Vladimir Vladimirovich Putin

Nacido en San Petersburgo (1952), en el seno de una familia modesta de trabajadores, hijo de Vladimir Putin (guardia de seguridad y herrero) y Maria Shelomova.

Entre 1960 y 1970, asistió a la Escuela (primaria) No. 193 de Leningrado y a la Escuela (secundaria) No. 281, un liceo público orientado a la química y con aires de instituto tecnológico. No ingresó al movimiento de scouts ("Pioneros") y era más bien un alumno alborotador. No era estudioso pero gustaba de los deportes (Judo).

Estudio derecho en la Universidad Estatal de Leningrado (1970-75), licenciándose de abogado. Luego ingresó a la Escuela No.1 de la KGB en Moscú, siendo oficial de ese organismo durante 16 años. Fue entrenado en el Instituto Bandera Roja Andropov de Moscú para cumplir destino en Dresde, RDA (1985-89). Al cabo de la misión, ascendió al grado de teniente coronel.

Casado en 1983 con la ex azafata de líneas aéreas y filóloga Ludmila Shkrebneva (n.1958), tuvo dos hijas (Maríay Katerina). Se divorció en 2013 y se lo vincula hoy con la ex gimnasta olímpica y diputada Alina Marátovna Kabáyeva (n.1983).

Asesor en relaciones internacionales del rector de la Universidad Estatal de Leningrado (1990) y discípulo de Anatoly Alexandrovich Sobchak (n.1937), el primer alcalde democrático de San Petersburgo (1991). Se trasladó a Moscú (1996) para iniciar su carrera política, siendo nombrado director del Servicio Federal de Seguridad (1998-99), antes de llegar al gobierno como primer ministro (1999-2000 y 2008-2012) y presidente (2000-2008 y 2012).

Se trata de un dirigente ruso atípico: abstemio, deportista, con dominio de idiomas (alemán e inglés) y diplomado con honores en derecho, toca piano, le gusta cazar, es piloto-aviador y un experto en armas de fuego. Para tratar de entender a este verdadero ''Cromwell ruso'' valen las palabras que -en su momento- Winston Churchill empleara para describer a Rusia: ''un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma''. Seguro de sí mismo y con una personalidad hermética, distante e impenetrable, aparentemente duro e inflexible, también tiene una imagen machista homofóbica y antisemita. Según estudios de inteligencia norteamericanas (2008), el líder ruso sufriría una forma de autismo (síndrome de Asperger) que lo hace incomodarse frente a terceros y a ejercer un extremo autocontrol.

No es ideológico ni intelectual, sino más bien un operador (ex KGB) y buen administrador. Tiende a improvisar y no teme los riesgos. Es devoto de la Iglesia Ortodoxa Rusa, profesa valores tradicionalistas y se declara un nacionalista nostálgico tanto del zarismo como de la era soviética. Putin ejemplifica a un hombre solo, desconfiado y ambicioso, obsesionado con la grandeza y seguridad de su país.

Todo un desconocido cuando Boris Yeltsin lo nombró por primera vez en el cargo de primer ministro de la Federación Rusa el 9 de agosto de 1999, tanto así que nadie habría previsto que se mantuviera -desde entonces- 15 años en el poder. Un verdadero autócrata que ha tenido mano dura con separatistas, terroristas, oligarcas díscolos y opositores en general.

A su llegada al poder, Putin tuvo que asumir las consecuencias negativas de una reforma económica liberal y la ''política de shock'' en Rusia y enfrentarse a una suerte de capitalismo oligárquico (grandes grupos que se hicieron del dominio de las privatizaciones). En virtud de ello, decidió implementar una economía mixta, que bien podría definirse como capitalismo de estado a la rusa: aguda centralización política, control de los recursos naturales, lucha contra la corrupción, ascenso del clan de los siloviki (conservadores y ex KGB protegidos de Putin), exportaciones basadas en la energía, y consolidación de un espacio postsoviético (Unión Económica Euroasiática).

En el ámbito internacional, el fin último de Putin ha sido recuperar el status de superpotencia de Rusia. En ese contexto, enarbolar las banderas del mesianismo ruso le ha redituado bastante. Desde que en 2000 aplicara mano dura con la guerrilla separatista chechena y en 2005 dictaminara que la caída de la URSS había sido ''la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX'', él ha sabido despertar el interés de los ultranacionalistas rusos que añoran la condición de gran potencia de la Madre Rusia.

Su más reciente campaña está enfocada sobre Ucrania y tiene que ver con la reconstitución del espacio postsoviético; es decir, el dominio ruso de las naciones vecinas dentro de una especie de ''patio trasero'' exclusivo y cuyos límites están determinados por el amplio y flexible criterio de ''hasta dónde termina la cultura (lengua) rusa''. Para Putin y los rusos en general, Ucrania es parte de Rusia (Dombás o Cuenca del Donéts), por lo que no puede ser parte de la UE y la OTAN. Para ello, buscará dividir su territorio y mantener la inestabilidad en la region (hacer de la Ucrania independiente un estado de caos).

La guerra contra Georgia, las intervenciones en Moldava, el empleo del gas como arma política en Ucrania, la anexión de Crimea y la desestabilización de Ucrania Oriental, o bien, los boicots comerciales con fines políticos (contra vino georgiano, queso lituano, carne polaca), son todos ejemplos de la agresiva política revisionista, anti-sistémica y anti-occidental que caracteriza a la Rusia de Putin.

El líder ruso puede convertirse en un rehén de su política revisionista, en la medida que se ve cada vez más aislado en el mundo. Sin embargo, y pese a la condena internacional o la condición de paria mundial, la verdad es que por ahora el hombre fuerte del Kremlin mantiene un alto respaldo interno (Gallup: 83% de apoyo popular) y mantiene la iniciativa en los juegos de ajedrez sobre Siria y Ucrania.

Putin se ha convertido en el némesis de Barack Obama, más o menos hábil y popular, pero claramente más cínico y exitoso.

En él nada es espontáneo, todo está calculado. Rara vez pierde su sangre fría y solo excepcionalmente muestra sus emociones. De personalidad compleja, es propenso a la paranoia y le gusta cambiar de opinión constantemente. Carece de ideología fija y su mayor temor es ser destituido por una revolución.

La personalidad de Putin se estructuró en la KGB, donde sirvió 15 años antes de iniciar su carrera política.

Laurent Fabius: “¿Pero dónde están sus intereses?”. Vladimir Putin: “En todas partes”.

¿Cómo comprender a un hombre que ha desencadenado tres guerras, reabierto la cuestión de la seguridad europea, hecho otra vez de Rusia un actor indispensable en Oriente Medio y fracasado al provocar un conflicto con un Estado miembro de la OTAN, y todo eso ahogando la libertad  de expresión en su país y movilizando al pueblo alrededor de él como ningún otro dirigente lo había hecho desde Stalin?

Extracto de columna: "Vladimir Putin o el golpe de efecto permanente"
Ahora, 30.09.2016 (N*53)
Bruno Tertrais

TÓXICO PUTIN

Cada persona o institución a la que el presidente ruso apoya queda automáticamente 'quemada'

Si a alguien le cabía alguna duda sobre la naturaleza oligárquica y corrupta de la FIFA, el apoyo explícito de Vladímir Putin a la reelección del presidente de dicha organización, Joseph Blatter, ofrece la prueba de cargo más contundente que uno pudiera imaginar. No es de extrañar la admiración mutua: tanto la FIFA de Blatter como la Rusia de Putin han construido una inmensa red mafiosa donde nunca se sabe dónde empiezan y dónde acaban la política, el deporte y el dinero.

Aunque parecería que detrás de esa pose muscular se esconde un hombre revestido de valores clásicos (Dios, patria, familia, autoridad), en realidad Putin es un posmoderno de primer orden, un total y completo relativista. Resultado de su trayectoria como agente de inteligencia en el KGB, Putin no parece creer en la realidad como entidad autónoma, sino como una conspiración orquestada por los demás contra uno o por uno contra los demás. Así lo demuestra al analizar el caso FIFA como una conspiración para sabotear la celebración de la Copa del Mundo de fútbol en 2018, que albergará Rusia. Pero también con su última decisión de considerar delito la publicación de información sobre la existencia de bajas en combate en tiempo de paz, léase bien, en tiempo de paz, o de acosar a las organizaciones de derechos humanos que reciban apoyo desde el exterior. Putin da por hecho que existe la corrupción en la FIFA, que sus fuerzas armadas combaten en un país vecino sin ningún amparo legal y que en Rusia se violan los derechos humanos, pero lo que le preocupa no son los hechos, sino que los hechos puedan ser usados en su contra.

Putin no parece ser consciente de su toxicidad: cada persona o institución que apoya o que le elogia queda automáticamente quemada. Es el caso de la FIFA y su presidente, Joseph Blatter, pero también de una larga lista de incondicionales entre los que se encuentran Silvio Berlusconi, Marine Le Pen, Nigel Farage, Nicolás Maduro y los presidentes de Kazajistán y Bielorrusia, todos admiradores y envidiosos del poder del caudillo nacionalista ruso. Si Putin tuviera algo de sentido del humor, podría usar la toxicidad de sus elogios para destruir a sus enemigos en lugar de a sus amigos. Guárdense del apoyo de Putin.

Opinión
El País, 30.05.2015
José Ignacio Torreblanca, profesor y periodista

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