Fidel Castro en Chile

Columna
El Mercurio, 30.11.2016
Alejandro San Francisco, historiador (Oxford), profesor (PUC) e investigador (CEUSS)

En Chile, la muerte de Fidel Castro ha significado el renacimiento de los recuerdos sobre su figura, las alabanzas hacia uno de los principales líderes revolucionarios del siglo XX, así como también las condenas hacia su dictadura, que se extendió por más de cinco décadas, y a las violaciones de su régimen contra los derechos humanos. No es extraño que así ocurra, considerando la vinculación estrecha que tuvo la Revolución Cubana con los procesos políticos chilenos.

No es casualidad que Pablo Neruda haya sido el primer poeta que cantó al triunfo revolucionario en su "Canción de Gesta", publicada en La Habana en 1960. Tres años después apareció la obra de Vicente Parrini "Cuba Sí", donde más poetas chilenos cantan a la Revolución Cubana (Santiago, Ediciones Anteo). Lo mismo ocurrió en el plano político, con viajes de dirigentes a conocer la experiencia de la isla, como recordaba el Presidente Salvador Allende en su visita a La Habana en 1972: "Vine, por vez primera, en enero de 1959 y prácticamente todos los años, hasta 1968, concurrí a Cuba para estar junto a su pueblo y ver cómo se afianzaba su conciencia revolucionaria, cómo los conductores de la revolución y cómo Fidel Castro daban el ejemplo de una voluntad creadora para derrotar al imperialismo y hablar el lenguaje de solidaridad a través del mundo".

Hace exactamente cuarenta y cinco años el propio Castro llegó a Chile en pleno proceso revolucionario de la llamada "vía chilena al socialismo". Era el hombre que encarnaba la realización de una revolución exitosa y fue recibido como un héroe revolucionario que llegaba a dar su testimonio. Fue un viaje inicialmente breve, que se extendió casi por un mes, tiempo durante el cual se reunió con estudiantes, obreros, sacerdotes y líderes políticos, desde Iquique a Punta Arenas.

La visita terminó volviéndose contra el propio gobierno -por lo extensa y por los contrastes-, y cerró de mala manera un año que había comenzado de forma positiva para la Unidad Popular: con bonanza económica (si bien débil), concretando la nacionalización del cobre, un buen resultado en las elecciones municipales y el gran logro del Premio Nobel de Literatura para Pablo Neruda. La ampliación de la visita del dictador cubano hizo aumentar los temores del destino que seguiría la vía chilena y la irrupción de las protestas de las cacerolas.

Por eso la despedida en el Estadio Nacional, a comienzos de diciembre, tuvo de dulce y de agraz. En esa ocasión el Presidente Salvador Allende expresó una de sus manifestaciones más firmes y conocidas sobre las dificultades del proceso: "Yo no tengo pasta de apóstol ni tengo pasta de Mesías, no tengo condiciones de mártir. Soy un luchador social que cumple una tarea, la tarea que el pueblo me ha dado; pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer a la voluntad mayoritaria de Chile: sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás; que lo sepan: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera". Castro aplaudió y el gobernante chileno culminó reafirmando "el anhelo de que juntos caminemos para luchar por la América libre que soñaron nuestros próceres". Por su parte, Fidel expresó con decisión: "¡Y es que regresaré a Cuba más revolucionario de lo que vine! ¡Regresaré a Cuba más radical de lo que vine! ¡Regresaré a Cuba más extremista de lo que vine!".

Sobre la conclusión de la visita, el líder cubano se habría ido más "preocupado" que desilusionado, manifestando en privado que "Allende carece de determinación"; por otro lado, en una carta al gobernante chileno expresó que se necesitaba "audacia, audacia y más audacia", como ha recordado Tanya Harmer en su excelente "El gobierno de Allende y la Guerra Fría Interamericana" (Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2013).

En palabras de Joaquín Fermandois, durante la visita se rompieron dos tabúes, especialmente por la irrupción de las protestas: "Que la calle pertenecía a la Unidad Popular y que la visita de Fidel Castro solo debía ser apoteósica en cuanto a recibimiento" ("La Revolución Inconclusa", Santiago, CEP, 2013).

La vinculación entre Allende y Fidel Castro seguiría, así como también las continuidades y contradicciones entre ambas experiencias. Adicionalmente, emergerían los temores chilenos frente a la eventual repetición del proceso cubano en Chile, en medio de la creciente polarización política del país.

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