José Miguel Barros, un diplomático de excelencia

Columna
El Mercurio, 04.02.2020
Teodoro Ribera N., ministro de RREE

El deceso del embajador José Miguel Barros Franco enluta a nuestra Cancillería y al país, que reconoce en él a uno de nuestros diplomáticos chilenos más destacados en el último siglo. Un hombre que prestó innumerables servicios a Chile, defensor de nuestros límites en dos disputas arbitrales importantes, y una voz incansable y permanente en favor de la carrera diplomática y de su profesionalización.

José Miguel Barros fue abogado, diplomático e historiador, cursó estudios de posgrado en la Universidad de Georgetown y en la Academia de Derecho Internacional de La Haya. En 1945 ingresó al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde desarrolló una vasta y brillante carrera diplomática. Se desempeñó como representante del país en distintas misiones y conferencias internacionales, destacando su papel como Agente de Chile para el arbitraje relativo a la región del río Palena y en el arbitraje del canal Beagle.

Fue también embajador en Holanda, Estados Unidos, Perú y Francia, y desempeñó las cátedras de Derecho Internacional Público en las Universidades de Chile y Diego Portales. Del mismo modo, y aparte de numerosos artículos sobre temas históricos, geográficos y limítrofes, fue autor de los libros: “El caso del Baltimore”; “Palena: un río, un arbitraje”; “Cartas sobre la mesa”; y “Pedro Sarmiento de Gamboa. Avatares de un caballero de Galicia”. Ingresó a la Academia de la Historia en 1977, de la cual sería luego su presidente.

El legado del embajador José Miguel Barros a la política exterior y a las nuevas generaciones de diplomáticos chilenos es invaluable. Con sus agudos y complejos análisis jurídicos, al embajador Barros lo caracterizó desde siempre el rigor en sus juicios, fundamentados en un claro y profundo conocimiento de las materias, como también en la precisión en el uso del lenguaje, de manera que sus afirmaciones no llevaban a interpretaciones.

En sus diversas tareas, especialmente como Agente arbitral en disputas complejas y de alta significación para el país, el embajador Barros entendía que para alcanzar la meta era necesario comprender las nacientes y las salidas de los problemas internacionales, no aquello que a menudo la mirada coyuntural aislada y sin claridad del contexto permite ver. Su gran talento como Agente arbitral consistió en comprender que la verdad jurídica solo tenía sentido cuando estaba ligada con la verdad histórica, y que un adecuado acoplamiento de ambas era la base sobre la que se podían diseñar estrategias diplomáticas efectivas.

Su exitosa experiencia litigante, sus acertadas y en muchas ocasiones sabias advertencias constituyen para nuestra Cancillería y quienes sirven en esta institución un capital de inigualable valor. Ese es el legado que, para generaciones de alumnos, colaboradores y subalternos del embajador Barros en la función diplomática, recogieron a lo largo de su vasta trayectoria pública.

José Miguel Barros no solo se destacó por ser una voz privilegiada y vigente en temas limítrofes. Además fue un diplomático de carrera que a lo largo de su vida sostuvo una permanente defensa de la carrera funcionaria y de la diplomacia profesional. Cuando nuestro país requiere con mayor fuerza una diplomacia sólida y vocacional, vale la pena aludir a trayectorias diplomáticas como la del embajador Barros, en cuya función pública confluyeron una profunda vocación de servicio, una formación profesional de excelencia y años de aprendizajes sabios de este arte de la diplomacia.

Chile pierde a un gran servidor público; la diplomacia y el Servicio Exterior de Chile, a uno de sus representantes más ilustres.

No hay comentarios

Agregar comentario