Kohl, el arquitecto de la reunificación

Columna
El Mercurio, 18.06.2017
Roberto Ampuero

Cuesta imaginar que murió Helmut Kohl, el Canciller federal que reunificó a Alemania en 1990. Cuesta imaginarlo muerto porque es uno de esos personajes de la historia que en vida se convirtió en leyenda. Es cierto, el pueblo alemán oriental derribó pacíficamente, en noviembre de 1989, a la dictadura comunista de la ex RDA, pero fue el democratacristiano Kohl quien convenció a sus aliados y a Mijail Gorbachev, líder de la ex Unión Soviética, de que la reunificación era posible y que nadie debía desconfiar de una Alemania unida.

Con los años algunas cosas se van olvidando, pero es bueno recordarlas. Kohl, que tenía 15 años cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, creció en un país devastado que se recuperó rápido gracias al apoyo económico estadounidense y la laboriosidad de su gente. Kohl ingresó joven a militar en la CDU, partido que, a diferencia de la DC chilena, se inscribe en la centroderecha europea, e impulsa la economía social de mercado, una alianza estratégica con Estados Unidos, y es crítica ante dictaduras y partidos comunistas.

Hay algo más: en los estertores de la Guerra Fría nadie vio con la claridad de Kohl la posibilidad de la reunificación alemana. Nadie más vislumbró que, tras la caída del Muro de Berlín, se daban condiciones para que los germano-orientales adhirieran voluntariamente a la República Federal de Alemania. Muchos creían entonces que la Unión Soviética no aceptaría el desgarramiento de su imperio sin recurrir a las armas. Kohl tuvo la sagacidad para convencer a Washington y Moscú, pero también a París y Londres, y a los representantes de la Unión Europea de que reunificar a los alemanes era posible. Intuía el sentimiento germano-oriental y comprendió entonces que la ventana para la unidad nacional estaría abierta solo por un período acotado.

No solo en Europa, sino también en Alemania occidental había fuerzas políticas que, o bien consideraban imposible o se oponían a la reunificación. Sectores de la izquierda europea preferían una federación de dos Estados, algunos hablaban incluso de una federación entre un estado capitalista y otro socialista, y hubo un líder europeo que planteó que amaba tanto a Alemania que le gustaba "tener dos". Bajo esas circunstancias, y respaldado por su ministro de exteriores, el liberal Hans-Dietrich Genscher, Kohl se convertiría en protagonista mundial al apostar por una opción osada: proponer no solo la reunificación sino también la superación del descalabro económico dejado por el socialismo, y ofrecer financiar la transición a la economía de mercado de 17 millones de germano-orientales.

El líder democratacristiano no dudó en dar ese complejo paso político, económico, social y de política internacional. Se estima que la unidad ha costado a Berlín y a la Unión Europea unos 2 billones de euros. Esto incluye transferencias financieras al este, programas de incentivos económicos, traspasos para equilibrar el nivel de vida y subvenciones europeas. Si bien muchos germano-orientales afirmaban con sorna que el socialismo era la vía más larga para llegar al capitalismo, también es cierto que es la más cara. Kohl tuvo el coraje de plantear que no importaba el valor de la unidad. Sin embargo, el proceso de cohesión ha sido difícil por las diferencias entre la desarrollada parte occidental y el estancamiento legado por el socialismo. Tras veintisiete años de unidad y dos billones invertidos, Alemania aún no logra superar las disparidades ni limar sentimientos que ellas despiertan.

Helmut Kohl fue Canciller federal desde 1982 a 1998. En 2001 perdió a su esposa Hannelore, y en 2008 sufrió una caída que le causó un trauma del cual se recuperó en 2015. Si bien se vio involucrado en financiamientos irregulares en política, al cumplirse los 30 años de su ascenso al cargo de Canciller federal, se celebró y destacó su inmenso aporte a la historia alemana.

Kohl respaldó la transición pacífica de Chile a la democracia, y vio con buenos ojos el singular desarrollo económico, social y político del país. Consideró a Chile un ejemplo de transición democrática pues no descuidaba la economía. Lo conocí en Bonn, entonces capital federal, en las reuniones regulares que tenía con la prensa internacional. Impresionaba por la vehemencia de su mensaje, su envergadura, la convicción con que hablaba y su inagotable energía, y porque recordaba detalles de sus interlocutores. El repentino desplome de la RDA lo colocó ante un desafío que, al resolverlo de modo magistral, lo hizo crecer en estatura política y le permitió mantenerse en el poder por 16 años. Impulsó también la moneda común europea, manifestó que de Alemania solo debía emanar paz y que "la casa alemana" debe ubicarse siempre bajo "el techo europeo".

Con la muerte de Kohl desaparece el principal arquitecto de la Europa actual.

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