Historia de la marina mercante en Chile (1): durante la Colonia

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Bradanovic Blogspot, 27.07.2017
Tomás Bradanovic

Acabo de terminar un libro apasionante, encargado por la Asociación Nacional de Armadores y escrito por Eugenia Garrido, Pedro Castagnaro, Vicente Mesina y Eduardo Rivera, se llama Historia de la Marina Mercante Chilena 1541-2006 y es una historia detallada y muy interesante de lo que ha sido nuestra marina mercante en Chile. Parte con la historia de:

Juan Bautista Pastene

Si bien don Alonso de Monroy, compañero de Pedro de Valdivia en la defensa de Santiago, emprendió un arriesgadísimo viaje a Lima por mar para traer pertrechos, convirtiéndose en el primer capitán mercante de nuestra historia, fue mi noveno bisabuelo, el general italiano Juan Bautista Pastene, quien hizo las primeras exploraciones sistemáticas y abastecimientos de nuestra costa, según leo en el libro:

La capacidad marinera de su buque "San Pedro" y sobre todo la persona de su piloto, el genovés Juan Bautista Pastene, llegarían a ser de gran provecho para el Gobernador quien deseaba extender la colonia hacia el sur y necesitaba reconocer tierras y puertos tanto por tierra como por mar. Pastene ganó pronto la confianza y estima del Gobernador quien le describe así en carta al Rey: “…genovés, hombre muy práctico de la altura y cosas tocantes a la navegación y uno de los que mejor entiende en este oficio de cuantos navegan en este mar del sur, persona de mucha honra, fidelidad y cuidado…”. 

Así. Valparaíso quedó establecido como el puerto de Chile y Pastene, investido con los poderes y un estandarte real, quedaba con autoridad para viajar  tomar posesión en nombre Del Rey y del gobernador Valdivia de todas las tierras que descubriera al sur de Valparaíso.

 

Las vacas flacas del Siglo XVII

En los primeros años de la Colonia, Chile tenía solo alguna pequeña producción minera para comerciar con Lima, que era su único mercado posible. Las minas "Madre de Dios" al norte de Valdivia hicieron crecer y prosperar el Sur de Chile en esos años. Chile enviaba al Perú trigo, vino y oro en polvo, con lo que se obtenía toda clase de pertrechos a cambio. A diferencia de otros lugares como la ciudad de Potosi, donde la plata hacía fortunas de manera casi instantánea, en Chile se vivía una economía de subsistencia, muy dura además por la belicosidad de los indios. La rebelión mapuche de 1598-1600 significó la pérdida de todos el territorio al sur del Bío Bío, un desastre económico que retrasó al país durante más de un siglo.

Así, todo el siglo XVII Chile lo pasó en la extrema pobreza, templando más todavía el carácter tozudo de los que se quedaron. Los puertos más importantes en América eran Acapulco, Guayaquil y Callao. En Chile los tres puertos principales eran La Serena, Valparaíso y Concepción y el movimiento de carga era prácticamente aprovisionamiento de subsistencia. En esos años fue cuando Chile comenzó a exportar modestas cantidades de trigo al Callao.

 

Los muelles antiguos

La carga en esos años se empaquetaba principalmente en sacos o toneles, que eran los antecesores de los actuales containers. Los buque no llegaban a puerto porque normalmente no existía fondo, entonces la carga era portada desde los buques a lanchones y del lanchón a la playa con cargadores, sistema muy lento y fatigoso que se usó desde la Colonia hasta bien entrado el Siglo XX, cuando empezaron a construirse en nuestras costas los largos espigones que permitía llegar hasta donde el buque tenía fondo.

 

Siglo XVIII, el auge del trigo chileno y la posperidad

A partir de 1687, tras un terremoto seguido por una plaga que arruinó varias cosechas seguidas, la producción peruana de trigo empieza a decae y comienza el auge exportador del trigo en Chile. Este auge fue tan grande que en 1693 el Cabildo restringió las exportaciones hasta asegurar el suministro nacional.  El Siglo XVIII estuvo marcado por la prosperidad y el aumento de la población. ESte auge fue motivado principalmente por las exportaciones de trigo de las zonas centro-sur y la minería en el norte. También en esos años el puerto del Callao empieza a decaer y comienza la rivalidad comercial con Valparaíso, que amenaza con alcanzarlo. Pese al auge, los barcos que hacían la carrera eran pobres y maltrechos por las dificultades y riesgos de la navegación, viajando en convoyes para ayudarse mutuamente.

 

La navegación según don Benjamin

La viva -aunque no siempre veraz- pluma de don Benjamín Vicuña Mackena describe así como se navegaba entonces:

 

“Imagínese al lector una batea colosal, o una de esas arcas de Noé que fabrican para deleite de los niños los pacientes obreros de Nuremberg, o una jaba de la India después de haber servido de la embarcación. para loza y en seguida para gallinero, la cual se ha forrado más tarde con tablas dormitorio… flotando con unas cuantas varas de lona remendada, y se tendrá una idea aproximada de lo que eran aquellas famosas naves de cabotaje del Pacífico para mayor parte cascarones inservibles, deshecho de los puertos y arsenales españoles

 

(...) En cuanto al derrotero, hacíanlo por el mismo y único rumbo que descubriera Juan Fernández, tomando siempre el Yunque de esta isla por punto de mira en el regreso a Chile. No tenían los maestres españoles más instrumento de náutica que el sextante, recién inventado en Inglaterra, ni más cartas de las costas que el ojo del piloto sobre los cabos, no otro faro, por fin que las estrellas.

Un testigo presencial de esos años, don Antonio de Ulloa, en sus Memorias Secretas. hace este divertido relato.

“Durante la navegación el piloto y el contramaestre hacen la guardia alternativamente, y ésta consiste en esto: el uno de los dos que no está de guardia duerme profundamente en su catre o camarote, y el otro que está de guardia manda hacer su cama sobre el alcázar, o a la puerta de la cámara y allí duerme con todo descuido, y a su imitación practica lo mismo la demás gente de la embarcación, de modo que llena de camas la cubierta, queda hecha un dormitorio… El cuidado del navío queda absolutamente entregado al timonel, y cuando éste no puede resistir al sueño, amarra la rueda del timón para mayor seguridad, y se duerme como todos los demás; pero como éste no puede dormir mientras está en el timón, pasado algún tiempo llama a otro para que lo remude, y éste hace lo mismo que su compañero; la consecuencia es que unas veces van tocando las velas y otros suele quedarse atravesado el navío” (...) Ni siquiera un instrumento tan sencillo como la corredera, según el mismo autor, era empleado a bordo, lo que parece el colmo de la indolencia o el desgreño, pues sin hacer uso de metáfora podía decirse que los buques se iban y llegaban solos…” 

Esa era -más o menos- la situación de la marina mercante en Chile durante la Colonia, que variaría bastante en el siguiente período desde la independencia hasta la Guerra del Pacífico. Pero ya veremos eso.

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