El tratado de Melgarejo con Chile

Columna
La Razón, 19.10.2016
Ramiro Prudencio Lizón, historiador (U. Mayor de San Andrés), Magíster en Derecho Internacional
(U. de Chile) y ex diplomático boliviano
Melgarejo cumplió con el país al delimitar su frontera oeste con una costa cercana a los 300 km.

Cuando Carlos Mesa presentó su última obra relativa a la cuestión marítima nacional, comentó que el Tratado de Límites de 1866, suscrito en tiempos del gobierno del general Melgarejo, y el Tratado de Paz de 1904 habían sido los dos mayores errores de la historia de Bolivia. Para hacer dicha calificación es evidente que Mesa no había efectuado una rigurosa investigación de la situación en que se encontraba el país en esas épocas. Él se ha basado solamente en los escritos de nuestros tradicionales historiadores, los cuales siempre han condenado dichos convenios, en particular el de Melgarejo, a quien tenían una profunda aversión por su tiránico gobierno.

En esta ocasión solo me referiré al Tratado de Límites de la época de Melgarejo. Y en verdad no se puede afirmar que haya sido oneroso para Bolivia. Se sabe que el país consideraba poseer derechos en la costa de Atacama hasta el paralelo 25,5º de latitud sur; pero ya nuestro representante en Chile, don José María Santiváñez, había propuesto como transacción en 1860 el paralelo 24,5º. Pero lo más grave era que Chile estimaba que su territorio abarcaba hasta la bahía de Mejillones y, consecuentemente, ocupó militarmente toda la costa litoral desde el paralelo 23º al sur.

Desde 1843, y a lo largo de 20 años, nuestro país envió varios diplomáticos a Santiago para protestar por la determinación chilena de adueñarse del territorio de Atacama hasta el paralelo 23º, y exigiendo la convocatoria de un arbitraje. Pero Chile rechazó de plano cualquier intento de que una tercera potencia pudiese mediar en el asunto. Naturalmente, lo que atrajo a los chilenos al norte fue el descubrimiento de los guanos de Mejillones, que estaban situados al sur de dicho paralelo, y prontamente inició la explotación de los mismos.

Ante la imposibilidad de llegar a un entendimiento con Chile, el gran diplomático don Rafael Bustillo solo atinó, en 1863, a amenazar a ese país con la guerra. Una guerra imposible de realizar, ya que Bolivia no tenía recursos económicos y muy difícilmente se comunicaba con su territorio costero. Luego se asustó de su atrevida posición y trató de arreglar con Chile mediante la venta de la costa de Mejillones.

Lo que no pudieron lograr Olañeta, Bustillo, Santiváñez, ni ninguno de nuestros grandes estadistas y diplomáticos, lo consiguió el gobierno de Melgarejo. Un tratado amistoso con Chile, que alejaba la guerra y recuperaba Mejillones. El Tratado de 1866 determinaba como límite de las dos naciones el paralelo 24º, quedando en poder de Bolivia los cuestionados puertos de Mejillones y Antofagasta.

Sin embargo el mencionado convenio dejó un grave problema, difícil de resolver, el beneficio paritario entre los dos Estados de los guanos y minerales dentro del perímetro comprendido entre los grados 23º y 25º; es decir, la mancomunidad comprendía un grado del territorio nacional y otro grado del chileno. Es evidente que esta disposición iba a dar lugar a serios conflictos posteriores, pero en su momento se consideró que era la mejor solución, pues los dos países se habían disputado por varios lustros el rendimiento de Mejillones. Y como se dijo anteriormente, era Chile el que se beneficiaba del guano desde hacía más de 20 años, y no estaba dispuesto a ceder toda esa riqueza a Bolivia.

Cabe señalar que el negociador chileno, Vergara Albano, en un principio había propuesto que Chile se mantuviese en posesión de Mejillones, es decir, hasta el grado 23º, pero cedería generosamente a Bolivia la mitad de las riquezas de guano y minerales dentro de la zona comprendida entre los grados 23º y 24º. Pero la oposición de Melgarejo a esa solución fue terminante. En consecuencia, exigió al chileno que la frontera quedase en el paralelo 24º, manteniéndose la comunidad de bienes. En verdad, más de lo obtenido por él hubiese sido imposible de lograr. En consecuencia, el temible Melgarejo cumplió con el país al haberle delimitado su frontera oeste otorgándole una costa cercana a los 300 kilómetros reconocidos por Chile.

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