Incertidumbre en Brasil

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La Tercera, 17.03.2016
Samuel Fernández Illanes, abogado (PUC), embajador del Servicio Exterior (r), profesor de D. Internacional (U. Central) y académico de la Academia Diplomática

Todo parece complicarse en Brasil y de manera seria. El campo político, la productividad económica, la gestión social, el apoyo ciudadano, y de manera especial, la confiabilidad, entre muchos otros, se han deteriorado. Como si de pronto todas las bases en que se sustenta un proyecto gubernamental, se derrumbaran al mismo tiempo, lo que crea una situación sumamente difícil de sortear. Se procura por el Gobierno de Dilma Rousseff corregirlo, pero sin resultados apreciables. Al contrario, parece deteriorarse.

Inició su mandato reelegida en octubre pasado en condiciones bastante débiles con sólo un 51% de apoyo contra un 48.4 de su contrincante, Aécio Neves. Triunfo estrecho pero incuestionable, si bien quedó el país dividido. Era claro que la situación económica presentaba una realidad bastante mala, comparativamente con años anteriores, y la Presidenta aseguró enmendarla de manera urgente. Eso si, debió hacerlo comenzando por grandes recortes al presupuesto, que afectaron amplios aspectos de la economía, la productividad, las inversiones y finanzas del país; pero por sobre todo, tocaron a fondo los salarios laborales, es decir, directamente la base social y plataforma en la que se basa el Partido de los Trabajadores (PT) que le dio la victoria, desde el anterior Gobierno de su líder indiscutido, el Ex Presidente Lula, -que ahora anuncia volverá a postularse, y aceptado un importante cargo en el Gabinete para obtener fuero-, de la que Dilma es heredera. Eso creó un inmenso malestar y pérdida de apoyos de militantes desilusionados. Agravado por una inseguridad delictual que va en aumento y la falta de resultados que no aparecen.

Se ha hecho más profunda la crisis económica, el dólar subió un 22% desde el año pasado, gran fuga de inversionistas que retiraron su confianza en una economía seriamente tocada en altas proporciones, pues todo en Brasil es muchas veces desmesurado, por su enormidad y alcance continental y mundial. Los ajustes, cambio de ministros y correcciones, simplemente no han logrado nada significativo. Las promesas de ser un una potencia emergente, se estancan por problemas internos, agravados por una situación internacional desfavorable. Y ponen en duda los avances sociales.

Pero el golpe más demoledor ha sido, indiscutiblemente, el descubrimiento de una amplia red de corrupción con cifras multimillonarias en sobornos recibidos por mucha gente. Hasta ahora, 47 políticos, entre ellos 12 senadores, 22 diputados, los Presidentes de ambas Cámaras, ministros del Gabinete gobernante, acusaciones al Ex Presidente Lula, y muchos otros líderes, de casi todos los partidos políticos, pero sobre todo pertenecientes al Partido de los Trabajadores. Las consecuencias no se han hecho esperar y el apoyo presidencial ha caído a su más bajo nivel según encuestas constantes, y arrecian las marchas de protesta, como la reciente en las principales ciudades, que exigen cambios drásticos, con letreros apoyando un “impeachment”, la salida de Dilma, y hasta pidiendo la vuelta de los militares. Lo impensable en una democracia estable de más de 30 años. La corrupción a esos niveles, aunque esté entregada a los tribunales de justicia, es también un grave asunto político y de estabilidad imposible de controlar. La oposición así lo ha comprendido y aumenta su presión. Sólo por muy poco la Presidenta se ha salvado de un juicio político institucional, pero nada asegura que sus aliados sigan defendiéndola y permitan, por apoyo o por abstención, materializarlo.

Se le responsabiliza porque la corrupción ha emanado de dineros de la gran empresa petrolera estatal, Petrobras, que sus contratos contemplaron entre un 1 y hasta y 3% de pagos en coimas y que hoy está legalmente impedida de firmar nuevos. Entre 2003 y 2010, Dilma Rousseff presidió el Consejo Directivo de Petrobras, aunque niega haber estado enterada y menos autorizado tales pagos millonarios; pero no se le cree mayoritariamente, y añade un punto más al descrédito y la desconfianza. Ha reiterado que no piensa en renunciar y que todo se enmendará pues la justicia deberá actuar sobre los responsables. La situación empeora y la ingobernabilidad se acentúa, pues no existen medidas eficientes para contrarrestar todos los frentes adversos presentados al mismo tiempo. Por ello la situación del Brasil es más incierta que nunca, no sólo en sus asuntos internos, sino que también incide en el continente por su tamaño, intereses y vinculaciones.

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