José Miguel Insulza visto por un diplomático de carrera

Carta
OpinionGlobal, 29.12.2015
Carlos Klammer Borgoño, embajador del Servicio Exterior y director de CEPERI
(www.elvenezolano.com.do)

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Como embajador de carrera del Servicio Exterior chileno, me correspondió compartir y trabajar durante algunos años con José Miguel Insulza, en una primera etapa cuando éste era Director de Politica Bilateral de la Direcon y yo Director del Protocolo, donde en más de una oportunidad integró las comitivas oficiales y técnicas que acompañaban al Presidente Patricio Aylwin en sus giras al exterior. Luego, en su promisoria y ascendente carrera política, que en pocos años lo catapultó como Subsecretario y Ministro de Relaciones Exteriores, cumpliendo en ambas oportunidades una destacada labor al servicio de la diplomacia chilena.

Sin lugar a dudas, el "Gordo Insulza", como cariñosamente se le conocía en los pasillos del ministerio, fue un gran Canciller que supo rodearse de diplomáticos de carrera, solicitando y oyendo sus opiniones y dándonos las orientaciones para el cumplimiento de sus instrucciones. Con nostalgia recordamos las casi diarias y entretenidas Reuniones de Coordinacion, donde los Directores éramos consultados y respetados. Por ello, calificamos como buena la designación presidencial de Agente ante la CIJ en el litigio con Bolivia. Ello, sin desmerecer  en absoluto los atributos de su antecesor, el destacado jurista y dos veces Ministro de Estado Felipe Bulnes.

José Miguel agrega a sus reconocidas capacidades políticas y jurídicas, la experiencia de haber desempeñado los dos más altos cargos de la diplomacia chilena. Pero como no todo puede ser perfecto , personalmente me habría gustado a Jose Miguel de vuelta a cargo de la Cancillería, quedando Felipe Bulnes como Agente.

Teniendo en cuenta la inquietante realidad de nuestra situación internacional y conociendo la personalidad del "Panzer", me permito hacerle llegar dos breves consejos: primero, que por ningún motivo vaya a "pisar el palito" de proponer una negociación directa con el Altiplano, y segundo, que no siga malgastando tiempo y recursos, asumiendo con el aplomo que lo caracteriza, el retiro inmediato de Chile del Pacto de Bogotá y del juicio en La Haya, en cuyo previsible desenlace nos veremos obligados bajo una fuerte presión internacional a negociar con Bolivia y si de dichas negociaciones -que pueden tardar años- Bolivia no obtiene una salida soberana al Pacífico, la Corte concluirá que Chile no negoció de buena fe. Está bueno que los chilenos entendamos que, en la coyuntura actual a la que nos ha conducido la diplomacia boliviana, este problema NO TIENE SOLUCIÓN. El país debe acostumbrarse a convivir con él, hasta que en un futuro hoy lejano, imperen condiciones diferentes en Latinoamérica, donde la integración real en el Norte la soberanía pierda la relevancia actual, como ocurrió con la integración europea. Por lo mismo, nuestro país no debe sentirse tentado a invitar a Bolivia a una negociación directa.

A José Miguel Insulza me permitiría sugerirle, más que ideas creativas para el juicio de La Haya, que tomara AHORA, YA, la decisión de denunciar el Pacto de Bogotá y que nos retiremos del juicio de La Haya, cuyo fallo obligará a Chile a sentarse a negociar con Bolivia -negociaciones que pueden tomar mucho tiempo -en medio de una fuerte presión internacional.

En el ámbito de nuestra política exterior, si José Miguel Insulza volviera a conducir nuestra Cancillería, o si fuera convocado a cumplir responsabilidades mayores, debe comprometerse con el país a hacer una profunda transformación de nuestra diplomacia, la que se inicia con la creación del grado de Embajador, limitando al mínimo los nombramientos de Embajadores políticos.

Muchos errores de nuestra diplomacia se podrían haber evitado si la Cancillería no estuviera cooptada por los políticos. Como ejemplo un botón: la diplomacia altiplánica se preocupó desde el primer día de conquistar al recién elegido Papa Francisco, primer Pontífice latinoamericano, cuando nuestra Cancilleria no hizo nada y mientras  las embajadas chilena en el Vaticano y Buenos Aires estaban a cargo de dos embajadores políticos que no advirtieron este hecho. En Argentina era embajador el actual Vocero del Gobierno, quien entre vincularse con la Curia bonaerense o La Campora kirchnerista, prefirió esta última. Ahí está la diferencia entre un diplomático profesional y un político que ejerce de embajador.

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