Errores de cálculo

Columna
El Confidencial, 05.01.2019
Jorge Dezcállar de Mazarredo, Embajador de España
Lo que Irán haga tras la muerte del general Suleimani deberá estar cuidadosamente calculado. Tirar la piedra y esconder la mano, ese será su reto

Es lo que están cometiendo todos en el último episodio de la confrontación entre Trump y los ayatolás de Irán. Estos últimos se han equivocado al pensar que EEUU no se atrevería a atentar contra la que de hecho era la segunda personalidad del régimen, tras el mismo líder supremo. Y por eso el general Qasem Suleimani se movía con tanta libertad y con menos protección y precauciones de lo que eran necesarias, a la luz de lo que acaba de ocurrir. Y Trump seguramente se ha equivocado al no medir las consecuencias de esta última ejecución extrajudicial, aunque de momento saque pecho y ponga la bandera de las barras y estrellas en su cuenta de tuiteo.

Trump ha hecho lo que nunca se atrevieron a hacer Bush y Obama, que también le tenían ganas al general Suleimani por pasadas fechorías pero que se contuvieron ante las posibles consecuencias. Ninguno quería una guerra con Irán que multiplicara los problemas derivados de lo ocurrido con Irak. La República Islámica de Irán es mucho más país que Irak. Y sin embargo Donald Trump se ha atrevido con el envite, en mitad del proceso de 'impeachment' y con elecciones a la vista en once meses. Quizás su decisión no sea ajena a estos asuntos.

La conmoción provocada en Irán por el asesinato de su número dos ha sido enorme. El general Qasem Suleimani era un héroe nacional de la lucha contra Irak y el hombre que al frente de la Fuerza Al Qods de los Guardianes de la Revolución había dado triunfos en la escena internacional (Siria, Líbano, Irak, Yemen) a un país muy necesitado de ellos. Había incluso quien le veía como sucesor del anciano Jamenei, en un tránsito del desgastado poder religioso al civil. También era el hombre que había contribuido personalmente a la derrota final del Estado Islámico que, no hay que olvidarlo, tenía raíz sunnita.

Ahora Irán tendrá que responder por cuestión de principio y para vengar a una figura tan popular. Y para no perder la cara, cuestión siempre importante en esas latitudes, y demostrar que la República Islámica sabe contestar a las provocaciones. Y provocaciones de uno y otro lado vienen sobrando desde hace algún tiempo. Una de las primeras decisiones de Trump tras ser elegido presidente fue denunciar unilateralmente el Pacto Nuclear que la Comunidad Internacional había concluido con Irán y que según la ONU este país estaba cumpliendo. Luego vinieron las limitaciones a la exportación de petróleo y otras sanciones que han hecho mucho daño a la economía iraní y al nivel de vida de sus habitantes y que se han traducido en un malestar y en manifestaciones de protesta brutalmente reprimidas.

En algún momento Washington no ocultó su deseo de provocar un cambio de régimen en Irán. Siguieron luego confusos incidentes contra petroleros en el Golfo Pérsico, un dron norteamericano abatido y un ataque contra las refinerías sauditas de Abqaiq y Khurais, atribuido a Irán aunque los hutíes de Yemen se atribuyeran su autoría. Y solo en los últimos días la muerte de un americano en una base iraquí en Kirkuk atacada por milicias pro iraníes, el bombardeo norteamericano de bases próximas a Irán en Siria e Irak con resultado de 24 muertos, las consiguientes protestas ante la embajada de los EEUU en Bagdad ... hasta llegar al asesinato del general Suleimani, que supone un salto cualitativo en esta serie de incidentes consecutivos.

En castellano se dice que tanto va el cántaro a la fuente que se acaba rompiendo y aquí se ha roto o está a punto de ocurrir. Nadie quiere otra guerra en Oriente Medio. Trump no la quiere porque lo que afirma desear desde el primer momento es repatriar las tropas que tiene en la región. Y desde luego no la desea el pueblo norteamericano. E Irán tampoco la quiere porque la perdería. Pero algo tiene que hacer y sus posibilidades son muchas, desde ataques de milicias aliadas (Hizbollah, Hamas, Hutíes y otras) a intereses norteamericanos en Oriente Medio donde hay embajadas, empresas y 36 bases de EEUU, hasta atentados terroristas o la utilización de métodos cibernéticos contra cualquier tipo de objetivo, incluso dentro de EEUU. O reanudar el enriquecimiento de uranio más allá de los límites permitidos. Lo que Irán haga deberá estar cuidadosamente calculado para satisfacer su orgullo sin llegar a una provocación tan grande que obligue a Washington a subir la respuesta en una escalada infernal. Tirar la piedra y esconder la mano, ese será su reto. La piedra la tirará con seguridad, lo que no es seguro es que logre esconder la mano.

Otra consecuencia de lo ocurrido puede ser que se refuerce la influencia de Irán en Irak si su Parlamento acaba pidiendo la retirada de las tropas norteamericanas que siguen en el país, y que son necesarias para evitar el resurgimiento del un Estado Islámico que puede estar derrotado pero con sus combatientes camuflados entre las arenas del desierto y prestos a resurgir a la menor oportunidad.

De momento y en lugar de retirar tropas, Trump ha decidido enviar otros cinco mil soldados a Oriente Medio porque la región es ahora menos segura para los norteamericanos que antes de matar al general Suleimani. Por ello sería bueno que EEUU abriera un canal de diplomacia discreta ('back channel diplomacy'), quizás a través de terceros, para comunicarse con las autoridades iraníes y que busquen aliados que ayuden a calmar los ánimos porque el objetivo ahora no es aumentar la tensión sino bajarla.

Es importante para esta estúpida escalada de tensión porque el riesgo de que el conflicto desborde los límites regionales para convertirse en global está ahí. No en vano, el mundo depende del petróleo de Oriente Medio. Aquí no caben más errores de cálculo y el problema es que los alumnos junto a la pizarra no parecen los más brillantes de la clase.

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