La Batalla de Stalingrado

Columna
Revista de Historia, 18.07.2017
Joaquim Vandellós Ripoll

La batalla de Stalingrado, considerada por muchos historiadores como la más sangrienta de la historia, enfrentó entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943 a la URSS y a la Alemania nazi. En junio de 1941 Alemania inició la invasión de la Unión Soviética y a pesar del veloz avance inicial y de la fe ciega en la Victoria Final, en diciembre del mismo año la ofensiva contra Moscú se hallaba en un punto muerto y Leningrado y Sebastopol continuaban resistiendo. Hitler se centró entonces en intentar apoderarse de los pozos petrolíferos del Cáucaso (cosa que provocaría el colapso de la URSS) y la toma de Stalingrado (ciudad con un gran valor simbólico, pero que para los generales alemanas era un punto en el mapa como cualquier otro).

La misión de conquistar la ciudad con el nombre de Stalin recayó en el VI Ejército y el IV Ejército Pánzer. A la vez contaron con el apoyo de tropas aliadas italianas, rumanas, y húngaras . El feroz enfrentamiento cuerpo a cuerpo tuvo lugar casa por casa, metro por metro, produciéndose sangrientas batallas en los polos más importantes de la ciudad industrial como la fábrica de tractores, la planta química, las estaciones de ferrocarril, etc. A pesar de la férrea resistencia soviética, a principios de octubre los soldados alemanes ocupaban 70 % de la ciudad, siendo sitiadas al borde del Volga las tropas del LXII Ejército comandadas por Vasili Chuikov.

Finalmente llegó el invierno ruso. Como estaban convencidos de una victoria rápida, las tropas alemanas pensaban que por aquellas fechas ya habrían vencido, por lo cual no trajeron la indumentaria adecuada. En cambio, los rusos con prendas de piel y forro blanco estaban mucho mejor predispuestos a la situación. La resistencia soviética se estaba haciendo inusitadamente larga dada la superioridad enemiga.

La idea de una gran contraofensiva, que recibió el nombre de operación Urano, fue concebida por los generales Zhukov y Vasilevsky despuñes de reunirse en el Kremlin con Stalin. Para el éxito de la operación fueron vitales el secretismo en sus preparativos ( el Cuartel General Alemán se esperaba un ataque, pero no de semejante magnitud) y el hecho de que Hitler se negara a creer que la Unión Soviética tuviera ejércitos de reserva. Además, minusvaloró el potencial bélico de las tropas enemigos, pensando que eran incapaces de  realizar una ofensiva eficaz.

El 19 de noviembre de 1942, los 3.500 cañones soviéticos comenzaron disparar contra las líneas enemigas más débiles entre Serafimovih y Klestkaya. Estas eran las formaciones rumanas que se encontraban escasas de material antitanque. Si bien el ataque del sur fue por muchos factores más débil, este sector fue también atacado con éxito y las columnas de la trampa avanzaron sin grandes reveses. El VIº Ejército de Paulus quedó encerrado en Stalingrado con unos 250.000 hombres y sin suministros mayores. El OKW alemán ordenó retirar el grueso del 6.º Ejército desde Stalingrado por el sudoeste hacia el Don, y así evitar el encierro. Tal proyecto aún podría ejecutarse ya que había brechas importantes que aún no estaban cerradas, pero Hitler se negó a aceptar semejante solución y exigió a Paulus y sus hombres mantenerse en la ciudad conquistada.  Hermann Goering,  sin consultar a sus asesores técnicos, prometió a Hitler que sus aviones podrían realizar un vasto abastecimiento desde el aire. Se calculaba que un mínimo de 300 vuelos al día serían necesarios para restaurar la capacidad de combate del VI ejército. Sin embargo, no se tuvieron en cuenta una serie de factores como que los aeródromos podían estar al alcance de la artillería pesada soviética o la previsión del clima, ya que habría muchos días con visibilidad nula y una temperatura tan baja que sería imposible encender los motores de los aviones, aun prendiendo hogueras debajo de ellos.

Sin agua ni alimentos suficientes, atacados por las epidemias y en medio del pútrido olor a descomposición, los alemanes se aprestaron a sufrir un largo asedio en medio de las mayores penurias.

Manstein, que acababa de asumir el mando del Grupo de Ejércitos Don, planeó la Operación Tormenta de Invierno. La ofensiva empezó el 12 de diciembre, pero el día 16, cuando estaban a unos 50 km, fue detenida por el segundo ejército de la Guardia, que destruyó la principal fuerza de ataque nazi.

Se impuso un riguroso racionamiento para intentar pasar el invierno. El 8 de enero los soviéticos realizaron un estrechamiento del perímetro y capturaron el único aeródromo que servía de conexión con el mundo exterior, Pitomnik.

El 30 de enero, el general Paulus fue promovido a Generalfeldmarschall, «Mariscal de Campo». Hasta entonces ningún Mariscal de Campo alemán se había rendido en la historia de Alemania desde su unificación, y Paulus recibió esta promoción como una orden de suicidio. El general alemán declaró entonces: «No tengo intenciones de dispararme por este cabo bohemio», en referencia a Hitler.

El 31 de enero por la mañana, Paulus se rendía con cerca de 90 000 soldados. Sólo volvieron a Alemania 5000 supervivientes al cabo de una década. La rendición oficial se produjo el 2 de febrero pero unos 11 000 soldados alemanes no acataron la rendición y siguieron luchando hasta el final. A principios de marzo los soviéticos acabaron con los últimos reductos de resistencia.

El mariscal Paulus sobrevivió a la guerra y volvió a Alemania en 1952, viviendo en la zona de ocupación soviética. Zhúkov reclamó para sí el éxito de Stalingrado, pero se le concedieron todos los reconocimientos a Vasili Chuikov, que fue ascendido a capitán general, a cargo de un ejército que marcharía luego a Berlín.

La batalla de Stalingrado supuso para los nazis una auténtica catástrofe militar y una de sus principales derrotas en la Segunda Guerra Mundial, marcando además el punto de inflexión en la guerra, tras el cual ya no pararían de retroceder ante los soviéticos hasta rendirse ante Zhúkov en el mismo Berlín, dos años y medio después.

No hay comentarios

Agregar comentario