Columna OG Review, 04.05.2016 Eduardo Rodríguez Guarachi, abogado y ex embajador de Chile en Argentina y Japón
El pasado 26 de marzo, el Mercosur cumplió 25 años. Desde su creación el comercio entre los estados partes ha disminuido considerablemente y se ha enfrentado a una suerte de estancamiento que deja interrogantes sobre la capacidad del bloque para generar dinamismo entre sí; diferentes disputas entre Brasil y Argentina han creado un clima de inestabilidad que impide avanzar en los procesos de integración; la suspensión de Paraguay y el ingreso de Venezuela generó una sensación de ideologización; y la incapacidad política para complementarse con otros mercados de la región han provocado que algunos analistas aseguren que el Tratado es “un fracaso”.
El Mercosur fue creado con una finalidad económica y comercial, con el paso del tiempo fue adquiriendo matices políticos que pretendían fortalecer el proceso de integración y acercar a otros estados de la región que no estaban en condiciones para ser estados partes del Tratado de Asunción. De esta manera, el Mercosur incorporó la figura de “Estado Asociado”, facultando a éstos a participar en todas las reuniones del Foro de Consulta y Concertación Política. En términos prácticos, creó un espacio de acercamiento político entre los estados partes y asociados.
Lamentablemente, el esquema de integración se ha quedado estancado en los aspectos económicos y comerciales, y no ha logrado doblegar la rigurosidad arancelaria frente a una realidad internacional que cada día se inclina hacia una mayor liberalización.
Sin duda alguna las políticas económicas de Brasil y Argentina han jugado un papel fundamental en este espíritu de inamovilidad arancelaria frente a terceros, pero seguramente esta situación se modificará.
En efecto, en diciembre de 2015, los mandatarios de Chile, Uruguay y Argentina se reunieron en Santiago y acordaron estrechar los vínculos entre la Alianza y el Mercosur durante el año 2016, cuando Chile y Uruguay ostenten las presidencias pro témpore de las dos instituciones de integración regional.
Durante la segunda quincena del referido mes, la Presidenta Michelle Bachelet, en la XLIX Cumbre del Mercosur y Asociados, ratificó su compromiso de buscar escenarios de diálogo entre ambos esquemas.
A pesar de estos positivos anuncios, diversos analistas insisten que tanto Brasil como Venezuela, son los más resistentes. Ambos están atravesando por severas crisis políticas e institucionales que impiden incentivar un cambio a políticas más liberales.
No obstante, el Mercosur se encuentra en un periodo donde debe adaptarse a una nueva realidad internacional que exige ser versátil y ágil frente a los constantes cambios de la coyuntura internacional.
En este sentido, el Gobierno chileno -apoyado por sus socios- debe invitar a los miembros del Mercosur a participar en una reunión de alto nivel, durante la XI Cumbre de la Alianza, que se realizará en julio próximo, donde se discutiran las diferentes vías y acciones para crear un mecanismo efectivo e intensificar los flujos comerciales entre los dos bloques.
Es factible pensar en la creación de una figura de Estado Asociado en la Alianza del Pacífico, que entregue mayores atribuciones y obligaciones que las que poseen los actuales países observadores.
Para aquello y basándose en las diferentes declaraciones presidenciales y las prerrogativas que entrega el Acuerdo Marco al Consejo de la Alianza –específicamente las establecidas en su artículo cuarto y noveno-, se debería estudiar una estrategia que permita materializar una integración más imaginativa entre ambos bloques.
El impacto político de una medida de esta naturaleza, que pretende mejorar las complejas relaciones con nuestros vecinos, incorporará a Chile en la agenda positiva de las relaciones internacionales y robustecerá la posibilidad de concretar una iniciativa innovadora, estratégica y con visión de futuro.
