Adolfo Suárez González (1932-2014)

Abogado y político, quien fuera presidente del gobierno español y encabezara el proceso de transición a la democracia en dicho país.

El mayor de cuatro hermanos, hijo de un procurador de tribunales. Correspondió a la religiosidad de su pía madre, participando activa y tempranamente en la Acción Católica. Estudió derecho en Salamanca y se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid. En 1961, se casó con Amparo Illana Elórtegui (1934-2001), con quien tuvo cinco hijos.

Se incorporó al franquismo e hizo toda una carrera política: gobernador civil de Segovia (1968-69); director general de Radiodifusión y Televisión (1969-73); ministro secretario general del Movimiento de España (1976-81); diputado en las Cortes Generales (1977-91); fundador en 1982 del partido Centro Democrático y Social (CDS); y primer presidente democrático del Gobierno de España (1976-81).

Obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia (1996) y fue nombrado por el rey I Duque de Suárez (1981).


Bibliografía
ABELLA, Carlos, Adolfo Suárez. El hombre clave de la transición. Espasa, Madrid 2006.
CIERVA, Ricardo de la, Adolfo Suárez: Verdad y Leyenda. ARC, Madrid 1996.
FUENTES, Juan Francisco: Adolfo Suárez: La historia que no se contó. Planeta, Madrid 2011.
HERNÁNDEZ, Abel: Suárez y el Rey. Espasa, Madrid 2009.
MORÁN, Gregorio: Adolfo Suárez: Ambición y destino. Random House Mondadori. Madrid 2009.
SUÁREZ-ÍÑIGUEZ, Enrique (2011). "La transición a la democracia en España: Adolfo Suárez y la ruptura pactada". 'Estudios Políticos', Vol.23.

Artículo: Un Gran Hombre entra en la Historia

Isabel Undurraga Matta*

Se ha ido Adolfo Suárez, un gigante de la política española y europea del siglo XX, de la talla de un Churchill, un Adenauer y alguno que otro más.

Fue una persona absolutamente clave en la Historia de España de la segunda mitad del siglo pasado y ya ha entrado en ella por la puerta grande.

Cabal, austero como buen castellano, gran seductor en lo físico y en lo político para moros y cristianos, demócrata hasta la médula, generoso y conciliador. Esto último, gracias a que nunca sintió al que pensaba distinto a él en cualquier orden de materias, como "el otro", como un enemigo. Y eso que él los tuvo y por cientos.

Su labor como primer Presidente de España, después de los 40 años de la Dictadura franquista, adquiere caracteres épicos. Entre otras muchas cosas, el Rey Juan Carlos le debe ni más ni menos que el afianzamiento en su cargo y España, la Democracia, que hoy se dice fácil.

A los 46 años se hizo cargo de un país profundamente dividido entre los vencedores y los vencidos de una de las guerras civiles más cruentas que registra la Historia de Occidente, con las consecuentes heridas profundas y aún abiertas.

Con una intuición absolutamente genial y gracias precisamente a ese rasgo tan suyo de ser un conciliador nato, consiguió en solo cinco años, algo que para quienes conocen la Historia de España y el ser propio de los españoles, y particularmente para quienes vivimos en ese país algunos de los peores momentos de la Dictadura, los "años de plomo", algo impensable: poner de acuerdo a personas, ideologías y movimientos de variada índole, hasta ese momento, irreconciliables.

Con la sola confianza del Rey, enfrentó con determinación la tarea y desmontó al franquismo y su permanente labor de zapa a través de fallidos golpes de Estado, que culminaron con el célebre asalto al Congreso el 23 de febrero; se enfrentó al gigantesco poder de la Iglesia Católica española que estuvo férreamente unida al régimen político que moría y otro tanto a una prensa que lo atacó de forma inmisericorde; y a la implacable oposición de la fuerza política que más tarde lo sucedería en el poder. Todos ellos que hoy, arrepentidos y aquilatando su inmensa contribución a la Patria, lo homenajean con los ojos humedecidos.

Como hombre de Estado que era, su norte fue siempre una España democrática y unida. Convencido que estaba haciendo una labor que iría mucho más allá que el momento presente que el país estaba viviendo, siguió adelante, sin rencor (nunca lo conoció), atrayendo, juntando, conversando, poniendo de acuerdo y sobre todo, escuchando, escuchando mucho. Con la mano firme, pero siempre derrochando su legendario encanto personal y su seductora sonrisa.

Sentía la majestad del cargo que ejercía, cual era la del Presidente del Gobierno. Y nunca mejor demostrado que ese 23-F, cuando frente al asalto al Congreso de un grupo de militares fanáticos que entraron disparando a diestra y siniestra y obligando a todos los congresistas a tirarse al piso, cosa que hicieron, él se mantuvo sentado, solitario e imperturbable en su escaño. Y cuando el que dirigía la asonada, lo hizo levantarse para llevarlo encañonado a un cuarto cercano donde lo tuvo prisionero por 18 horas, Suárez con voz enérgica, le espetó un ¡¡"Cuádrese: está Ud. ante el Presidente del Gobierno" !! La fotografía de ese momento crucial, dió la vuelta al mundo. Las palabras las recogió y escribió el ayudante del tristemente célebre Tejero.

Como todo ser humano, se equivocó muchas veces. Y también, como todos los seres humanos, tuvo en lo personal hondos dolores, como lo fueron la muerte trágica de su esposa y de su hija mayor. Para un hombre como él, con un profundo sentido de familia, fueron golpes devastadores y de los que nunca se repuso.

Jamás buscó el reconocimiento: éste le fue llegando a raudales, y seguramente seguirá recibiendo homenajes, cuando él ya no pudo apreciarlos, sumido como estuvo en las brumas del olvido, los últimos 11 años de su vida.

* Historiadora de la Pontificia Universidad Católica de Chile