Ivanka Trump, el poder detrás del trono

Reportaje
El Confidencial, 22.11.2016
Eva Catalán
  • La hija del nuevo presidente de EEUU está considerada la verdadera primera dama no oficial de la Casa Blanca. En eso, los Trump también han sido pioneros
Donald Trump y su hija Ivanka Trump se reflejan en un espejo en un evento de campaña en Washington. (Reuters)

Donald Trump y su hija Ivanka Trump se reflejan en un espejo en un evento de campaña en Washington. (Reuters)

De las muchas cosas en que la presidencia de Donald Trump va a ser pionera en EEUU, a la que quizá menos importancia se ha dado durante la campaña electoral empieza a resultar más llamativa ahora que el magnate prepara su equipo de transición. La presidencia de Trump puede ser la primera en la historia estadounidense en tener una 'viceprimera dama', a juzgar por el papel que parece estar adoptando Ivanka, la hija mayor del presidente electo. De hecho, se podría decir que, de continuar la línea marcada en estas primeras semanas, Ivanka va a serlo más que la verdadera primera dama, su madrastra y actual esposa de Trump, 12 años mayor que ella: Melania.

La persona que presentó al recién elegido candidato republicano en la convención republicana de este verano no fue Melania, fue Ivanka. La misma que presentó a Trump cuando anunció oficialmente su candidatura para las primarias. Su papel ha sido básico, según los expertos, en acercar el voto femenino y el voto joven durante la campaña y, al menos de momento, no parece que el equipo ni el propio presidente electo tengan pensado relegarla a un segundo plano.

Con 35 años, tres hijos (el último nacido este mismo año), un libro en la lista de más vendidos del 'The New York Times' y otro en camino, una carrera en el mundo de los negocios que no solo incluye la vicepresidencia de adquisiciones y desarrollos en la Organización Trump sino una línea de joyas, otra de ropa y accesorios y una web de contenidos dedicada enteramente a la "mujer trabajadora", y un marido, Jared Kushner, también rico empresario y fotogénico, Ivanka ha sido la más hábil a la hora de capitalizar la imagen y el estatus de la empresa paterna. Junto con sus dos hermanos Donald Jr. y Eric, también hijos del primer matrimonio de Trump, ha desarrollado las franquicias de hoteles con el sello Trump por todo el mundo, que califican en su sitio web como "la compañía de hoteles de lujo que más deprisa ha crecido en el mundo entero". Una operación que, según el 'Washington Post', consiste en estampar el nombre de la familia en hoteles construidos por otros empresarios y cobrarles millones de dólares por ello.

Aunque la presencia de Ivanka yo no es tan vital como en campaña, cuando ayudaba a suavizar la imagen de mujeriego machista de Trump con su ejemplo de 'niña de papá' de la que su padre se siente claramente orgulloso, ahora emerge como la más preparada de su entorno familiar para ocupar ese espacio nebuloso de apoyo, empatía y contrapunto en causas sociales que se le supone a una primera dama. En sus 'posts' de Facebook (con casi dos millones de seguidores) ya aparecen comentarios pidiendo que se ocupe, por ejemplo, de las comidas en los colegios. Aunque ella no contesta a los comentarios. Solo publica más 'posts': su hija Arabella colgada de las barras del gimnasio, su nueva oficina, su hijo Joseph recién levantado; yendo a votar en familia ("Qué surrealista votar a tu padre como presidente de EEUU"), ella y su hermanastra Tiffany con filtros de perritos de Snapchat y el 'hashtag' 'Sistas' (hermanas).

 

Versión 2.0 de la mujer conservadora

Con su 'look' impoluto y su sonrisa perfecta, Ivanka, que ejerció de modelo brevemente en su adolescencia, está cómoda ante las cámaras, se maneja con naturalidad nativa en las redes sociales (670.000 seguidores en Instagram y 1,75 millones en Twitter) y es un as, como su padre aunque con un estilo más pulido, de la marca personal. Combina los 'posts' con sus hijos cantando dulces canciones infantiles con proclamas algo ingenuas en favor de la igualdad de salarios entre hombres y mujeres. Pragmática, con ojo para los negocios, registrada independiente y confesa apolítica (y amiga de Chelsea Clinton), Ivanka Trump podría ser la versión 2.0 de la tradicional mujer conservadora. Su línea de ropa y accesorios para "mujeres trabajadoras" ofrece un estilo "sexy y profesional" que es la antítesis de los funcionales trajes pantalón que representan a Hillary Clinton.

La pareja Kushner-Trump son el ejemplo perfecto de esa alta sociedad no aristocrática estadounidense, nacida del dinero y las buenas conexiones, producto de la exquisita educación Ivy League y cómodos en el mundo de las grandes cifras. Jóvenes y emprendedores (él, propietario del diario 'New YorkObserver' y hasta hace semanas presidente de la compañía paterna de negocios inmobiliarios), padres devotos (ella explicó en una entrevista a 'Vogue' en 2015 cómo, tras convertirse al judaísmo ortodoxo para casarse con Kushner, observan el Sabbath escrupulosamente y pasan 24 horas enteramente dedicados a la familia sin distracciones) y familia perfecta, su imagen está más cerca de un retrato ideal de una 'primera familia' estadounidense que la del impulsivo y fanfarrón Trump, con su pasado televisivo, sus divorcios, sus escándalos y su mujer exmodelo que no domina el inglés y, a juzgar por sus escasas apariciones, tampoco disfruta de hablar en público.

Ambos tienen a los expertos dando vueltas a los estatutos antinepotismo ante el papel que el yerno de Trump parece querer jugar en la futura Administración. No hay precedentes históricos para un yerno o una hija con puestos oficiales en la Casa Blanca. Kennedy nombró a su hermano Robert fiscal general (antes de que dichos estatutos existieran), a Carter no le dejaron contratar a su hijo como becario, y Clinton fue demandado (aunque la demanda fue rechazada) por nombrar a su mujer Hillary jefa de un comité de Sanidad en su gabinete. Trump siempre puede mantener a ambos a su lado sin nombrarles oficialmente para ningún cargo. El magnate está acostumbrado a tener a sus hijos en cargos de confianza, pero en su nuevo puesto se está encontrando con que no es tan fácil decidir quién y cómo le acompaña a según qué cosas.

Por ejemplo, incluyendo a Ivanka en su reunión, informal, con el primer ministro japonés, lo que provocó intensas críticas en medios como el 'The New York Times': ¿era una reunión en calidad de presidente electo o era una reunión de negocios con el jefe y una de las principales ejecutivas del emporio familiar Trump? "El señor Trump siempre ha querido incluir a sus hijos en este tipo de reuniones pero, obviamente, ahora habrá que ajustarse a la nueva situación y no creemos que vuelva a pasar en el futuro", afirmaba una fuente anónima al 'The New York Times'.

 

La delgada frontera entre roles

Ivanka, en principio, no parece tan ambiciosa en el terreno político como en el empresarial. Medios de uno y otro signo reconocen que la joven madre es mucho más sensata, juiciosa y con los pies en la tierra de lo que se esperaría de alguien perteneciente a una familia excesiva y mediática. Para unos, su lealtad a su padre habla bien de ambos; para los otros, es sorprendente que no haya renegado de él todavía. Pero lo cierto es que, como cualquier empresaria en la era de internet, Ivanka tiene, de momento, mucho que ganar aguantando las salidas de tono de su padre: si antes el nombre Trump se asociaba con lujo, excesos y telerrealidad, hoy se asocia con la Casa Blanca.

Ya en campaña, consiguió agotar existencias del vestido y los zapatos que llevó en el último día de la convención republicana, publicando desde su Twitter empresarial un 'link' a los productos de su firma, considerada de "lujo asequible". Hacer lo mismo una vez que su padre fue elegido le costó un disgusto, cuando su firma de joyería mandó a los reporteros un 'style alert' sobre la pulsera que llevaba puesta durante la primera entrevista televisiva del presidente electo. Aunque la empresa se disculpó del "desliz" en un tuit posterior, fue la primera muestra de que caminar la delgada línea fronteriza entre viceprimera dama y empresaria de éxito va a ser complicado, y de que ahora que Trump es presidente, Ivanka va a estar sometida a un escrutinio mucho mayor y menos complaciente.

En un perfil de la revista 'New York' hace 12 años, Ivanka, entonces una recién licenciada en la prestigiosa escuela Wharton de negocios (la misma a la que acudió su padre), y pagando la hipoteca, a sus 23 años, de un piso de millón y medio de dólares en el Upper East Side comprado con dinero heredado de sus abuelos y sabiamente invertido, aseguraba: "Siempre habrá gente que piense que hemos llegado a donde estamos por el nombre que tenemos. Y en realidad, no hay forma de saber si es verdad o no. Quizá no esté tan mal el hecho de que la gente te subestime: por mí, que lo hagan". Palabras proféticas que sintetizan de manera perfecta la historia de su padre como candidato presidencial.

La expresión plácida y satisfecha de Ivanka no delataba particular sorpresa el día que su padre fue elegido presidente de EEUU contra todo pronóstico: queda por ver si a ella se la ha estado subestimando también. Sobre sus posibles inclinaciones políticas, decía durante la campaña: "No es algo que ahora mismo me atraiga, pero quién sabe. Solo tengo 34 años. A lo mejor cuando llegue a los 50 cambio de idea". O a lo mejor antes, si las puertas de la Casa Blanca se le abren de manera insospechada antes de cumplir los 40.

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