Evo, el apostador

Columna
El Día, 03.10.2018
José María Cabrera Dalence, constitucionalista y docente universitario boliviano

La historiografía suele bautizar a los Reyes de las distintas épocas con algún adjetivo calificativo que los distinga. “Juan sin tierra” de Inglaterra y “Fernando el deseado” de España, son solo algunos ejemplos de ello.

Evo Morales, muy a pesar suyo, no es Rey; pero sin duda alguna es el Presidente de Bolivia que más tiempo ha desempeñado el cargo y ello no obstante las sucesivas prohibiciones constitucionales, acumulando así ya más de doce años en el poder.

En su gobierno sustituyó azarosamente la Constitución, terminó de concretar la apropiación para el Estado de gran parte de la renta gasífera, trasladó el Palacio Quemado al elefantesco edificio que llamó Palacio del Pueblo, fue derrotado en un Referéndum para posibilitar su tercera reelección, pero, por sobre todas las cosas, fue el Presidente que llevó ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya a Bolivia, donde el país perdió de manera trepidante, la cruciales batallas jurídica y diplomática por la recuperación de su soberanía sobre el Pacífico.

En virtud del Fallo proferido, Chile se encuentra ahora en una posición ideal e inmejorable ante Bolivia y el resto de las Naciones del mundo, sin deber nada a absolutamente nadie, y en contra partida Bolivia más alejada que nunca de su objetivo marítimo.

Las consecuencias de un Fallo desfavorable, como también para el caso de la victoria, eran perfectamente conocidas por él cuando tuvo que considerar la presentación de la Demanda, momento en el cual el Presidente tomó la decisión propia de un verdadero apostador: correr el grave riesgo de perderlo todo o ganarlo todo.  Y es que Evo es así, pues el 2008 apostó nada menos que la misma unidad del país, llevándolo ante el serio peligro de una secesión.

El 2012 apostó también por intentar someter por la violencia la reivindicación indígena por la conservación de sus propios territorios en el Tipnis, viéndose luego desbordado por la fortaleza de indígenas y la indignación popular, en suma, el estilo de este gobernante, ha sido siempre un arriesgar demasiado, para intentar ganarlo todo. Así, la calamitosa derrota en La Haya, no ha sido más que el resultado de una de las últimas apuestas de Morales, quien no sabe medir las consecuencias de sus decisiones.

Aún sigue dentro de su baraja la apuesta que ha hecho por su cuarta reelección, la cual decidió intercambiar con el sacrificio de los algos valores de Supremacía constitucional y Soberanía Popular; teniendo enfrente de su juego a los bolivianos y bolivianas que saben lo que ahora sigue en juego; ya no el mar boliviano, sino la propia Democracia de Bolivia.

Evo Morales Ayma pasará sin duda a la historia de Bolivia como un apostador intrépido y temerario, que no es capaz de medir las consecuencias funestas de su desmedida ambición personal, que fue la que lo impulsó a tomar la decisión de presentar ante La Haya el destino de muerte o de gloria del mar boliviano, y que también lo inspiró en su decisión de desconocer el Referéndum del 21F y el Artículo 168 de la Constitución, que son los que le prohíben la posibilidad de acceder a una cuarta reelección, y cuyo desenlace enfrenta a la subsistencia de la Democracia nacional, o la continuidad de un apostador en el poder.

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