El ‘retorno’ del Imperio del Sol Naciente

Reportaje
El Mundo, 26.12.2016
Javier Espinosa
  • La simbólica visita de Shinzo Abe a Pearl Harbor reabre la controversia en torno a la visión de la Segunda Guerra Mundial en la nación asiática
Japoneses con el uniforme del ejército imperial rinden homenaje a los caídos en Yasukuni. GETTY

Japoneses con el uniforme del ejército imperial rinden homenaje a los caídos en Yasukuni. GETTY

Los tres jóvenes se presentaron a media mañana del domingo en el santuario vestidos con el antiguo uniforme del ejército imperial japonés. Desfilaban con aire marcial portando los mismos rifles que usaron los japoneses en la guerra del Pacífico.

Tras colocarse delante del templo, dos de los chavales calaron la bayoneta en su arma, se alinearon y agacharon la cabeza en señal de reverencia a la memoria de las cerca de 2,4 millones de 'almas' a las que se honran en Yasukuni, entre la que figuran cerca de un millar de criminales de guerra.

No lejos de allí, otra media docena de japoneses enarbolaba una de las banderas del que se apodó  Imperio del Sol Naciente repitiendo el homenaje, aunque en esa ocasión acompañados por el melódico silbido de una caracola.

La simbología que atesoran gestos como los de estos dos grupos -una escena habitual en Yasukuni- no desentonan con el ideario que parece representar el museo incluido en el complejo religioso. Aquí ni siquiera se habla de la Segunda Guerra Mundial sino de la Gran Guerra del Sudeste Asiático que las tropas niponas "fueron obligadas" a iniciar invadiendo China -así reza la declaración oficial de guerra firmada por el emperador Hirohito- y después continuar expandiendo sus ataques a toda la región y Estados Unidos como algo "inevitable".

A la entrada de la exhibición se puede apreciar la locomotora Modelo C56 Número 31 producida por Nippon Sharyo que las tropas japonesas usaron en lo que aquí se define simplemente como el tren entre Birmania y Tailandia. Ni una sola mención a los cerca de 100.000 asiáticos y 13.000 prisioneros aliados que murieron obligados a construir lo que se llamó la "línea férrea de la muerte".

Donde sí se aprecia un ejercicio profuso de documentación es en las salas dedicadas a la loa de los 'kamikazes' en todas sus variantes: desde los pilotos de aviones, a los que usaron minisubmarinos o hasta los singulares buzos bomba, que nunca llegaron a ser operativos.

Aquí se pueden visualizar sus fotos, sus últimas cartas, poemas o las muñecas que les ofrecían como novias ficticias para que les acompañaran tras la muerte.

"Las operaciones suicidas, incomparables en su valentía trágica, golpearon con terror a sus enemigos y llenaron de lágrimas todo el país por su incontenible lealtad y sacrificio desinteresado", escribió el antiguo miembro de la familia real, Tsuneyoshi Takeda, en la placa que colocó en 1985 la Asociación para Honrar a los Kamikazes en la misma sala.

La visita que realizará este martes el primer ministro japonés, Shinzo Abe, junto al presidente Barack Obama al memorial en recuerdo a las víctimas del ataque de Pearl Harbor ha recuperado también la polémica interpretación de la reciente historia bélica de la nación asiática que mantienen significativos sectores de la élite de este país y en especial el influyente 'lobby' Nippon Kaigi (Conferencia Japón), una agrupación a la que está vinculado el propio Abe.

Casi desconocida durante años pese a que se estableció en 1997, Nippon Kaigi se ha transformado en una potente plataforma de influencia política gracias a sus contactos con el Partido Liberal Democrático (PLD) de Abe y en un instrumento vital -según muchos analistas- no sólo para revisar el pasado militarista japonés sino para reformar la constitución "pacifista" que heredó de la última Gran Guerra, un esfuerzo que comparten con el actual primer ministro.

Instalada en una coqueta mansión a la entrada de un templo local, Yoshiko Sakurai se ha convertido en uno de los rostros más mediáticos y carismáticos de la nebulosa que rodea a Nippon Kaigi.

Sin considerarse miembro directo, Sakurai preside organizaciones afines como el 'think tank' Instituto Japonés de Fundamentos Nacionales -cuyo vicepresidente no es otro que el presidente de Nippon Kaigi, Tadae Takubo- y defiende su misma ideología.

La antigua presentadora de televisión se expresa en un perfecto inglés para argumentar la necesidad de reformar las limitaciones que impuso la Carta Magna japonesa a la expansión del ejército local bajo los auspicios de EEUU.

"¿Aceptaría España una constitución escrita bajo la ocupación? No, claro. La actual constitución no nos otorga ni el derecho a defendernos ante un ataque, por ejemplo, de Corea del Norte. Además, la existencia de las Fuerzas de Auto-Defensa (SDF) ya contradicen el artículo 9 de la Constitución. Aunque lo llamemos SDF, tenemos un ejército que no deberíamos tener, según ese texto. No queremos regresar al pasado militarista de Japón pero sí poder defender a nuestra familia", explica la también escritora.

Sobre el papel y con sólo 38.000 militantes oficiales, Nippon Kaigi podría ser una asociación con una incidencia casi anecdótica en comparación con cualquiera de los clubs de fans de grupos pop locales como SMap.

Sin embargo, entre sus miembros y correligionarios figuran decenas de parlamentarios, más de la mitad de los ministros de Abe -el jefe del Gobierno es "consejero especial de la organización"-, presidentes de Universidades, ex jefes del ejército o dirigentes de medios de comunicación como Susumu Ishihara, presidente de la televisión NHK.

Sus principios básicos incluyen una recuperación del liderazgo espiritual que mantuvo el emperador hasta 1945 -"sin poder político", puntualiza Sakurai-; promover el "patriotismo", la "soberanía" y el "honor" de la nación; remodelar la Constitución y cimentar la familia como base de la sociedad nipona.

Para este movimiento, Abe debería volver a visitar Yasukuni cada año como hizo en 2013 ignorando la ingente controversia que atesora ese enclave en la mayoría de la región y todo el país tendría que abandonar lo que consideran una visión "masoquista" de la Historia.

Por eso, Sakurai reniega de la declaración de Tomiichi Murayama de 1995, en la que el entonces primer ministro pidió perdón por la "agresión" que llevó a cabo su país, "porque pintó la Historia de un solo color. Dijo que todo lo que hizo Japón fue un error".

El responsable de relaciones públicas de la organización, Masato Muranushi, sostiene también esta tesis y asegura que Abe no debería pedir excusas en Pearl Harbor. De hecho, cuestiona incluso que los criminales de guerra japoneses que fueron condenados al acabar la contienda lo fueran. "No fue un juicio justo", aduce.

La nueva ministra de Defensa japonesa y también afiliada a Nippon Kaigi, Tomomi Inada, también se ha significado por su apoyo a esta particular y polémica reinterpretación de la Historia y en su primera comparecencia ante la prensa en agosto se negó a definir las acciones japonesas en la Segunda Guerra Mundial y la intervención en China como una "agresión" y dijo que esa interpretación no dependía de "hechos" sino que constituía una "cuestión de opiniones".

Para Robert Dujarric, director del Instituto de Estudios Contemporáneos de Asia en Japón, "los conservadores japoneses piensan que lo único malo que hizo Japón fue perder la guerra".

Sin embargo, el experto considera que "la mayoría de los japoneses asumen las atrocidades y crímenes de guerra" que cometió su país durante el conflicto mundial y que sólo "una minoría" no lo hace.

Sin que los expertos se pongan de acuerdo sobre la capacidad de influencia real de Nippon Kaigi en las decisiones de Abe, lo que sí advierten es que sus ideas otorgan una "excusa" perfecta a China -el principal rival regional de Japón- para clamar que "está aumentando de nuevo el militarismo japoneses", como indica David McNeill, periodista, escritor y profesor universitario asentado en Japón desde hace años.

En el museo del recinto de Yasukuni, la terrible sangría que sufrió la ciudad china de Nankin en 1937 se describe como un simple "incidente". Es más, la exposición asevera que los mandos japoneses advirtieron a sus subalternos que "cualquier acto ilegal sería severamente castigado".

Ni la muestra ni Nippon Kaigi admiten que durante aquella ofensiva los soldados japoneses masacraron y violaron a decenas de miles de civiles como indicó el Tribunal Internacional que juzgó los crímenes de Tokio en 1946.

Una visión que se extiende a otras tropelías como la legión de esclavas sexuales usadas por los soldados nipones.

"Lamento mucho que nuestros militares usaran prostíbulos pero esas mujeres eran prostitutas", asevera Yoshiko Sakurai, negando cualquier carácter forzado en esa práctica. "Dicen que a una de esas mujeres, una chica de Sri Lanka, la deslizaron por encima de clavos y que después la descuartizaron y obligaron a otras mujeres a comerse su carne. Que a otro grupo lo lanzaron a un estanque repleto de serpientes venenosas. ¡Eso es imposible, es falso! ¡Un japonés nunca haría eso, es ajeno a nuestra cultura! ¡Eso es una forma de matar de los chinos!", añade Sakurai.

"Recibían un salario. No hubo nada forzado", le secunda Masato Muramushi.

La percepción de la nacionalidad como eximente es un concepto totalmente alejado de tarea que realiza Tamaki Matsuka desde hace décadas.

En China, la llaman la "conciencia de Japón" precisamente por su empeño en resucitar la evocación de una tragedia como lo fue la de Nankin.

A sus 69 años, la ex profesora de Historia ha escrito siete libros y producido tres documentales sobre ese hecho histórico, llegando a entrevistar a cientos de soldados japoneses que participaron en el asalto.

Pese a su profesión, ella misma desconocía el alcance de lo ocurrido en esa villa al sureste de Pekín lo que la intrigó hasta el punto de llevarla a viajar por primera vez a dicha metrópoli en 1988.

"Me di cuenta que cuando pretendía enseñar a los chicos lo que había pasado en la Segunda Guerra Mundial no había referencias a lo que hicieron los japoneses", refiere.

Matsuka no tiene duda. Para ella, la actitud de Abe y Nippon Kaigi está promoviendo un "revisionismo histórico" que se ha acentuado en los últimos años con la modificación de muchos libros de texto destinados a los estudiantes locales que han suprimido términos como "mujeres de confort", la denominación genérica de las esclavas sexuales.

"Es extremadamente peligroso. Quieren reescribir los libros de Historia para eliminar cualquier indicación sobre las agresiones que llevó a cabo Japón y lavar el cerebro de los jóvenes. Se trata de preparar al país una vez más para la guerra", sentencia.

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