El trasfondo de la cuestión boliviana

Editorial
OpiniónGlobal, 03.11.2015
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El tema de la mediterraneidad boliviana ha adquirido tal complejidad que el viejo aforismo diplomático chileno de que "no hay mejor relación con Bolivia que la no relación" pareciera estar cumpliéndose hoy. Ello, porque los dos países no pueden estar más distanciados y sus pretensiones son irreconciliables entre sí:

1. La diplomacia boliviana pretende imponerle a su contraparte chilena una negociación para una salida soberana de Bolivia al mar, sobre la base de tres mitos históricos: primero, su litoral marítimo fue arrebatado por Chile en la Guerra del Pacífico (usurpación), luego se le impuso el Tratado de Paz y Amistad de 1904 (imposición), y -con posterioridad- Chile nunca ha querido negociar de buena fe (intransigencia);

2. La diplomacia chilena considera que nada se le debe a Bolivia, menos una cesión de soberanía, y que ha cumplido con todos sus compromisos del Tratado de 1904 (ferrocarril, libre tránsito hacia los puertos, concesión de créditos y compensación económica). No obstante, en más de una ocasión, Chile se ha mostrado igualmente dispuesto a atender algunas de las aspiraciones bolivianas, pero siempre en el contexto de un proyecto de integración regional en el cual cada una de las partes haga su aporte (Ej.: cesión con canje de territorios en Charaña).

Las negociaciones bilaterales no han conducido a nada por una falta de confianza entre las partes y por una cuestión de fondo que poco se habla abiertamente. Nuestro vecino altiplánico ha creado un irredentismo artificial y maximalista (recuperar el mar), que se ha convertido en la gran causa emocional que asegura la unidad de un país muy atomizado. Al decir de un historiador y ex diplomático boliviano, ""Bolivia no tiene derechos jurídicos para reintegrarse al mar, pero sí tiene derechos históricos y morales. Los históricos provienen del hecho de que Bolivia nació siendo un país litoral, con una costa que Chile reconocía cercana a los 300 kilómetros. Y los derechos morales derivan de la comunidad internacional, principalmente la OEA y el propio Chile, que muchas veces aceptaron la existencia del problema marítimo boliviano".

El verdadero desafío histórico y geopolítico de Bolivia, ser el gran eje soldador del Cono Sur Americano, nunca se ha cumplido en la práctica (ni antes ni después de la Guerra del Pacífico), en razón de sus serias disensiones internas y debilidades estructurales. Pero  su reivindicación marítima sí ha garantizado la existencia misma de Bolivia, pues -en su defecto- habría dejado de ser una nación. Es, por ello, que la cesión chilena de un corredor territorial o de un enclave soberano boliviano jamás pondrá término al irredentismo en cuestión. Es más, cualquier entrega territorial podría ser la fuente de mayores problemas a futuro.

La demanda boliviana ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) pretende obligar a Chile a negociar una cesión de soberanía, pero sin cuestionar directamente el Tratado de 1904 (como lo hizo antes en la Liga de las Naciones). Además, cualquier avance en la causa marítima boliviana ayudará -de paso- a la reelección del populista Evo Morales (el más longevo de los mandatarios bolivianos). Es en virtud de estas dos poderosas razones (reforma indirecta del Tratado de 1904 y reelección de Evo), que la estrategia boliviana es esencialmente política y mediática, no jurídica. Además, gane o pierda el juicio, lo que busca Bolivia es crear un clima internacional favorable: la imagen de un país pequeño y atrasado dado el enclaustramiento impuesto por su vecino hegemónico.

La CIJ fallará en justicia y no en derecho. Sus jueces son tanto políticos como juristas. En cuestiones de límites, la primera advertencia lo constituyó el caso Colombia-Nicaragua. Le siguió, después, el fallo aberrante de la demanda marítima peruana. A pesar de esta derrota, nunca se abrió un debate en nuestro país acerca de las lecciones que dejaba ese fallo.

Chile se organizó para los dos últimos juicios (Perú y Bolivia) con un equipo de abogados (en su mayoría externos) sin el debido asesoramiento diplomático, a la vez que concentró su defensa en el tradicional derecho de los tratados, descuidando otros aspectos históricos y políticos, así como la evolución del derecho internacional. La posición chilena ha sido, por ello, no sólo rígida sino arrogante: miramos en menos a nuestra contraparte.

Después del rechazo a la objeción preliminar de Chile por 14 votos contra dos (victoria moral y política para Bolivia), el gobierno prepara la Contra-Memoria chilena para rebatir las argumentaciones de la demanda boliviana. Pero no piensa denunciar el Pacto de Bogotá (desestimado por la Corte) ni proceder al retiro de la CIJ, porque aquello solo afectaría el buen prestigio internacional (jurídico) de Chile.

Nos encontramos en pleno siglo XXI y todavía creemos que nuestro aparente "prestigio" es la carta de triunfo. Lo que estamos haciendo realmente es poner en riesgo nuestros intereses nacionales, porque ese supuesto soft power con que contábamos para convencer a la Corte de nuestra posición jurídica, antes frente a Perú y ahora frente a Bolivia, sencillamente no existe.

A modo de conclusión, hay que tener muy presente que el tema de la mediterraneidad boliviana es inseparable de nuestras relaciones (fronteras) con Perú, porque la única solución viable con soberanía se da en territorios que fueron peruanos. El mensaje que debemos dar a Bolivia y la comunidad internacional es que no cederemos un ápice de nuestro, a no ser que Bolivia y Perú acepten formar parte de un proyecto conjunto de integración física y económica en la zona norte donde ellos también aporten intereses equivalentes.

1 Respuesta

  1. Acostumbro cada dia buscar posts para pasar un buen momento leyendo y de esta forma he localizado vuestro articulo. La verdad me ha gustado el articulo y pienso volver para seguir pasando buenos momentos.
    Saludos

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