Su nombre Mao Zedong o Mao Tse-tung significa literalmente “el cabello humedece el alba (Oriente)”, o bien “brillo en el Este”. Hijo de campesinos con una educación más que regular, pues cursó secundaria y luego asistió a la Primera Escuela Normal de Hunan en Changsha (1913-18). Como voraz lector fue en el fondo un autodidacta. Aunque con grandes dotes de poeta, nunca quiso o no pudo aprender otros idiomas. Se hizo marxista siendo asistente de bibliotecario en la Universidad de Pekín. Regresó a su natal Hunan, donde fue director de una escuela primaria y se dedicó a la organización de sindicatos y asociaciones campesinas. Fumador empedernido, si bien predicaba a los chinos la abstinencia sexual, tuvo cuatro esposas y nueve hijos (sólo dos le sobrevivieron), manteniendo al mismo tiempo una suerte de harem de amantes jóvenes, entre otras, la bella divorciada poeta y acrtiz Lily Wu). La primera mujer de Mao, casada en 1908, era su prima cuatro años mayor Luo Yigu (1989-1910); la segunda y más querida casada en 1920, Yang Kaihui (1901-1930), era la bella hija de su profesor de ética y moral Yang Changji (1871-1920) y compañera en la guerrilla, con la que tuvo dos hijos y fue detenida y estrangulada durante la guerra civil ; la tercera He Zizhen (1909-1984), casada en 1928, era compañera de colegio de su hermano mayor, le aportó cinco hijos pero se retiró a vivir a Moscú ; y la cuarta Lan Ping o Jiang Qing, en 1939, conocida por la llamada "banda de los cuatro".

De gran estatura y robusto, ojos grandes y atentos, cara redonda, nariz curvada y pómulos salientes, y proveniente de una familia campesina relativamente acomodada, Mao Zedong (1893-1976) era a la misma vez poeta, revolucionario, demagogo, militar y dirigente político. Se trataba, en esencia, no sólo de un verdadero emperador “a la china”, sino de un ideólogo y hombre de acción, un líder político radical capaz de tomar riesgos enormes y destructivos vitales para la refundación de la China moderna. Por cierto, sus críticos también le achacaban ser uno de los dictadores más feroces de la era moderna, amo y señor que disfrutará pelotones de bellas mujeres, con especial inclinación por las mujeres jóvenes e ingenuas (infectaba sus conquistas con una enfermedad transmitida sexualmente), que se hizo construir decenas de mansiones rurales, y que destacaba por su falta de higiene por sus adicciones. En todo caso, físicamente se mantenía relativamente en forma nadando todos los días grandes distancias.

Era un rebelde por naturaleza y un hombre de odios tenaces, pudiendo ser implacable y brutal con sus oponentes. Mao había presenciado tanta barbaridad en su tiempo que concluyó que la única forma de ganar y mantenerse en el poder era a través de una violencia pasmosamente cruel. Eso sí, tenía gran instinto para la política y era un maestro de la frase opaca. Tempranamente, supo granjearse el apoyo popular (con la reforma agraria), a la vez que desarrollaría tanto intuición estratégica como agilidad táctica. En definitiva, la sobrevivencia del comunismo chino se debió en una medida importante al hecho de que su líder aplicaba un oportunismo militar sin límites. Por ejemplo, se caracterizó por emplear tácticas de la guerra de guerrillas para golpear y luego retirarse a sus bases situadas en las zonas rurales pobres lejos de las ciudades, las que se encontraban bajo el control de los nacionalistas o de los señores de la guerra. Así, uno de los tantos soviets rurales como el de Jiangxi, resistió cuatro vigorosos asaltos de Chiang. Sólo al quinto, en octubre de 1934, no tuvo otra opción que replegarse e iniciar la mítica “Larga Marcha”: el viaje épico liderado por Mao y Chu EnLai para extraer del sur de China al ejército comunista de unos 82 mil hombres, el que huyó en círculos hacia el oeste y el norte atravesando cadenas montañosas, ríos y desiertos durante 18 meses (1934-35) y por 12.6 mil kms. para llegar a sus bases definitivas en el norte con poco más de ocho mil sobrevivientes.

Cuatro grandes razones fueron las que permitieron el triunfo comunista en China. Primero, no se le opuso ninguna ideología coherente, ni tradicional como el confucionismo ni mundial como la democracia liberal; segundo, China venía experimentando por décadas una revolución política y social; tercero, el maoísmo fue una estrategia revolucionaria apropiada para las circunstancias chinas; y cuarto, los comunistas construyeron su base de apoyo en el campo. En definitiva, el surgimiento de la China de Mao, como estado un revolucionario a comienzos de los años cincuenta, sería un factor que alteraría el sesgo de la guerra fría, pues el Asia desplazaría a Europa como su punto focal y Pekín se transformaría en una suerte de “parachoques” entre Washington y Moscú haciendo menos probable una confrontación directa entre ambas superpotencias.

A pesar de que en los inicios del régimen Mao se preocupó de aplicar una transición suave, tratando de cooptar a los no comunistas u ofreciendo compensaciones a los antiguos propietarios, muy pronto impuso un verdadero reino del terror en China: terminó persiguiendo a los partidarios del antiguo régimen, a los terratenientes, a los que profesaban religiones (confucionistas, budistas y cristianos), y a cuantos se oponían al PCCH, en un cambio de ciento chenta grados destinado a consolidar el nuevo régimen y su liderazgo personal, enfrentamientos que originaron vastas purgas y no menos de dos millones de personas sin vida. Es más, Mao nunca realizó la transición de la revolución al gobierno, porque odiaba la burocracia y quería acelerar la historia, aplicando políticas siempre radicales y demostrando un gran voluntarismo frente a la realidad política y económica de China. Tanto el ultra izquierdismo ideológico como el aventurismo político de Mao eran el resultado de una postura ideológica esencialmente voluntarista.

Como Mao era reverenciado por las masas chinas como un verdadero dios, éste se aprovecharía rápidamente por desarrollar un fuerte culto a su personalidad. No soportaba ser contradicho y evidenciaba una terrible paranoia que lo hacían dudar de todos los que lo rodeaban. Temía la competencia de otros dirigentes (repetía la sicosis de Stalin). Además, animado honestamente por Chu Enlai, en abril de 1956 el líder chino hizo gala de apertura liberal y, con el verso “dejen que unas cien flores florezcan; dejen que unas cien escuelas de pensamiento compitan”, llamó a los militantes del partido a ventilar sus críticas (una proto-glasnost). Si bien la campaña parecía orientada a incentivar las críticas internas para corregir los errores burocráticos y, de paso, captar la adhesión de los intelectuales chinos, muchos de los cuales eran hostiles al PCCH, la verdad es que los académicos le causaban a Mao mucho rencor, irritación y odio (los llamaba “parásitos en un estado obrero”). Y, por lo tanto, con una fuerte dosis de maquiavelismo, la campaña maoísta se transformó en una ofensiva anti-derechista y en una purga masiva de los intelectuales; es decir, toda una trampa para sus oponentes dentro del partido (“campaña para sacar a las serpientes de sus nidos”). Los que tuvieron la ingenuidad de plantear sus problemas en público fueron rápidamente atacados y purgados como “derechistas”. Esta práctica sería recurrente en China hasta la muerte de Mao en 1976.

Mao sufría además de Parkinson y tuvo un infarto menor en 1964, por lo que no se animaba todavía a recuperar la presidencia de la RPCH. A mediados de 1965, incluso, dejó Pekín (el baluarte de Liu Shao-chi) para refugiarse en Shangai, que era la sede de la clase trabajadora industrial más grande del país y la ciudad más radicalizada políticamente en China. No fue hasta 1966 que el anciano líder con 73 años a cuestas decidió -junto con su cuarta mujer Jiang Qing (1914-1991) - desencadenar la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria, un acto de locura completa que se tradujo en una campaña de autodestrucción del PCCH a raíz del fracaso del concepto maoísta de desarrollo. En dicho proceso, mientras su esposa se dedicaba a fustigar a los “reaccionarios y revisionistas” del partido, partiendo por el erudito alcalde de Pekín, Peng Zhen (1902-1997) , el director de propaganda del comité central, ministro de cultura y viceprimer ministro Lu Dingyi (1906-1996) y, en general, los burócratas moderados que buscaban evitar el quiebre del PCCH, el líder chino procedió el 20 de marzo de ese año a hacer un llamado a los jóvenes más decididos y menos educados para que asumieran una posición firme en contra los valores del pasado y adquiriesen la experiencia política para reemplazar a los más viejos (su lema era bien simple: “destruid lo viejo y construid lo nuevo”).

A tal efecto, y sin perjuicio de que Mao era firme partidario del centralismo político (no aceptaba desviaciones de ningún tipo), se mostraba muy escéptico de la burocracia estatal. Temía, concretamente, que la pureza revolucionaria se viese empañada por el elitismo político, por lo cual incitaba cambios profundos. Con todo, la “Revolución Cultural” no era ni revolucionaria ni cultural sino, en realidad, una pugna por el poder entre Mao y un puñado de dirigentes a través del terror. En la búsqueda del desgobierno, y tras la cortina de humo de un falso movimiento de masas, estaba la intención de Mao de desencadenar una lucha en la cúpula. El “emperador rojo” jamás escribió algo comprensible acerca de lo que pretendía con esta gran revuelta, a no ser de que el gran visionario estuviera a esas alturas cada vez más alejado de la realidad. Por otro lado, hay que tener presente que el comunismo chino tiene la mala distinción de pecar más por sus excesos que por sus defectos. De cualquier forma, algunos analistas han querido ver también en dicha revuelta popular sin fin una campaña para desplazar a los soviéticos del liderazgo del movimiento comunista internacional. Mao consideraba a los comunistas de la URSS como unos renegados del auténtico socialismo y a sus líderes unos verdaderos burgueses. Se oponía a la posibilidad de que el revisionismo soviético se repitiera internamente en China y que la desestalinización planteada por Jruschov fuese imitada después de su muerte con una suerte de “desmaoización” .

A fines del mes de mayo aparecieron los célebres “guardias rojos” , que atacaron la Universidad de Tsinghua en Pekín y que iniciaron un proceso revolucionario profundo, sobre todo contra los intelectuales. Uno de sus líderes más prominentes era el ex secretario privado de Mao, teórico y propagandista del PCCH, Chen Boda (1904-1989) , nombrado presidente del Grupo Revolución Cultural y cercano a la mujer de Mao JiangQing. Durante el mes de junio, una figura tan importante como Peng Zhen fue destituido de todos sus cargos. Por su parte, los máximos dirigentes Liu Shao-chi y Deng Xiaoping se habían visto por entonces sobrepasados y socavados en el partido y, de hecho, en la XI sesión plenaria del comité central del 18 de agosto se aprobó formalmente el programa de la Revolución Cultural, decidiendo purgar al partido de sus elementos “burgueses”, acto seguido por una masiva y violenta demostración de un millón de estudiantes chinos (instigados directamente por Mao).El proceso revolucionario se desencadenó derechamente el 12 de diciembre cuando diversas figuras políticas, académicas y artísticas chinas fueron obligadas a desfilar como “enemigos públicos” ante 10 mil personas en el Estadio de los Trabajadores de Pekín. Durante los disturbios siguientes, la embajada británica en Pekín fue atacada y saqueada el 22 de agosto de 1967 (18 hombres y 5 mujeres británicas asaltados y el edificio incendiado), a la vez que muchos países occidentales decidieron llamar de regreso a sus embajadores .

La Revolución Cultural tuvo su período más álgido entre 1966 y1971, pero se mantuvo en alguna medida hasta la muerte de Mao. El movimiento llamaba a crear un nuevo tipo de sociedad china, pero apuntaba nada menos que a consolidar el poder del líder chino, muy afectado después del fracaso del Gran Salto Adelante . Comenzó como un simple reino del terror de los “guardias rojos”, seguido por una etapa en que se prohibieron prácticamente todas las expresiones artísticas tradicionales chinas y por el intento de la radicalizada mujer de Mao por alcanzar una cultura proletaria, y -en su fase final- por una suerte de guerra civil entre las distintas facciones de “guardias rojos”, en la que los victimarios terminaron siendo las nuevas víctimas. Mao estaba convencido de que la Revolución china no era un mero acontecimiento histórico sino un proceso continuo. Del mismo modo, pensaba en un movimiento esencialmente campesino donde no cabían los burócratas ni los intelectuales. En fin, un estudio de la agencia de noticias France Presse realizado diez años después de los episodios estimaría que las personas asesinadas por los “guardias rojos” durante el período aludido no fueron menos de400 mil (en su gran mayoría miembros del PCCH).


 Notas
1. - Véase a Diane Ducret en Las mujeres de los dictadores. Aguilar, Madrid 2011 y Antje Windgassen en Unidas al poder. Mujeres de dictadores. Editorial Tébar, Madrid 2005./-
2. - Diane Ducret en op.cit.-
3. - La cuarta y última mujer de Mao, llamada originalmente Luan Shu-meng, era una actriz y bailarina de Shanghai que usaba el nombre profesional de Lang Ping. Era la única hija de una concubina y llegará a ser una dirigente terriblemente dogmática ubicada en la extrema izquierda del PCCH. Fue la gran inspiradora de la nefasta Revolución Cultural en China con la responsabilidad de recrear la cultura china. Sufría del síndrome de la emperatriz y era muy impopular. Separada de Mao (1973) y tras la muerte de éste (1976) fue procesada junto con la llamada “Banda de los Cuatro” (1976), expulsada del partido (1977), encarcelada y condenada a muerte en 1981 y de por vida en 1983. Afectada supuestamente de cáncer se habría suicidado en prisión (1991). Sobre el personaje véase a: David Bonavia en Verdict in Peking: The Trial of the Gang of Four. Burnett Books, London 1984; Daniel Chirot en Modern Tyrants. Princeton University Press, NJ 1996; Diane Ducret en Las mujeres de los dictadores. Aguilar, Madrid 2011; Ross Terrill en Madame Mao:The White-boned Demon. Simon & Schuster, NY 1992; Antje Windgassen en Unidas al poder. Mujeres de dictadores. Editorial Tébar, Madrid 2005; y Roxane Witke en Comrade Chiang Ch’ing. Little, Brown & Co., Boston 1977.-
4. - Uno de los fundadores del PCCH y, por ello, uno de los “ocho inmortales de la Revolución China”. Como militar intervino en la captura de Pekín (1948), fue miembro del Politburó y alcalde de Pekín (1951), y se le reconocía como uno de los mayores expertos legales del partido. Dirigente enérgico, talentoso y valiente, que se oponía a la dictadura personal. Purgado en los inicios de la Revolución Cultural, logró ser rehabilitado después de la muerte de Mao aún cuando también se opuso a las reformas económicas liberales. Véase a Pitman B. Potter en From Leninist Discipline to Socialist Legalism: Peng Zhen on Law and Political Authority in the PRC. Stanford University Press, Stanford Cal. 2003.-
5. - Véase a Jay Tao en Mao’s World Outlook: Vietnam and the Revolution in China. ‘Asian Survey’, Vol.8 (5) 1968.-
6. - Jóvenes estudiantes (en su mayoría secundarios) que usaban brazaletes rojos para identificarsecomo la vanguardia de la revolución. Mataron a golpes o ajusticiaron a más de 400 mil militantes del partido. Véase a: Hans Granquist en The Red Guard: A Report on Mao’s Revolution. Pall Mall Press, London 1967; William Hinton en Hundred Days War: The Cultural Revolution at Tsinghua University. Monthly Review Press, NY 1972; Alessandro Russo en The Conclusive Scene: Mao and the Red Guards in July 1968. ‘Positrions: East Asia Cultures Critique’, Vol.13 (3) 2005; y Andrew G. Walder en Fractured Rebellion: The Beijing Red Guard Movement. Harvard University Press, Cambridge Mass. 2009.-
7. - También de nombre Chen Po-ta, fue un periodista que ingresó al PCCH (1924) y participó en la Expedición al Norte. Fue secretario político de Mao (1937-41), recopiló las citas del Libro Rojo de Mao, y fue el gran ideólogo de la Revolución Cultural China. Cayó en desgracia junto a la “banda de los cuatro” y, en 1980, fue condenado a 18 años de prisión. Véase su La teoría de Mao Tse-tung sobre la Revolución China.Avance, Barcelona 1975 y Raymond F. Wylie enThe Emergence of Maoism: Mao tse-tung, Chen Po-ta and the Search for Chinese Theory, 1935-1945. Stanford University Press, Stanford Cal. 1980.-
8. - Tan solo un alto funcionario diplomático chino se mantuvo en su cargo durante la Revolución Cultural: el amigable embajador en Conakry (1960-66) y El Cairo (1966-69) Huang Hua (1913-2010). De nombre original Wang Rumei, había sido jefe del departamento Europa Occidental y Asuntos Africanos del ministerio (1953), acompañante de Chu Enlai en Bandung (1955) e intérprete en inglés de Mao. Más tarde llegó a ser embajador en Canadá (1969-71), representante permanente en la ONU (1971-76), ministro de asuntos exteriores y viceprimer ministro con Deng (1976-82). Casado por más de 60 años con He Liliang.-
9. - Philip Bridgham en Mao’s Cultural Revolution: The Struggle to Consolidate Power. ‘China Quarterly’, Vol.41 (January 1970).-

 Bibliografía
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