Fidel y el Che, frente a frente

Opinión
Revista Qué Pasa, 02.12.2016
Andrea Lagos, académica de Periodismo (UDP)

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  • Los dos máximos referentes revolucionarios del continente fueron tremendamente distintos, aunque dependientes el uno del otro. Dos caras, casi antagónicas, bajo el mismo paraguas ideológico.

Mientras Fidel se ocultaba tras los helechos en la Sierra Maestra cubana, el Che ponía el pecho a las balas en la lucha guerrillera en contra del régimen del dictador Fulgencio Batista (1955-1959).

Durante casi 50 años, Fidel Castro no se quitó el chaleco antibalas en público.

El Che, en tanto, murió acribillado en 1967 en Bolivia, aventurando la revolución en contra del capitalismo y acompañado sólo de un escaso y modesto piquete de guerrilleros.
Los adolescentes coleccionan poleras, llaveros y pósteres con el rostro del argentino Ernesto “Che” Guevara. Es difícil pensar que algún día Fidel inspirará algo similar.
Guevara decía lo que pensaba; Castro pensaba lo que decía.

El Che habló en contra de la Unión Soviética en los años 60, cuando el bloque era el único apoyo económico y el socio estratégico de Cuba. Fidel aplicó guante de seda a la URSS y favoreció que el Che partiera a liberar pueblos oprimidos al África y a Latinoamérica. Mantenerlo lejos era más seguro. El Che le servía a Fidel, era el amigo querido, pero también el maldadoso hermano menor.

La enfermedad del Che, un asma crónica, lo llevó a intuir que su vida sería breve. Era arrojado, vivía el día, no conocía el miedo. Fidel, en cambio, era cauteloso, sano, aunque gozador. Fumó incontables habanos, pero supo cuidarse para extender su vida hasta 90 años.

Jon Lee Anderson, periodista de The New Yorker, está en Cuba asistiendo a la posmuerte de Fidel. Autor de la famosa biografía Che Guevara, una vida revolucionaria y de otra sobre Fidel Castro, que aún no publica, entrega las pistas que acercan y alejan a los dos mitos:

—¿Cómo se compatibiliza esta imagen idealista del Che con la realidad? Fidel murió ya anciano y en la decadencia del modelo cubano ¿Podrá algún día ser recordado como el Che?

—El mito del Che se entiende, en parte, a que murió joven —a los 39 años— en una gesta heroica, aunque poco realista. Y lo hizo en una década en que todo parecía posible. En los años 60 existía una utopía apocalíptica revolucionaria que produjo guerrilleros en todo el mundo. Era posible cambiar el mundo, ya una vez se había cambiado horrorosamente con el holocausto y la explosión de la bomba atómica.
Fidel fue la figura que hizo posible al Che. Le dio el espacio, la misión de comandante guerrillero y la posibilidad de crecer internacionalmente.

Junto al colapso de los socialismos reales, Fidel envejeció y murió. En este preciso momento Fidel está siendo recreado en sus mejores momentos: de joven o durante su vejez más halagüeña, a los 60 y 70 años. Creo que habrá un esfuerzo por recordarlo por sus epopeyas y logros. Es un hecho que fue un dictador que transó derechos humanos por derechos sociales. Tenía luces y sombras, pero casi nadie lo tilda de sádico, ladrón o asesino en serie. Fue implacable con sus detractores, pero, dentro del espectro de dictadores, conservó un trazo de humanidad. Dejó un legado de cubanos bien educados, bien cuidados, sin desnutrición y sin el problema del narcotráfico, las pandillas o la inseguridad ciudadana del resto de Latinoamérica. Hay prostitución en Cuba, pero no hay industria del porno. Esos son solo los logros, estoy siendo abogado del diablo.

—¿Cuáles son las diferencias y conflictos reales que existieron entre el Che y Fidel Castro?

—Fidel fue un político y un estratega, un caudillo con un tremendo ego y carisma de hombre alfa. El Che optó por ser el segundo, de nunca sobrepasar a Fidel, de ser un teniente leal. Guevara era un visionario y un intelectual de gran profundidad, mucho más leído que Fidel. No es que Castro no tuviese preparación, sino que era más selectivo, leía lo que le servía como, por ejemplo, historia, para proyectarse en ella. El Che no era estratego, era buen táctico en la guerra. Fidel trazaba estrategias para que Guevara las llevara a cabo como líder de las columnas guerrilleras.

—¿Por qué Fidel, a diferencia del Che, no fue más explícito sobre su marxismo revolucionario desde el inicio de la toma del poder en Cuba?

—El grado de radicalismo ideológico del Che Guevara era superior. Tenía claro que había que expropiar los bienes de los estadounidenses en la isla para lograr el poder absoluto. Sin embargo, no se fiaba del convencimiento ideológico de Fidel que fue evolucionando, más lentamente, en su pensamiento. Castro no tenía el plan de romper con los norteamericanos desde un principio. La coyuntura mundial y una interpretación más marxista del mundo fortaleció la ruptura con los “gringos”.

Después, ambos separaron rumbos. Cuando el Che dejó de ser diplomático con la URSS, quemó sus naves y tuvo que partir a Bolivia. Lucharía por la revolución continental.
Los dos se admiraban y cada uno honraba el pensamiento político del otro. Eran como esos matrimonios mal avenidos, pero eternos.

—¿Se podría decir que Fidel fue el ganador que consolidó la revolución y el Che el perdedor que murió por ella?

—Esa es una lectura, pero existe otra. El Che murió, pero fue el gran mito de la Revolución cubana. Con su muerte y veneración a él, dio el componente espiritual a la gesta. El Che representa lo místico, el sueño, la espiritualidad. Es la sangre que regó la tierra, sobre todo para los jóvenes idealistas entre los 14 y 20 años. La juventud es muy susceptible a lo heroico. Siempre eterno, siempre joven, el Che fue el estandarte de una Revolución cubana llena de ideales. Hay quienes dicen que Guevara fue un fracasado, pero eso no importa porque murió intentando cambiar el mundo.

Castro mantuvo, en cambio, los pies en la tierra. Siguió con la cronología histórica de la revolución y encarnó —de manera imperfecta y mesiánica— la utopía.

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