#ÉpocaRadical Eduardo Frei Montalva en la década de 1930. Nace un líder político

Columna
El Demócrata, 01.11.2015
Alejandro San Francisco, Ph.D. en historia (Oxford), profesor (PUC) e investigador (CEUSS)

La década de 1930 fue prolífica en el debate político, en la formación de movimientos y partidos, así como en el desarrollo de procesos de interés histórico. Otro de los ámbitos en que esos años resultaron decisivos para Chile fue en cuanto al nacimiento de líderes políticos relevantes, entre los que destaca la figura de Eduardo Frei Montalva (1911-1982). Su vida política y personal se puede seguir de manera bastante completa y amena en la biografía de Cristián Gazmuri, en dos tomos, Eduardo Frei Montalva y su época (Santiago, Aguilar, 2000, con la colaboración de Patricia Arancibia y Álvaro Góngora).

Nacido de padre suizo y madre chilena, Frei fue un joven de clase media que se educó en la enseñanza católica, primero en el Seminario Conciliar y luego en el Instituto de Humanidades Luis Campino, ambos en la capital. Parte de esta etapa de su vida la resumió el propio futuro gobernante en sus Memorias 1911-1934 y correspondencia con Gabriela Mistral y Jacques Maritain (Santiago, Fundación Eduardo Frei/Planeta, 1989). Ahí señala que se consideraba un muchacho “excepcionalmente tímido”, pero en el plano intelectual agrega que en esos años había contraído “el hábito de leer, que ha sido para mí una fuente no sólo de constante aprendizaje, sino de inagotable agrado”. En la primera etapa estaba fascinado con las novelas —Verne, Salgari, Dumas, Walter Scott, Sienkiewicz, Blest Gana, entre otros—, y después pasó a concentrarse en la historia, así como en pensadores y ensayistas, entre los que se pueden mencionar a León Bloy, Maritain o Chesterton, de los más importantes.

Así llegó a la educación superior, donde optó por estudiar Derecho en la Universidad Católica de Chile, en el curso de los “niños prodigio”, como lo denomina Alejandro Silva Bascuñán en Una experiencia social cristiana (Santiago, Editorial del Pacífico, 1949), considerando la presencia de figuras como Víctor Delpiano, Ladislao Errázuriz, Jorge Rogers y Sergio Fernández. Ahí fue donde empezó a acercarse al mundo político, entonces dominado por conservadores y liberales, tanto en la UC como en el país, donde eran los partidos mayoritarios. Recordaba tiempo después, con admiración, a la figura del rector Carlos Casanueva, quien había recibido una institución pequeña y “la convirtió en una gran Universidad”.

En una época de cambios en la Iglesia Católica y en el mundo, el joven Frei conoció a dos sacerdotes que “representaban las nuevas ideas, entendían las inquietudes que surgían”, como fueron los casos de Francisco Vives y Manuel Larraín. «A nivel mundial, el Papa Pío XI estaba impulsando la Acción Católica, y en 1931 publicó su famosa encíclica Quadragesimo Anno» — Alejandro San Francisco, historiador.

Ese fue el mundo con el cual se vinculó el estudiante, que ya iba superando su timidez y asumiendo un incipiente liderazgo. Así, decidió participar en la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos, la ANEC, cuya historia se encuentra narrada en la obra de Jorge Gómez Ugarte, Ese cuarto de siglo… (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1985). Adicionalmente publicaba en REC, Revista de Extensión Cultural, donde quedan claros sus intereses del momento: en octubre de 1931 hubo un número especial en el cual Frei escribió “Origen y causa de la cuestión social”. En la misma línea su tesis de grado fue sobre el “Régimen de salariado y su posible abolición”. En paralelo recorría algunas zonas del país, difundiendo su ideario social cristiano y sumando algunas personas a sus posturas, entre ellos nada menos que a su futuro ministro Edmundo Pérez Zujovic, a quien conoció en Antofagasta, y con quien se había contactado previamente de manera epistolar.

En 1933 Frei se tituló de abogado, y además recibió de parte de la Universidad el Gran Premio de Honor. Las buenas noticias no terminaron ahí: fue designado junto a Manuel Garretón y Monseñor Oscar Larson, para asistir al Congreso Iberoamericano de Universitarios Católicos, que se realizaría en Roma, y con ello lograría un sueño, como era conocer Europa. En el Viejo Mundo pudo visitar no sólo lugares, sino también fue parte de un momento histórico extraordinario: estuvo en la Italia que gobernaba Benito Mussolini; en España en tiempos de la Segunda República; conoció la Alemania de Hitler y fue testigo de una de esas concentraciones gigantescas del nazismo; asistió en París a unas clases de Jaques Maritain, filósofo al que admiraba. Su grupo fue recibido en audiencia especial por el mismísimo Pío XI. Fue un verdadero posgrado, si podemos llamarlo así, semanas intensas y llenas de formación e imágenes para quien gobernaría Chile entre 1964 y 1970.

Un año capital para Frei Montalva, para su generación y su futuro político, fue 1935. En la jornada del 11 al 13 de octubre se realizó la Convención de los jóvenes conservadores, desde donde emergería el Movimiento Nacional de la Juventud Conservadora, después llamada la Falange Nacional, tema que requiere un análisis más amplio en otra oportunidad. El discurso de cierre de esa jornada estuvo a cargo del propio Eduardo Frei, quien destacó que la juventud “tenía una mentalidad nueva, ansias incontenibles. Y fue recibida en estas condiciones [por el Partido Conservador]. Ni una sola de sus ideas fue despreciada. Era un aporte”.

«En octubre se realizó la Convención de los jóvenes conservadores, desde donde emergería el Movimiento Nacional de la Juventud Conservadora, después llamada la Falange Nacional» —Alejandro San Francisco, historiador.

Los jóvenes tuvieron su propio medio de expresión, la revista Lircay, de la cual Frei llegaría a ser Director. El periodismo fue un área que le interesó especialmente, y de hecho se trasladó a Iquique, ya con ambiciones políticas, donde dirigió el periódico El Tarapacá. Postuló para diputado en las elecciones de 1937, pero lamentablemente para sus aspiraciones, en esa ocasión no logró el escaño parlamentario, aunque fueron elegidos tres falangistas: Manuel Antonio Garretón Walker, Ricardo Boizard y Guillermo Echeñique.

Frei Montalva seguía leyendo con fruición, e incluso publicó su primer libro, Ideas sobre la reconstrucción del hombre (Santiago, Ediciones Lircay, 1937), con reflexiones políticas, pero desde una perspectiva eminentemente espiritual. En una carta reconocía el carácter maritaineano en su pensamiento: “usted ha tenido una influencia decisiva en mi pensamiento y orientación ideológica”, comentaba en una carta al pensador tomista francés el 4 de enero de 1940. Para entonces, la historia política de la Falange había experimentado un cambio sustancial, al separarse del Partido Conservador, como consecuencia de la elección presidencial de 1938. También esa es una historia que conviene revisar por separado y en su mérito.

Para entonces, Frei tenía una elección fallida, contactos por doquier, una generación que trabajaba por un nuevo proyecto político, una formación cultural claramente sobre el promedio. Así lo resumió Gabriela Mistral, cuando el futuro Presidente de la República apenas emergía a la vida política: “cabeza sólida, y cabeza fría, de origen alemán, de ideas concretas, poco sentimental, pero de naturaleza noble”.

Había nacido un líder político, de larga y fecunda vida, así como de trayectoria compleja y que corresponde conocer para comprender mejor al Chile del siglo XX.

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