El tinte populista de nuestra política latinoamericana

Juan Salazar Sparks[1]

En el curso del mes de agosto hemos tenido la oportunidad de leer dos artículos casi idénticos del ministro de RREE Heraldo Muñoz sobre la importancia de América Latina para Chile, el primero en el diario "El País" de España y el segundo en el matutino local "La Tercera". Ambos enfatizan la idea de que la región es prioritaria para la política exterior chilena, lo cual parece acertado y meritorio desde el punto de vista de los principios pero bastante retórico al momento de su aplicación práctica.

El canciller parte de la premisa de que nuestro país ejerce un liderazgo regional, porque somos serios y proponemos ideas constructivas, citando incluso a un ex presidente brasileño en cuanto que Chile sería "una potencia conceptual". Esta aseveración nos plantea dos dudas. En primer lugar, señalar cuál es la verdadera orientación de nuestro "liderazgo", puesto que muchos latinoamericanos admiradores de la experiencia chilena se están preguntando por qué nuestro país quiere cambiar su exitoso modelo de desarrollo y trata ahora de identificarse con el populismo latinoamericano. Y, en segundo lugar, lo de "potencia conceptual" puede referirse a que ejercemos un liderazgo en materia de ideas y propuestas (sí lo tuvimos en el pasado), o bien, se puede interpretar como que somos un país más bien retórico y poco efectivo.

Con respecto al tinte populista de nuestra política latinoamericana, baste un ejemplo: el canciller Muñoz insiste en la búsqueda de una convergencia entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur, con el propósito aparente de acercar posiciones distintas sobre la integración regional. Y, como están tan de moda hoy los eslóganes, digamos que Chile persigue así la "unidad en la diversidad".

Sin embargo, si dejamos a un lado la retórica, cualquier analista objetivo podrá ver que estos dos esquemas subregionales representan visiones antagónicas: liberalización versus proteccionismo. Cuál es la idea, entonces, debilitar la Alianza del Pacífico y oxigenar el moribundo Mercosur? No nos equivoquemos, hace tiempo que los socios menores de esta unión aduanera (Paraguay y Uruguay) vienen manifestando su frustración por el nulo avance alcanzado. Y, en el mismo Brasil, cunden ahora  las voces para desprenderse del "corset" que le impone a su comercio exterior el Mercosur, entidad que además se ha visto ampliada con los aportes "liberalizadores" de Bolivia y Venezuela.

Con motivo de la reciente visita de la presidente Bachelet a Asunción, este problema fue puesto sobre el tapete en un editorial del diario paraguayo "La Nación", el cual señalaba que "esta iniciativa merece el mayor reconocimiento, sin dudas, pero es probable que peque de ingenuidad o de excesivo optimismo. La Alianza del Pacífico y el Mercosur marchan a ritmos y con orientaciones diferentes. Congeniar un emprendimiento claramente económico y pragmático con otro que parece atrapado en un laberinto ideológico y que hace rato olvidó sus raíces comerciales es una tarea difícil en extremo, cuando no imposible". El editorial en cuestión remata con la sentencia de que Asunción debe aprovechar la buena disposición de Chile "no para impulsar una muy improbable confluencia entre ambos bloques regionales, sino para acelerar la aproximación a las naciones del Pacífico y de Asia". En otras palabras, un diario paraguayo nos ha tenido que alertar de que no juguemos al populismo y que nos atengamos al rol de intermediario con el Asia Pacífico.

Por todo lo anterior, la libre circulación de personas, bienes, servicios e inversiones en América Latina no se logrará con un diálogo ideológico entre sus dos vertientes geográficas (Atlántico-Pacífico) sino con la voluntad expresa de los gobiernos para abrir o cerrar sus respectivas economías. Y si Chile pretende ser "país puente" de algo, tiene que convencer a la región (sobre todo a Argentina y a Brasil) de que requerimos construir un espacio de integración física y de libre comercio en el Cono Sur.

También habla el ministro chileno del orgullo que significa trabajar por una región más pacífica y segura, refiriéndose básicamente a los esfuerzos regionales por solucionar el conflicto colombiano, en circunstancias de que la mejor política es siempre la que previene los problemas. América Latina se ha visto asechada en el último tiempo por un neopopulismo que destruye la institucionalidad democrática, favorece los caudillismos autoritarios, polariza las sociedades y vulnera los derechos humanos de sus ciudadanos. Por ello, junto con apoyar el proceso de negociación entre las FARC y el gobierno colombiano, resultaría muy necesario que Chile respaldase -por ejemplo- el levantamiento del embargo norteamericano contra Cuba a cambio de un proceso de democratización real de la isla, y que no se limite a promover el diálogo en Venezuela sino también apoyar a la oposición en su lucha por la liberación de los presos políticos y la democratización de ese país.

Chile será parte integral de América Latina, no sólo proponiendo ideas vagas y buenas intenciones, sino predicando con el ejemplo, fortaleciendo las relaciones con sus vecinos, y presentando al resto de la región una propuesta real de integración económica.

[1] Embajador (r) del Servicio Exterior chileno y editor de OpinionGlobal.-

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