Evo y la idiosincrasia boliviana

Editorial
OpiniónGlobal, 23.12.2017

Todo indica que Evo está lanzado en pos de su tercera reelección, a pesar de que en el referéndum de febrero pasado los ciudadanos bolivianos rechazaron mayoritariamente un cambio en la constitución para que se volviera a postular. Hoy, los sondeos muestran que, incluso más del 60% del electorado, se opone a repetir la consulta. Pero el presidente cocalero, indigenista y socialista ha dicho que, como los bolivianos habían votado “engañados” en el referéndum anterior, si ahora "el pueblo se lo pide" (entiéndase su Movimiento al Socialismo o MAS) él está dispuesto a ir a una nueva elección.

Así las cosas, lo que tenemos es un intento de Morales por eternizarse en el Palacio Quemado, pasando por encima de la institucionalidad vigente de su país. Aquello no tiene nada de raro viniendo de un prototipo del Socialismo del Siglo XXI y adherente del Foro de Sao Paulo: el poder se gana por la vía democrática, pero en el camino se alteran las instituciones para no tener que entregarlo. Es decir, y tal como alega Nicolás Maduro, la revolución es un proceso sin retorno. De allí que, el culto a la personalidad se haya desatado desde hace un tiempo en el Altiplano. Es indicativo, además, de que el mesiánico de Evo es el único aparentemente capaz de contener el deterioro político sufrido por el régimen plurinacional y enfrentar con posibilidades en 2019 a un candidato prestigioso como el ex presidente y vocero de la causa marítima Carlos Mesa.

En más de una oportunidad, la oposición ha denunciado en Bolivia las interpretaciones antojadizas de las normas y regulaciones para forzar determinados rumbos y allanar políticamente el escenario político a favor del gobierno.  Pero el problema de fondo no es tanto el abuso de poder como el valerse de una tendencia bastante generalizada entre los bolivianos -y así reconocida por analistas locales- de creer que las normas son siempre flexibles y pensar que ellas se pueden pasar por alto sin más.

Los chilenos tenemos a ese respecto una larga experiencia con nuestros vecinos altiplánicos, en el sentido de que no cumplen con la palabra empeñada, cambian constantemente de posición, o bien, disfrazan sus planteamientos para conseguir objetivos maximalistas no declarados. Por ello, el mayor riesgo que tiene a futuro una negociación bilateral para una salida soberana y útil de Bolivia al Océano Pacífico es que nuestra contraparte desconozca lo acordado y haga nuevas reclamaciones. Las negociaciones con Bolivia no se acaban nunca. Son permanentes e interminables.

¿Qué significa todo esto? Que si la población boliviana rechazó a comienzos de año la modificación de la Constitución, esta decisión soberana debería ser respetada por su autoridad. Sin embargo, no sería extraño que el régimen populista plantee nuevas lecturas e interpretaciones que lleven a los bolivianos de vuelta a las urnas.

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