Escalona, pasado y futuro

Columna
El Mercurio, 16 de agosto de 2017
Gonzalo Rojas

Camilo Escalona piensa en serio. Una cosa es que se defina como un militante disciplinado del PS y otra es que incurra en la repetición de consignas. Esto último, nunca. Por eso, no sorprende que en los últimos días haya dejado caer dos afirmaciones de notable trascendencia sobre el pasado y... sobre el futuro.

Partamos por atrás.

Comentando la gravísima situación venezolana, Escalona ha dicho que "Maduro significa que resucitará la idea de que para tener justicia social hay que aplicar mano dura a los opositores. Esa idea significó 30 años de dictaduras de derecha en América Latina".

¿Resucitará? ¿En Chile también estuvo viva?

¿O sea que todo lo que hemos sostenido por más de cuarenta años, en el sentido de que la declaración de la Cámara de Diputados que acusaba al gobierno de Allende de empeñarse en "conquistar el poder total", lo que lo había llevado a "constantes atropellos a las garantías y derechos fundamentales", todo eso no era un invento conspirativo del fascismo?

Correcto.

Algo quedó, mucho quedó, en la conciencia de Escalona -un joven militante socialista de aquella época- como para que hoy aflore tan sincera y nítidamente la verdad del propósito allendista. Sería extraño que alguien sostuviera que lo que Escalona tan nítidamente expresa, la "mano dura para los opositores", se hubiese puesto en práctica en toda América por parte de las izquierdas, pero en Chile no.

Cuánto bien le haría a la verdad histórica que esta opinión del ex senador socialista quedara grabada en el primer panel del Museo de la Memoria (junto, por ejemplo, a las opiniones de Guastavino, ya señeras) y que sus palabras se integraran también al prólogo de ese texto automutilado, llamado Informe Rettig.

Porque lo que Escalona con honradez ha recordado no es solo cómo se comportaron las izquierdas, sino que también fue ese modo de proceder el que provocó las reacciones militares, todo lo cual resulta imprescindible para colocar de nuevo, poco a poco, la verdad en su sitio.

Pero, además, Escalona ha hablado del futuro.

Ha dicho que "la izquierda latinoamericana puede sufrir un golpe tremendo por los acontecimientos de Venezuela".

Ese desprestigio completo que debió recaer sobre la izquierda chilena por sus propósitos entre 1970 y 1973, destinados a instaurar "un sistema totalitario absolutamente opuesto al sistema democrático representativo" (de nuevo, Declaración de la Cámara, en agosto de 1973), se frustró por una campaña comunicacional exitosísima de todas las izquierdas y muchos liberalismos del planeta, aliados circunstanciales contra el nuevo gobierno de Chile.

Si hace más de cuarenta años la verdad de Chile se fue al tacho por una notable campaña mundial de mentiras, ahora, en esta pasada, la cruda realidad venezolana debe ser destacada una y otra vez para que la profecía de Escalona tenga debido cumplimiento.

Las izquierdas latinoamericanas se merecen efectivamente ese golpe tremendo que Escalona ve venir. Las latinoamericanas, y las chilenas, en concreto. No el golpe de la represión, sino el de la derrota electoral, cultural y moral. Se lo merecen los partidos que han promovido sistemas y políticas no solo fracasados, sino en parte criminales. Se lo merecen los intelectuales que han hecho filigranas para justificar el mal. Se lo merecen sus gurús morales, por haber buscado una supuesta felicidad para las masas, despreciando la vida buena de las personas.

Si las derrotas electorales ya se han comenzado a producir en distintas naciones del continente, está pendiente aún el definitivo desfondamiento cultural y moral de las izquierdas.

Con intuiciones como la de Escalona, se hace evidente que no falta tanto.

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