La ética en la política y el Papa Francisco

Columna
El Montonero, 26.01.2018
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano
Cada vez desconfiamos más de quienes nos representan

Ha sido importante que los juicios severos del Papa sobre la ausencia de la ética en la política se dieran  en una coyuntura dominada por la pandémica corrupción regional y nacional de Lava Jato y Odebrecht.  La humildad y sencillez de un Sumo Pontífice tan vital, aunque envejecido y tembloroso, multiplicaron el impacto de sus frases duras y efectistas.  En la reunión que tuvo con nuestros prelados en el Palacio Arzobispal se preguntó, con inusual franqueza  “¿Qué pasa en el Perú que, cuando uno deja de ser presidente, lo meten preso? Humala está preso, Toledo está preso, Fujimori estuvo preso hasta ahora, Alan García que está que entro o no entro. ¿Qué pasa?".  Y horas después de su partida se publicó la traducción oficial de las declaraciones de Marcelo Odebrecht a fiscales de Perú y Brasil, lo que dio pie a comentarios que siguen alimentando el ambiente de incredulidad del ciudadano - que cada vez desconfía más de quienes pretenden representarlo y defender sus intereses-.

Es un escenario que no admite el cinismo que, tan frecuentemente,  transforma la realidad mediante una retórica que invierte o distorsiona  hechos palpables. Esta irritante práctica  es la gota que está por rebalsar el vaso de la indignación, muy poco antes de leer noticias inminentes sobre las investigaciones de la Fiscalía y la amenazante declaración de Jorge Barata – a quien su ex jefe ha refregado la condición de colaborador eficaz y su perentoria obligación de informar todo lo que sabe con la precisión de quien actuó en nombre de la empresa.

Si el núcleo de la política es el uso del poder que el pueblo delega a las personas que se ofrecen para servirlo en caso de ser elegidas, los  electores –  soberanos, se supone – tienen el derecho de exigir  resultados y cuentas claras de los empoderados con el voto, quienes no pueden evadir esa obligación responsabilizando a otros de su propia y organizando un festival de investigaciones recíprocas, buscando material para contrarrestar los ataques.

Es verdad que la complejidad propia de la política plantea situaciones en que la ética resulta por lo menos relativizada por el juego de exigencias y concesiones que exige la difícil tarea de gobernar sociedades conflictivas.Pero la paciencia nacional está llegando al límite y rechaza el ritual generalizado de lavarse las manos - del que ni siquiera se libra el Jefe del Estado Vaticano, cuya opción política pro socialista es bien conocida -.  Basta leer las ácidas críticas de Aldo Mariátegui en los días pasados (“Sobre Beroglio”; “¿Y Venezuela, Francisco I?”, Perú 21, 19 y 23 de enero) para observar la viga ideológica en el ojo papal, que hace evidente su pronunciado sesgo contra el liberalismo y el mercado.  Los Ensayos Impopulares de Mariátegui son un saludable detector de incongruencias que muestra diariamente las contradicciones entre la ética y la política.

A esos comentarios se han sumado otros sobre los planteamientos de Francisco en Madre de Dios (que anticipé parcialmente la semana pasada).  El drama climático mundial, agravado por las insensateces del factor Trump,  justifica la prioridad que merece el vital ecosistema amazónico, indisociable de los seres humanos que lo habitan.  Todos sabemos que sus comunidades han sido (mal)tratadas con un paternalismo normativo que las ha condenado a una eterna adolescencia, dizque para protegerlas.  El nativo de la Amazonía es un ciudadano con menos derechos que los otros peruanos, y la tramitopatía que pesa sobre él es mucho más pesada que para el resto de nosotros.  El Instituto Libertad y Democracia (www.ild.org.pe) ha estudiado rigurosamente el caso, enfatizando las ventajas de una solución basada en el respeto al derecho a la propiedad privada del que no gozan plenamente nuestros conciudadanos selváticos.

El episcopado peruano debe estudiar seriamente esos aportes conceptuales, aunque sea para descartarlos. La velocidad del cambio climático que escala año tras año y la importancia de la conflictividad social en las comunidades vecinas a los recursos naturales de la Amazonía han significado que las mayores empresas prioricen el trabajo conjunto y los programas sociales que podrían dignificar la vida de nuestros ciudadanos amazónicos. ¿Por qué no proponer a esas empresas el establecimiento de una gran fundación moderna y eficiente para financiar planes de verdadera proyección en todos los campos de interés comunitario? La explotación responsable de los recursos naturales  y el trabajo con las comunidades podría cambiar el rostro del Perú en esos alejados confines, con beneficios innegables para todos.

En el bien organizado encuentro de Madre de Dios, el Papa recordó su convocatoria al Sínodo Especial para la Amazonía previsto para octubre de 2019, en Roma. Los preparativos arrancaron en esa misma ciudad con la primera reunión de la Red Eclesial Panamazónica que conforman los obispos de los Estados- parte en el Tratado de Cooperación Amazónica (Brasilia, 1978),  que preside el Cardenal brasileño Claudio Hummes (especialmente cercano al pensamiento de Francisco).  El hecho de que los trabajos pre sinodales hayan comenzado en el Perú comporta una gran responsabilidad que el episcopado nacional debe asumir sin prejuicios y con la mente abierta para estar a la altura de un problema complejo y con  aristas delicadas para el país en su conjunto.

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