Carta El Mercurio, 03.12.2016 Carlos Klammer Borgoño, embajador (r) y director de CEPERI
Ante tanto doble estándar e indefinición de los políticos de la Nueva Mayoría para calificar a Fidel Castro entre en un revolucionario o un dictador, quisiera aportar al debate con una experiencia que me toco vivir en Cuba en mi calidad de embajador de carrera durante el primer gobierno de la Concertación.
El Presidente Aylwin y el Canciller Silva me encomendaron, entre otras que ya no recuerdo, dos misiones confidenciales para esos años: el entierro oficial del Pdte. Allende en 1991 y en 1993 viajar a Cuba para transmitir a su Cancillería que para elevar nuestras relaciones a nivel diplomático, se debía saldar la deuda cubana con el Banco Central de Chile, contraída durante el gobierno de la UP.
En la semana q permanecí en La Habana, un sacerdote jesuita chileno que trabajaba en la proteccion de los DD.HH. me pidió una reunión urgente en el Consulado. En aquella oportunidad, me solicito transmitir al entonces Ministro Enrique Correa, su amigo, que por favor le enviara más sacerdotes chilenos para que lo ayudarán en su labor, porque lo que estaba ocurriendo en Cuba era de tal gravedad, "que la peor época de Pinochet en la Pintana, era pálido al lado de las violaciones a los DD.HH. en la isla".
