Frustración política

Columna
El Montonero, 30.06.2017
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano
¿Somos los peruanos proclives al autoritarismo?

Indigna ver hasta qué punto nos hemos habituado a una política confrontacional y estéril, que gira alrededor de la denuncia, la grabación clandestina, la interpretación de mala fe y la magnificación malintencionada de los hechos. No es la “civilización del espectáculo”, sino “la política como espectáculo”, la indolencia de los poderes públicos y la complacencia de los ciudadanos. Una dinámica perniciosa y siniestra que socava nuestra vida en sociedad y destruye el mínimo de confianza colectiva que la hace posible.

Una encuesta reciente muestra una proclividad por el autoritarismo, lo que evidencia el desprestigio de la democracia como sistema de gobierno socialmente útil. La vida política en nuestro país ha dado lugar a una sacralización disfuncional de la democracia, colocándola en un pedestal poco realista con relación a su verdadera naturaleza. La democracia no es una religión, es un sistema político; y como tal, es más o menos útil y adecuado para los fines que persigue una sociedad determinada, en un momento histórico singular. Es funcional para la realización de valores positivos como la libertad política, el crecimiento económico, la solidaridad, y la cooperación internacional en beneficio de los pueblos.

Sin embargo, como todo sistema político-social, la democracia debe poner en evidencia su idoneidad o eficacia para viabilizar una relación eficiente y productiva entre los poderes públicos y los actores que participan en la política nacional. Este es el barómetro que vemos diariamente en los medios y las redes. Según una reciente encuesta ese barómetro muestra que la percepción general considera que el sistema democrático no es el más idóneo para resolver los problemas de la mayoría de los peruanos. La mayor parte prefiere el autoritarismo.

No es cuestión de rasgarse las vestiduras, sino de analizar con frialdad y realismo lo que políticos y ciudadanos hacemos mal en cuanto a la instrumentación del sistema político que hemos adoptado para gobernarnos. No es simple anécdota que Winston Churchill dijera que, a pesar de ser imperfecta, la democracia es el mejor sistema político posible. Es probable que esa -¿insalvable ?- imperfección provenga de que no somos conscientes de que, como todo emprendimiento colectivo, el sistema democrático no es una entelequia o un monumento político, sino una tarea social de la que todos somos individualmente responsables, todos los días.

La experiencia peruana demuestra que hemos descuidado la construcción de nuestra democracia, y que todavía tenemos una importante tarea pendiente con el futuro de la Nación.

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