho más compleja, y en la inestabilidad política de algunos países latinoamericanos.

A juicio nuestro, muchos de esos problemas han sido inducidos por razones de dogmatismo político -concretamente el populismo- antes que por la coyuntura de un determinado país, o bien, por factores exógenos a la región. El populismo es un fenómeno político archi conocido en América Latina, pero que recobró nuevos bríos con la experiencia chavista en Venezuela y la militancia regional de su principal instrumento: el ALBA, basado en el eje La Habana-Caracas.

Históricamente, en nuestro continente la noción de “caudillismo” se aplicaba al dominio de un jefe político -generalmente autoritario y carismático- que contaba con el apoyo de una clientela tradicional (“clientelismo”) y era popular por sus hazañas militares o políticas. También se utilizó el concepto de “caciquismo”, relativo a los caciques indios, para caracterizar a patrones feudales (latifundistas) o a cabecillas militares (comandantes de las fuerzas armadas) que formaban su propio “estado dentro del estado”, brindando protección a sus clientes y esperando a cambio sumisión y fidelidad de éstos.

Luego, con la creciente industrialización y la expansión tanto de la clase trabajadora como de la urbanización latinoamericana durante el siglo XX, las prácticas de “caciquismo” y de “caudillismo” políticos derivaron en el "populismo", una fórmula política para abordar problemas tan complejos como el estancamiento económico, la desigualdad social, la cohesión nacional, la participación popular, las reformas estructurales o incluso la propia revolución (Ej.: la Revolución Mexicana de 1910). El impacto de la gran depresión mundial (1929), por ejemplo, fue devastador en América Latina, porque junto con sus efectos destructivos sobre el modelo económico tradicional (exportación de materias primas), desembocó también en un conflicto político profundo a raíz del quiebre del sistema oligárquico.

El populismo latinoamericano, por lo tanto, terminó estructurándose a través de movimientos de base pluralista (obreros, campesinos, clases medias), que apelaban constantemente al pueblo para propiciar las transformaciones y atender las revolución de las expectativas, la movilización de las masas a través de diversas formas de organización (partidos, sindicatos, corporaciones y asociaciones varias), un programa propagandístico de contenido social (generalmente sin una doctrina precisa), y a un clamor colectivo general por la justicia, los valores tradicionales y el nacionalismo. Esos movimientos se formaron tras líderes carismáticos (caudillo o cacique), quien ejercían un estilo personalista y autocrático capaz de guiar a una masa poco organizada y heterogénea, sin hacer mayor distingo entre dominio público y privado (para enriquecerse él y su clientela), y vigilando a la clase media para evitar que el movimiento popular se transformase en uno revolucionario.

En suma, la mayoría de los autores coinciden en identificar cinco elementos básicos en el desarrollo del fenómeno en cuestión: Un patrón paternalista-personalista-clientelista; una coalición política policlasista y heterogénea; movilización política de arriba hacia abajo; ideología amorfa o ecléctica; y un programa económico redistributivo. La lista de líderes políticos de carácter populista en la región es amplia, aunque siempre destacan en todos los recuentos los respectivos fundadores del "varguismo" brasileño (G. Vargas), del "peronismo" argentino (J. D. Perón) y del "aprismo" peruano (R. Haya de la Torre). Otros nombres históricos serían Velasco Ibarra (Ecuador), Cárdenas (México), Paz Estenssoro (Bolivia), Rojas Pinilla (Colombia), y Pérez Jiménez (Velenzuela), políticos o militares, unos inclinados más hacia la izquierda y otros más a la derecha.

Pero, historia aparte, cómo podríamos describir la situación de la región hoy? Para comenzar, digamos que, a partir de la experiencia chavista (cooptada desde sus inicios por una fuerte influencia castrista), se fue dando un variado pero intenso neopopulismo a través de la región. El gran aporte del chavismo fue, aprovechar la corrupción política y el desencanto popular por las instituciones, para afirmar a un caudillo militar-populista (Chávez) e implementar un socialismo clientelista. Abusando del sistema democrático, ese neopopulismo se ha encargado de conculcar las libertades, violar los derechos humanos, y entronizarse en el poder (reelecciones indefinidas). Cuáles son las variantes principales del populismo latinoamericano? Y, cuáles sus resultados? Veamos algunos ejemplos:

(1) En la propia Venezuela, el modelo chavista ha terminado por fallar estruendosamente. La economía ha colapsado ante la falta de crecimiento, la alta inflación, y el desabastecimiento, Nicolás Maduro no tiene el carisma de Hugo Chávez, y el gobierno chavista ha polarizado al país y reprimido a los dirigentes de la oposición. La situación parece encaminarse a una implosión del estado venezolano y, si bien el chavismo ha visto debilitarse su influencia en el resto de la región, el proceso de transición de vuelta a la democracia en ese país es todavía algo complejo e incierto;

(2) En Argentina, el gobierno de Cristina Fernández, definido como "kirchnerista" luego del mandato de su fallecido marido, no es otra cosa que una facción sucesora del peronismo, un movimiento que originalmente navegaba entre el fascismo y el populismo. La presidenta es autoritaria y beligerante, quiere dominar al Poder Judicial y combate a la prensa opositora. Como no puede reelegirse nuevamente, Cristina prepara su aterrizaje (futura diputada?), copando la administración pública y dejando un país revuelto y con escaza institucionalidad. Al igual que Venezuela (por no mencionar también a Bolivia, Ecuador y Nicaragua), el fracaso económico de la Argentina la está hipotecando con China;

(3) En Brasil, los escándalos de Petrobras refuerzan la corrupción endémica del país, la que tiene a la progresista Presidenta Rousseff inmovilizada y al líder natural de la región en suspenso. En lugar de mostrar la misma independencia que ha buscado con respecto de EE.UU., Brasil ha seguido una política exterior "populista", con el Mercosur invitando a Venezuela y dejando que el ALBA domine la Unasur y neutralice la supuesta labor democratizadora de la OEA;

(4) México, otro de los grandes de Latinoamérica, si bien tiene ahora una agenda modernizadora y un gobierno liberal (Peña Nieto como figura de un PRI reformista), ha caído en un espiral de violencia a causa del narcotráfico tan agudo que tiene a su gobierno completamente volcado hacia adentro;

(5) Otras manifestaciones peculiares de neopopulismo (o "chavismo en la periferia"?) son las de Bolivia y Ecuador. El primer gobernante indígena boliviano Evo Morales explota la improvisación y la sorpresa, jactándose de comulgar con todos los regímenes de izquierda del mundo (Bolivia ingresó al ALBA). Si bien la economía boliviana ha rendido sus frutos, ya está apareciendo el nepotismo y el machismo, como lo muestra una copla que circula en ese país: "este presidente de buen corazón, a todas las ministras les quita el calzón". Por su parte, el pragmático y oportunista Rafael Correa acaba de iniciar su noveno año de "revolución ciudadana" (socialismo en democracia) en Ecuador, pero consolidando un gobierno bien personalista donde no acepta que nadie lo contradiga o lo critique, o bien, distorsionando la realidad cuando sostiene que "el desarrollo es un problema político". Ambos mandatarios pretenden reelegirse ilimitadamente en el poder, lo cual plantea una incógnita respecto del futuro de la democracia en esos países; y

(6) Para qué hablar de los organismos regionales. A la OEA se le olvidó por completo la Carta Democrática Interamericana de 2001 y el reemplazo del chileno José Miguel Insulza por el uruguayo Luis Almagro no parece mostrar un cambio sustancial de la línea medrosa del primero. La Unasur, por su parte, con la llegada del colombiano Ernesto Samper, se ha dedicado a defender al gobierno de Maduro y a las democracias entre comillas de la región. Por eso, y navegando casi contra la corriente, la prometedora Alianza del Pacifico parecía señalar un rumbo de apertura y crecimiento económico, de libre comercio e integración regional. Sin embargo, ha perdido fuerza por las indecisiones de sus propios miembros. Ya vimos el caso mexicano, Colombia -a pesar de su gran potencial- todavía no consigue poner fin a su larga guerra civil, y Perú -que ha mantenido con éxito un modelo de mercado- se está desacelerando económicamente, la popularidad del Presidente Humala (también la de su esposa) va en picada, y el mandatario distrae a la opinión pública peruana con casos de espionaje.

Hemos dejado el caso de nuestro país para el final. Con el gobierno de la Nueva Mayoría, la ola populista estaría llegando a las costas chilenas. El supuesto clamor de la "calle" y la tentación por las soluciones fáciles en Chile, han impuesto en el nuevo gobierno chileno una línea de cambios "populistas" y antiliberales: reformarlo todo, cueste lo que cueste. Al decir del reputado analista José Joaquín Brunner, "el oficialismo ha cultivado una cultura de élite confrontacional, iluminada, refundacional, con un discurso de sospecha y rechazo hacia los acuerdos y la articulación de diversos intereses y visiones". Y, tal situación, está creando desconfianzas (internas y externas) respecto de la economía chilena y está polarizando una sociedad hasta ahora basada en los consensos, dos elementos claves en el rol modélico de Chile para la región.

La Presidenta Bachelet descarta que su gobierno sea populista, argumentando que se están manteniendo los mismos principios e ideas macroeconómicas del pasado (prudencia fiscal). Pero el hecho es que el país -con tantos cambios- parece haber perdido el rumbo y, claramente, ha dejado de ser un referente regional. A ello, se suma una política exterior chilena crecientemente inmovilista y no profesional. Lo primero, porque es reactiva y no proactiva. Tampoco sabe moverse en varios frentes a la vez (hoy todo se circunscribe a la defensa jurídica ante una demanda política boliviana). Y, en cuanto a lo segundo, la falta de profesionalidad que caracteriza a la diplomacia de los gobiernos populistas, porque nuestra Cancillería está en manos de políticos y de abogados externos, que lógicamente no tienen la experiencia de los profesionales del rubro. De hecho, no han sabido cómo vincularse con el resto de la región (Ej.: están dejando caer la Alianza del Pacifico por una supuesta convergencia con el Mercosur) y ello nos está llevando inexorablemente al aislamiento.

Estos indicios de populismo chileno podrían consolidarse más adelante, en forma definitiva y sin retorno, si la gestión de Michelle Bachelet fracasara y se abriera paso a la elección de un Marco Enríquez-Ominami, a quien se le conocen posturas extravagantes y cuyo variopinto Partido Progresista pocos conocen. Aunque no nos guste reconocerlo, los chilenos ya hemos sufrido en el pasado experiencias fallidas de populismo (el primer Alessandri, Ibañez, Allende).

Como conclusión, cabría preguntarse si estamos llegando al fin de un ciclo en la región o al comienzo de uno nuevo? Si Maduro termina cayéndose (renuncia o es derrotado en las urnas) y Cuba comienza a "aburguesarse" en su nuevo trato con los EE.UU., así como Cristina deja el gobierno y la oposición argentina es capaz de armar un gobierno razonable, es posible que el populismo latinoamericano pierda su actual ímpetu. Por otro lado, si se frustran algunas de las actuales experiencias de izquierda democrática (Rousseff en Brasil o Bachelet en Chile), la región podría desembocar tanto en un nuevo intento liberal-socialdemócrata (A. Neves/S. Piñera) como en un renovado proceso regional de caudillos y de asambleas constituyentes (supuestos representantes de la "voluntad popular") que apunta a pasar por encima de las instituciones republicanas.

Bibliografía:

- CONNIFF, Michael L. (ed): Populism in Latin America. University of Alabama Press, Tuscaloosa 1999.
- DE LA TORRE, Carlos: El tecnopopulismo de Rafael Correa. ¿Es compatible el carisma con la tecnocracia? 'Latin American Research Review', Vol.48 (1) 2013.
- GRATIUS, Susanne: La "tercera ola populista" de América Latina. Documento de Trabajo FRIDE N*45 (2007).
- MACKINNON, M. M. y M. A. Petrone (comps.): Populismo y neopopulismo en América Latina. Eudeba, Buenos Aires 1999.
- MALAMUD Carlos: El populismo en Latinoamérica. Cuadernos del Mundo Actual (Historia 16), Madrid 1994.
- MALAMUD, Carlos: Populismos latinoamericanos. Los tópicos de ayer, de hoy y de siempre. Ediciones Nóbel, Oviedo 2010.
- REIG, Ramir: Reinvindicación moderada del populismo. ‘Historia Social’, N*2 (1988).
- WALKER, Ignacio: Democracy and Populism in Latin America. Kellog Institute Working Paper N*347 (April 2008).
- ZÚQUETE, José Pedro: The Missionary Politics of Hugo Chavez. 'Latin American Politics and Society', Vol.50 (1) 2008.
[Nota del editor: El análisis de este tema continúa en un segundo artículo en el número 9 de OG Review correspondiente al mes de abril]

° Ex embajador y editor de OpinionGlobal.-

No hay comentarios

Agregar comentario