Fidel: 57 años de una desilusión

Columna
El Deber, 16.08.2016
Renzo Abruzzese, sociólogo (U. Mayor San Andrés), académico y columnista boliviano

Hace unos días el mítico Fidel Castro cumplió 90 años. Desde 1959 se hizo cargo del Poder en Cuba y cuando le flaquearon las fuerzas, dio en heredad los destinos del hermano país a su hermano Raúl. Mi generación creció bajo el símbolo de Fidel. Él encarnaba nuestros anhelos de libertad, democracia y justicia social. La Revolución Cubana se nos mostraba como algo un poquito menos que el paraíso.

Solo de mencionar su nombre se evocaba la efigie del hombre nuevo, sin ataduras, libre, más allá de todas las formas de explotación o sojuzgamiento. Fidel era el símbolo de las naciones libres. Pero aquella romántica idea por la que exponíamos nuestras vidas e invertimos gran parte de nuestros mejores años resultó ser exactamente lo contrario.

Ninguno de los caudillos que encarnaban el ideario marxista leninista terminó en lo que habían prometido, al contrario, todas acabaron en el extremo opuesto. Transformadas en brutales dictaduras, los sueños de una generación se difuminaron como el humo de un cigarrillo en una noche de parranda; ni Stalin, ni Mao, ni Castro ni ninguno resultó ser lo que se había pensado, y cuando estos íconos mostraron su verdadero rostro, ya era demasiado tarde porque tras ellos se llevaron los sueños, la libertad, los derechos y el futuro de millones de ciudadanos. Justo de aquellos que los habían idealizado. Ese es el problema de las dictaduras modernas, detrás de ellas se llevan naciones enteras.

Esta historia, que no requiere mayores indagaciones, ya no es un secreto para nadie de lo que pasa en Cuba, la pregunta es: ¿Cómo puede ser símbolo de la libertad latinoamericana un hombre que aniquiló las libertades de su pueblo? ¿Rendirle homenaje? ¿En nombre de qué? ¿De la pobreza en que dejó a una nación completa? ¿Del terror con que sometió a un pueblo entero? ¿De la supresión de todas las libertades civiles y políticas? ¿Será que alguien con cuatro dedos de frente puede rendirle honores a semejante personaje? ¿O será que de aquí a poco, como pasó con Rusia, Rumania, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Albania, etc. sus pueblos temerán a este género de ‘salvadores’ más que al mismísimo demonio?

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